La lluvia también tiene ganas de fiesta

El mal tiempo no arredró ni a turistas ni a zaragozanos ávidos de disfrutar

La calle de Alfonso I era un mar de paraguas ayer a mediodía. Pese a la lluvia, cientos de personas se acercaron al centro a disfrutar del ambiente.
La lluvia también tiene ganas de fiesta
Asier Alcorta

Deambular por una Zaragoza lluviosa y festiva tiene un riesgo muy a tener en cuenta: la posibilidad, cierta y terrible, de perder un ojo a causa de un paraguas cuyo dueño no está a lo que está. Ese que lo mismo mira un escaparate que un puesto de baratijas, y que circula zigzagueando por la acera mientras la mano que mece el dichoso artilugio se mueve con vida propia en dirección a la cara del ciudadano que intenta esquivarle. La lluvia no ha querido perderse las fiestas y a ratos convierte la ciudad en un mar de tela impermeable y varillas traicioneras, pero es que el paraguas se ha convertido, a día de hoy, en un ‘must’ en el atuendo festivo.


Sin embargo, el fiestero irredento, de cuyos usos y costumbres ya se ha hablado esta semana en las páginas de este suplemento, no suele arredrarse "por cuatro goticas" pese a que en realidad caigan chuzos de punta, y se lanza a las calles a seguir disfrutando."¡Bravísimo!"

Plaza del Pilar, mediodía del viernes que abre el fin de semana grande (y largo) de las fiestas. La lluvia cae intermitente sobre los turistas, que entran y salen de la basílica y observan el montaje de la estructura de la Ofrenda. "¿Qué es eso?", pregunta la italiana Paola Volpi, al frente de un grupito de compatriotas tan despistados como ella. La explicación (Virgen en lo alto, ofrenda, flores, trajes regionales, fervor popular) les arranca unos entusiastas ‘bellísimo’ y ‘bravísimo’. Un poco más allá, varios ciudadanos orientales atienden a su guía y apenas asienten con la cabeza cuando reciben a saber qué explicaciones. Hieráticos a más no poder, ignoran a la periodista que se dirige a ellos para indagar sobre su procedencia e intenciones. Poco más se puede contar del grupo, más allá de que parecía llegado del otro lado del globo y sus componentes llevaban cámaras y móviles de última generación, iban con mucha prisa y no hablaban inglés.


Mucho más asequibles, los Silva, llegados en masa de México para celebrar el 50 aniversario de boda de los patriarcas de la familia. "¡Cómo estar en Zaragoza y no visitar a la patrona de la Hispanidad!", exclama Benjamín, el feliz ‘novio’, mientras abraza a Gloria, su arrobada esposa. "Es una basílica hermosísima", coinciden a dúo, por aquello de la compenetración que dan tantos años de matrimonio.


Otra pareja, zaragozana esta vez, la formada por Santiago Millán y Lola Armengol, junto a su hija Marta, acompaña a unos singapurenses de visita en Zaragoza por cuestiones comerciales. "Están impresionados y encantados con el ambiente, todo les sorprende y les llama la atención porque es muy diferente a lo que han visto antes", cuentan.Máxima ocupación

Pero, pese a lo que pueda parecer, no es el extranjero el turista que más llega a la ciudad durante las fiestas. Lo asegura Antonio Presencio, presidente de la Asociación de Hoteles de Zaragoza, quien cifra en el 85% el porcentaje de visitantes españoles, frente al 15% venido de fuera de nuestras fronteras. Las del Pilar son celebraciones de ámbito nacional, "siempre lo han sido", y quienes nos visitan proceden sobre todo de Barcelona, Madrid, La Rioja, el País Vasco, Navarra y Andalucía. Para este fin de semana, además, el lleno está asegurado. No en vano, la ocupación hotelera para esta noche se cifra en el 98-99%, mientras que todo el puente festivo cerrará, según las previsiones de Presencio, con una ocupación de más del 88%.


Ajenos a ello entran en la plaza Rosa Monge y Rosa Maicas, junto a sus hijos, Eric Guil y Nacho e Iván Gómez. Vestidos de peñistas, camisola roja y cachirulo al cuello, son parte de la peña Ex-tragos, formada por una veintena de amigos animosos. Y como tal, se lanzan a disfrutar de la calle aunque la lluvia se empeñe en acompañarles. "Si llueve, nos iremos a la Feria de Muestras, aunque media ciudad tenga la misma idea", cuentan. 


Enfilando la calle de Alfonso I, Ramón y Maribel pasean nietas carrito en ristre. "Íbamos a ir al parque de Delicias, pero con este tiempo... Así que nos quedamos por la zona del Pilar, que tiene soportales, y luego nos acercaremos a Plaza a ver a los cabezudos", explican. La zona infantil ubicada en el antiguo psiquiátrico sí tuvo público en la mañana de ayer, bien protegido, eso sí, con chubasqueros y gorros; algunos de los juegos estaban cerrados y había menos gente que en años anteriores, pero pese a todo eran muchos los niños que disfrutaban de lo lindo pese a los ocasionales chaparrones. 


El paso de las horas calmó las lluvias y templó los cuerpos, de modo que los fiesteros irredentos, no importa su procedencia, volvieron a abarrotar las calles. Está visto que de quedarse en casa, nada de nada.