Regreso nocturno al reino del siluro

Dos buceadores que el año pasado lograron imágenes prácticamente inéditas de los grandes siluros en su hábitat han vuelto al Mar de Aragón para explorarlo de noche.

Un banco con cientos de miles de crías de lucioperca.
Un banco con cientos de miles de crías de lucioperca.
r. lópez ayala

En la primavera de 2014, dos pescadores aficionados al buceo en agua dulce consiguieron grabar y fotografiar el fondo del embalse del Mequinenza logrando imágenes prácticamente inéditas de los grandes siluros en su hábitat y del resto de peces que viven en el pantano. Un año después, estos amantes de la naturaleza volvieron a sumergirse en el Mar de Aragón para seguir descubriendo los animales que nadan bajo sus aguas verdosas tanto a plena luz como cuando ya se ha ido el sol.


"Hicimos siete inmersiones en una sola noche, pero también bajamos durante el día. El resultado ha sido espectacular –explica Raúl López Ayala, un madrileño de 37 años para el que la pesca sin muerte y el buceo son "un hobby"–. No vimos siluros de los más grandes, pero sí hasta 24 de estos peces juntos y también luciopercas, carpas, escardinos, blackbass... Aún lo tenemos que editar, pero sin duda ha sido el año en el que mejor material hemos conseguido".


López Ayala se encarga de las fotografías y su amigo "de toda la vida", el pacense Jorge Sánchez Tapia, graba los vídeos. En contra de lo que suele ser habitual, ambos se dedican, sobre todo, al submarinismo en agua dulce, una actividad que tiene como gran hándicap la falta de visibilidad. "En el mar las aguas son cristalinas, pero en los ríos, los lagos y los embalses suelen estar muy turbias –recuerda–. Por eso prácticamente no existen imágenes de los siluros en su hábitat, solo algunas que se tomaron en Austria".

Dos semanas al año de visibilidad

La posibilidad de explorar el fondo del Mar de Aragón les surgió gracias a Markus Stegherr, un alemán que tiene una empresa de pesca en Mequinenza. "Es un buen amigo nuestro y también hace buceo. Un día, hablando con él, surgió el tema y nos contó que en ese embalse hay una época en la que la visibilidad es buena –cuenta López Ayala–. Suelen ser un par de semanas a finales de la primavera, cuando el pantano está alto, los sedimentos que transportan las riadas ya se han depositado en el fondo y el agua todavía no se ha calentado lo bastante como para que se haya producido la explosión de las clorofitas, las algas microscópicas que tiñen de verde el pantano". Durante esos días, la visibilidad en el embalse de Mequinenza puede llegar a los cinco metros de distancia, un auténtico lujo para estos submarinistas acostumbrados a poder rodar apenas dos.


A principios de junio, y previo aviso de Stegherr, López Ayala y Sánchez Tapia pasaron un fin de semana completo captando nuevas imágenes del pantano por el día y por la noche. "Entre los dos llevábamos más de 5.000 lúmenes en focos, la única limitación que tuvimos fueron el número de botellas de aire que podíamos transportar", destaca López Ayala, quien describe las profundidades del Mar de Aragón como "un lugar tenebroso". "A la escasa visibilidad hay que sumarle que estás rodeado de troncos, ramas, vegetación... es ahí donde se refugian los peces, por eso buscamos ese tipo de lugares", señala.

Un grupo de hasta 24 siluros

De sus inmersiones de este año este buceador destaca el grupo de al menos 24 siluros que avistaron bajo uno de los embarcaderos que jalonan las orillas del Mar de Aragón. "Estaban como descansando, suspendidos en el agua, pasivos... y curiosamente justo debajo de donde pasan decenas de pescadores cada día –relata–. Esa imagen es la más impresionante de todas las que hemos tomado en Mequinenza".


Otro momento "muy emocionante" fue el toparse con un gran banco de alevines de lucioperca. "No era a mucha profundidad, unos cinco o seis metros, pero había cientos de miles de esos peces del tamaño de un dedo –cuenta López Ayala–. Eran tantos que llegaron a tapar la luz y nos perjudicaron a la hora de grabar a otros animales más grandes". A las carpas y otros ciprínidos casi pudieron hasta tocarlas porque las encontraron "como aletargadas".


Las fotos y los vídeos que obtienen las utilizan en sus colaboraciones con revistas de pesca y televisiones. "No lo hacemos por dinero, pero algunas veces nos pagan algo y al menos nos da para la gasolina", comentan.

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