Ureña corta dos orejas en una tarde demasiado populachera

El murciano arrancó un apéndice a cada uno de su lote en dos sobrias faenas. El Fandi y Curro Díaz no tuvieron suerte en una corrida que dio pocas opciones para el triunfo.

Paco Ureña, que resultó triunfador de la tarde, ejecuta un derechazo al tercero de la tarde.
Paco Ureña, que resultó triunfador de la tarde, ejecuta un derechazo al tercero de la tarde.
Aránzazu Navarro

Una tarde para olvidar. Ya no por lo taurino, que al fin y al cabo es algo casi azaroso, sino por todo lo que ayer rodeó el rito. Zaragoza, que era una plaza seria y temida por muchos toreros, ayer rozó lo ridículo. Fue algo esperpéntico. Algún genio de esto del cuerno, tuvo a bien repartir banderines con los colores patrios y colocar una charanga en el tendido ocho para amenizar parte del festejo. El paseíllo pareció un desfile triunfal de los tiempos del NO-DO y los toreros vieron recompensada su labor al son de ‘Paquito el Chocolatero’. Qué imagen.

Gran parte de esa ya minoritaria afición, apenas reconoce su plaza. Se siente un extraño en el que siempre fue su tendido y ayer terminó por hartarse. La gente no paga el abono para aguantar una charlotada de ese calibre. La ‘producción’ debería preocuparse de trabajar en los carteles y cuidar un poco al aficionado. Los experimentos con gaseosa, por favor.

En lo taurino, la tarde no quedará para el recuerdo. El encierro de Antonio Bañuelos que tanto prometía, fue un desierto de bravura y el toreo de Paco Ureña un oasis. Cuajó al que cerró plaza a base de firmeza, exposición y compromiso. El murciano no es un torero artista, pero tampoco engaña a nadie. Siempre bien asentado y con las puntas de las zapatillas mirando al frente ligó tandas de muletazos profundos sobre la mano derecha y pisó terrenos comprometidos. Se tiró recto a matar y dejó un susto tremendo. El pitón del toro se perdió por su chaquetilla. Todo quedó en un varetazo y en un trofeo.

Con el agradable tercero también tocó pelo. Estuvo siempre por encima de las condiciones del animal. Ganándole un paso al toro, le dejó la muleta en la cara y supo tirar de su bonachona embestida para ligar y cuajar una aseada faena. La oreja, quizá fue excesiva. No había pañuelos.

Curró Díaz, que fue obligado a saludar tras el paseíllo por la cornada de abril, sorteó en primer lugar un sobrero con el hierro de La Palmosilla que resultó ser una borrica. Masacrado en un eterno primer puyazo, fue y vino sin celo en la muleta de su matador que, simplemente, acompañó componiendo la figura. Estocada entera y empate a nada. Ni toro, ni torero.

Su segundo, un manso castaño con dos leños, fue fatalmente lidiado y embistió a arreones en la muleta del jienense. Nada.

Buena dirección de El Fandi

El granadino, que siempre ha tenido cartel en Zaragoza, terminó abroncado en una interminable faena al quinto de la tarde. Un toro manso con el que nunca estuvo a gusto. No acertó con los terrenos y no le cogió ni el sitio ni el aire. Con su primero no dijo nada. Solo sus eléctricos tercios de banderillas en los que siempre clavó a cara pasada y un sensacional manejo de capote levantaron al respetable. Sin embargo, siempre atento, realizó bien su labor como director de lidia.

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