Anecdotario de una internet 'en construcción'

Los primeros habitantes de la ‘aldea global’, procedentes del ámbito universitario, no eran usuarios sino creadores.

Anecdotario de una internet 'en construcción'.
Anecdotario de una internet 'en construcción'.

Las universidades fueron la puerta de entrada de la entonces llamada ‘autopista de la información’. En Aragón, internet entró por los despachos de los profesores de la Universidad de Zaragoza (UZ) y las concurridas salas de usuarios utilizadas por los estudiantes. Fue la tercera universidad en conectarse a Red Iris, que era la vía para salir de España a buscar la ‘red de redes’. "Fuimos adelantados a nuestra época sin saberlo", resume el catedrático Francisco Serón.


Corría el año 1989, un momento en que solo había 100.000 ordenadores conectados en todo el mundo. Dos años antes, en enero de 1987, se había establecido la primera red Apple Talk en la UZ, seguida, doce meses después, por la primera Ethernet en el Centro Politécnico Superior (CPS). Las tecnologías de la información y la comunicación galopaban. En 1992 ya eran un millón los ordenadores conectados; en el 96 se alcanzaban los seis millones en todo el planeta.


En 1995, el proyecto RACI (Red Aragonesa de Comunicaciones Institucionales) supuso el despegue definitivo de internet, al interconectar todos los campus, centros y edificios de la universidad.

Recogemos algunos testimonios de los protagonistas de la época de eclosión de una tecnología transformadora. Proceden de la inauguración de la exposición ‘CCDZ90: Contracultura Digital en la Zaragoza de los noventa’, celebrada en Etopia y comisariada por Raúl Minchinela. Reflejó la primera internet, donde "no éramos usuarios, éramos creadores".


Con cierzo no hay conexión

En aquel entonces, la informática no existía como carrera, pero las promociones de ingenieros industriales tenían por ella una afición desmesurada. "Los ‘geek’, los ‘nerd’ de ahora, aunque sin esos nombres, estaban todos allí", señala Serón.


Antes de los navegadores y de los proveedores de internet, aquellos pioneros empezaron a crear los primeros repositorios de información compartida y a dar con soluciones imaginativas. Por ejemplo, ya que interconectar el CPS con la plaza de San Francisco "era una odisea tecnológica carísima, a alguien se le ocurrió poner dos conexiones por microondas entre lo más alto del Interfacultades y uno de los tejados del Torres Quevedo", recuerda Serón. Cuando hacía cierzo, la cosa fallaba un poco. Eran la avanzadilla digital.


Los primeros accesos y conexiones fueron para los profesores. Algunos enclaves eran casi secretos, como el Palomar de la antena. A los estudiantes les empezaron a llegar a través de los despachos de las asociaciones. Y circulaba información ‘reservada’ avisando de cuándo y dónde había ordenadores libres conectados. Al final, "los equipamientos de la universidad eran usados por la misma gente, una especie de nube extraña de personas interesadas que se extendía allí donde hubiera un ordenador con conexión", recuerda Minchinela. Una conexión que resultó vital para los aprendices de ingenieros que se sentían confinados en un lugar alejado del centro.


Recursos compartidos

La escasez marcó un tiempo de recursos compartidos y velocidad limitada. El ingeniero Fernando Tomás la recuerda como "una época de descubrimiento y experimentación". Para descargar un pdf de 200 páginas de EE. UU. "perdías toda la mañana del sábado", relata José Ángel Castellanos, director de la Escuela de Ingeniería y Arquitectura, heredera de aquel CPS en el que estudió. "Tener que compartir recursos escasos y exprimirlos al máximo hizo que pasáramos mucho tiempo en la escuela -añade Tomás-, que se convertía en una olla a presión en la que había que estar".


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