La eterna magia del circo

La carpa del Italiano, en el recinto ferial, estrena un espectáculo vibrante de luz y color, adobado con bellos números tradicionales.

Primeros momentos de la función vespertina de 'Vida', ayer, en la carpa del Circo Italiano en Valdespartera.
Primeros momentos de la función vespertina de 'Vida', ayer, en la carpa del Circo Italiano en Valdespartera.
Raquel Labodia

‘Vida’, el último montaje del Circo Italiano, que estrena estos días en Zaragoza antes de llevarlo de gira por toda España y parte de Europa, tiene mucho de circo familiar, tradicional, del de toda la vida. Pero es, en realidad, un moderno espectáculo visual. Sonia Miranda, la diseñadora artística del ‘show’, ha querido hacer "un homenaje a la creación y a la belleza de la naturaleza", y con ese argumento ha trenzado una serie de números artísticos de primera calidad, que se suceden sin descanso –no hay jefe de pista–, ante los ojos del espectador.


El Italiano es un circo moderno –no lleva animales, se ha cuidado al máximo el vestuario, la iluminación y el confort de las 1.200 localidades...–, pero tradicional: creado en 1958, actualmente está dirigido por la quinta generación de una familia de origen italiano, los Rossi, que sabe muy bien qué se trae entre manos. El circo, aun entre semana, registra muy buenas entradas.


"Somos once hermanos y todos tenemos hijos, así que en la compañía ya hay 40 artistas de la familia", señala Ronnie Rossi, antiguo domador de felinos y ahora cabeza visible y relaciones públicas de un equipo de más de un centenar de personas, que se mueve en casi medio centenar de vehículos, 30 de ellos camiones de carga. Y que viaja además con dos profesores para los 14 chavales, hijos de artistas y empleados, que van con la caravana. Tras Zaragoza, irán a Huesca, Lérida y Barcelona.


El Italiano, radicado desde hace años en España, mantiene la esencia de aquellos circos cargados de romanticismo que recorrían Europa a principios del siglo XX. Pero su espectáculo es moderno, vibrante, emocional. Dos horas de función que se pasan en un santiamén y que incluyen números tradicionales, pero enriquecidos con música, efectos luminosos y vestuario. Como el del equilibrista Luis Muñoz, que hace saltos de arriesgada ejecución; o los números gimnásticos de las Hermanas Vasallo y los Hermanos Marton; o la troupe de los Kenian Boys, seis acróbatas que intervienen en dos momentos de la función realizando increíbles volatines.


Una función, además, que se abre a otras artes no específicamente circenses. Hay un bello ballet musical, un sorprendente número con rayos láser, e incluso magia. Claudio Guzmán realiza en la pista una variante del famoso número de ‘La metamorfosis’, que ideó el inmortal Harry Houdini.

Una gran pareja de ‘clowns’

Mención aparte merecen los payasos Capitano y Saraute (Marco Rossi y Pau Saraute), perfectamente integrados en el argumento de la obra como si fueran simios en una imaginaria selva, pero que encarnan en realidad los tradicionales papeles de augusto y carablanca. Con una gran vis cómica, se encargan de darle continuidad al espectáculo entre número y número y sus propias intervenciones hacen las delicias del público. Su humor tiene las dosis justas de transgresión y de sal gruesa, y se inspira, también, en la actualidad.


Las dos horas del ‘show’, con un mínimo descanso en su justa mitad, pasan rápidas, y el público agradece la entrega de los artistas con una larga ovación.


El Circo Italiano está poniendo a prueba su ‘Vida’, en Zaragoza. Cada nuevo espectáculo lleva unos seis meses de producción y el trabajo comienza en marzo o abril. "Hacer circo, hoy, resulta complicado –subraya Ronnie Rossi–. Se exige mucho a los artistas, a los que no les basta ya con saber hacer su número y estar en buena forma física. Necesitan, también, dominar perfectamente todo el arte escénico".

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