narrativa húngara

Centauros del Danubio

Asteroide completa la triLOgía transilvana de miklos banffy.

LETRAS CENTROEUROPEAS

El año dividido

Miklos Banffy. Trad. de Éva Cserháti y A. M. Fuentes. Asteroide. Barcelona 2010. 404 pp.

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Con ‘El reino dividido’ culmina la Trilogía transilvana de Miklos Banffy (1873-1950), el Turguenév húngaro, cuyo tomo anterior ‘Las almas juzgadas’ reseñé en estas páginas a principios de año. El primer tomo ‘Los días contados’ se publicó en otoño de 2009. ‘El reino dividido’, 1940, nos cuenta el final de la saga húngara de Banffy, digamos la forma de vida de la aristocracia de Budapest –la familia Abady- que se desintegra con el estallido de la Primera Guerra Mundial.


Una aristocracia agraria vinculada a una especie de Arcadia transilvana, donde se explota la madera de sus infinitos bosques y se crían purasangres en yeguadas dignas de Irlanda o Inglaterra. De hecho, esta aristocracia húngara soñaba con una mimetización absurda de la forma de vida británica. Banffy nos narra con excelente humor el caso de un caballero húngaro que viaja a Londres para pasarse unos días en un club muy exclusivo, sin conocer ni picotada de inglés.


A primera vista o primera lectura, la gran novela de Banffy nos recuerda a la gran novela rusa, digamos Turguenev –por los paisajes arcádicos-, pero quizá su modelo inmediato sea los ‘Buddenbrooks’ de Thomas Mann, e incluso por su desenlace, ‘La montaña mágica’.


Como ya apunté al reseñar el tomo anterior, la novela ve lastrada su trama por el empeño en reflejar la vida parlamentaria de Budapest antes de la Primera Guerra Mundial. Esos capítulos se los puede saltar el lector sin dudarlo un segundo. Son tan latosos como la actual vida política de toda nuestra plomiza Europa. Al ser este tomo el que culmina la trilogía, se van cerrando las historias de los personajes claves. Por ejemplo, la novela del pianista alcoholizado, Laszlo Gyeroffy, primo de Balint Abady, el protagonista de la novela.

Personajes femeninos

El personaje de Regina, la samaritana adolescente del pianista, es digna de un cuento de hadas. Por el contrario, la madre de Laszlo, Julia Ladossa, especie de “femme fatale”, es muy atractivo, pero al final queda como a media luz, como si se nos escamotease un capítulo. Banffy es un especialista en buenos personajes femeninos. Rosa Abady es la reina tiránica a lo Alicia de esta Transilvania novelesca. Su pasión por los caballos y por su hijo, la convierten en un personaje clave de la novela. Una “sargentona” digna de Jane Austen o Isak Dinesen. Los duelos dialécticos entre la madre y la amante de Balint Abady son la salsa de la novela. Al final, resulta que el protagonista es un fin de raza, en un país que se desintegra, Hungría, viendo morir a sus amigos y a su familia. Los proyectos de fundar una familia se van al garete, se esfuman de un plumazo. El barón Gazsy nos da otra posible clave de la novela de Banffy. Su gran tesoro es una yegua purasangre inglesa de malísimas pulgas, Honeydew, pero este personaje es además un lector concienzudo de Schopenhauer. La voluntad de vivir brota como un latigazo ancestral de las tripas del hombre, de su lado más animal, previo a todo atisbo de razón, de mesura, de cultura. Esa simpatía por los caballos, convierte a los húngaros en una especie de centauros del Danubio.