Diálogo total de la imaginación

Nocturna presenta en España ‘La noche del ilusionista’ de Khelmann.

Portada de 'La noche del ilusionista'.
Diálogo total de la imaginación
Nocturna Ediciones.

Hay novelas inclasificables para bien y novelas inclasificables para mal. ‘La noche de ilusionista’ de Daniel Kehlmann (Munich, 1975) pertenece, para fortuna de quien lee, a la primera categoría. Nos encontramos pues ante una novela inquietante con bocanadas de aire que parecen exhaladas por el mismísimo Kafka. Articulada su trama entre la imaginación más feroz y un realismo más ardiente, el lector accede a la vida de Arthur Beerhlom, un niño marcado por la tragedia que vivirá su vida mucho más allá de la propia vida. Dotada de un contagioso lirismo no verbal, el autor transporta a quien cae bajo su hechizo a un mundo en el que la mentira y la verdad intercambian una y otra vez sus nombres. Nada es lo que parece y todo es paradójicamente tangible. No les diré que sea un novela fácil de digerir, porque para tragar sus imágenes debe el lector desordenar sus prejuicios y entregarse a este juego de vida y muerte que el joven autor alemán despliega.


Muy cercano a la prosa de algunos autores orientales que dominan el arte de correr, Kehlmann es sin embargo una suerte de funambulista que no deja en manos del equilibrio ninguna de sus piruetas. Afincado en la ensoñación crea un mundo muy bien estructurado. Sí, sé que suena a perogrullada, pero esta novela es un lago en el que nadie quiere nadar porque es en la profundidad que nos ahoga donde el lector encontrará ese lugar en el que quedarse. Con un ritmo dinámico y excéntrico, el alemán nos irá situando más cerca del precipicio y nos hará amarlo.


Ya les he dicho que era una novela inclasificable cuando comencé a escribir. Magia, escapismo, ilusionismo y ganas de trascender son las armas de este huérfano no de madre sino de madrastra que aprenderá muy pronto que existen cuerpos que Dios olvida, para que se conviertan en los hijos predilectos de dioses cuyo uno fin no es la quietud de una cruz: "Si por lo menos Él me redujese a polvo o me hiciera arder en el fuego de su cólera... Pero no, para mí reserva la estrechez, los míseros pecados de una existencia insignificante".


Hay historias que dejan claro que existen hombres que no desean ser solo hombres. La noche del ilusionista es una de esas historias. Y es también una novela original y ambiciosa que construye una historia sólida para después destruirla y fabricar un final abierto que tratará de derribar con hábiles golpes la paciencia del lector.


‘La noche del ilusionista’ es diálogo inacabable con la imaginación, con los sueños, con la infancia, la trilogía emocional de un soñador que conoce muy bien cada línea de ese epílogo que escribe en nuestra vida la primera muerte. El epitafio de un místico que acaba prefiriendo lo que no existe a las llagas sobre su cuerpo.


Kafka estaría orgulloso de este muchacho que no tiene miedo de la atmosfera viciada que envuelve cada vida, que sabe traspasar el humo que ensucia la carne y se lleva el porvenir de cada hombre así como se lleva un zorro las gallinas de un gallinero.