Los puntos oscuros del expolio

La historiadora Marisancho Menjón da luz a la versión real del saqueo del monasterio de Sijena, y denuncia las trabas impuestas para la investigación y disfrute de un rico patrimonio aragonés.

REFECTORIO. Sus pinturas se arrancaron en 1960. Había una Última Cena del XVI pero de la que no hay imágenes.
Los puntos oscuros del expolio
Marisancho Menjón

Todo lo que rodea hoy a la historia reciente del patrimonio de Sijena es misterio, medias verdades e incluso mentiras. Una historia que tiene un actor principal: el Museo de Arte de Barcelona, actual Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), que exhibe el principal tesoro de este monasterio aragonés, las pinturas de su Sala Capitular, pero que posee otras muchas piezas de la misma procedencia, algunas expuestas y muchas otras guardadas en el área de reserva. El obstáculo principal para el conocimiento de este patrimonio y sus vicisitudes es que el MNAC no permite el acceso a la consulta de sus fondos documentales, y ni siquiera es posible ver las piezas que guarda en la reserva, por lo que se niega el más básico conocimiento de este importante patrimonio de Aragón. Es preciso por tanto bucear en otros archivos, que proporcionan noticias fragmentarias aunque definitivas y, cuando menos, sorprendentes. Marisancho Menjón ha reconstruido esta historia, llena de zonas oscuras, como parte de la investigación realizada para el Instituto de Estudios Altoaragoneses, pendiente de publicación, y ha documentado el triste saqueo al que fue sometido el mejor exponente en España del llamado ‘arte del 1200’, un periodo de innovaciones artísticas, pórtico de la transición entre el románico y el gótico. Sijena era un monasterio lleno de riqueza porque al ser creado por una reina, doña Sancha, casada con Alfonso II de Aragón, arrastró a nobles aragonesas que llegaron allí con sus dotes. Fue panteón real y primera sede de lo que hoy es Archivo de la Corona de Aragón, pero fue incendiado en 1936 y permaneció destruido hasta época reciente, en que ha ido siendo objeto de restauraciones parciales.


En 1921 el Museo de Barcelona, en un periodo en el que aspiraba a alzarse como referencia mundial del arte románico, un estilo que se quería identificar con el surgimiento de Cataluña como nación, había pretendido comprar las pinturas de la Sala Capitular de Sijena. Pero las monjas se negaron y dos años después el monasterio era declarado Monumento Nacional, con lo que su patrimonio quedaba protegido. Tras el incendio en la guerra, sin embargo, lo que quedaba de las pinturas fue arrancado por José Gudiol, que trabajaba para la Generalitat, y llevado a Barcelona. Fue una operación de salvamento, pero su destino iba a ser el Museo de Barcelona; y esa ubicación se mantuvo por el actual MNAC contra todas las órdenes dadas por la Dirección General de Bellas Artes, que dispuso varias veces su regreso a Aragón. En 1949 fueron restauradas sin permiso por iniciativa de Joan Ainaud de Lasarte, director del museo barcelonés.


Este es uno de los hechos constatados por la historiadora, pero además de las pinturas de la Sala Capitular, el MNAC se hizo con otros conjuntos murales marcados por puntos sombríos. En 1936 se descubrieron las pinturas románicas del coro de la iglesia, salidas a la luz al quemarse los retablos; se arrancaron y también fueron a parar a la reserva. Dadas a conocer sucintamente por Gudiol en 1950, en fechas recientes se ha afirmado que fueron adquiridas por la Diputación de Barcelona en 1946. Un dato muy dudoso, ya que entonces las monjas no se hallaban en Sijena y además eran pinturas completamente desconocidas.


Otro momento fundamental se produce en 1960, cuando los técnicos del MNAC y su director, Juan Ainaud, arrancan los restos de pintura que quedaban en la Sala Capitular y se llevan también otros conjuntos, todo sin permiso: uno de ellos, el que estaba en el refectorio, no ha sido expuesto ni estudiado y su identificación resulta aún problemática, pues ni siquiera se conoce por fotografías; el otro era un friso importantísimo de pinturas profanas, datadas en el siglo XII y que fueron presentadas al año siguiente como catalanas, procedentes de "un castillo arruinado cercano a Lérida". Hoy, aunque ya correctamente identificadas, se exponen en el MNAC en un lugar inverosímil, pues se hallan en el área de gótico, no en la de románico, y a una altura que pasan desapercibidas a los visitantes.


Estas son algunas de las cuestiones que se ha encontrado la historiadora, que califica la actuación del MNAC de "lamentable", aunque indica que no pretende "atizar el fuego del conflicto entre Cataluña y Aragón, pues lo que se cuestiona es la actuación de los responsables del MNAC; la crítica se hace a una institución concreta, no a Cataluña ni a los catalanes. Generalizar sería injusto".


-Pinturas del coro. 


Son las primeras que se arrancan, seguramente en el 36. Se encuentran en los fondos de la reserva del museo desde entonces y se supone que algo restauradas, "pero no se sabe nada más. La propia conservadora del centro Montserrat Pagés dice que su estado es muy precario. Es seguro que había más, pero se desconoce su paradero. La información básica viene a raíz de una publicación de Pagés, en 2012".


-Pinturas profanas.


Es el caso más sangrante, por la ocultación de su procedencia que se mantuvo durante décadas. Se arrancaron en 1960 junto con un trozo de techumbre que cubría la sala donde se hallaban, que ni siquiera se sabe a ciencia cierta cuál fue. "Esa techumbre debe de estar en las reservas del museo y no sabemos ni cómo es". Las pinturas profanas se mostraron en Barcelona en 1961 como novedad, en una gran exposición internacional de arte románico, junto a las de la Sala Capitular, que, aunque restauradas desde el 49, habían permanecido en una sala cerrada sin exponer. En el 60 también fueron arrancadas las del refectorio, "una Última Cena que al parecer es del siglo XVI pero que no coincide con la documentación antigua que la identifica".


-El misterio del Ábside. 


Sus pinturas del siglo XIII fueron fotografiadas en los años 20 porque estaban tras un retablo barroco. "Eran cuatro escenas, por lo menos, y un pantocrátor. Pero son un misterio porque no fueron arrancadas para la guerra y según todos los testimonios tampoco lo fueron en 1960; sin embargo, Pagés, en su libro de 2012, dice que sí y que en el museo no quedan más que fragmentos de poco valor y deduce que fueron vendidas fraudulentamente". Menjón sostiene que las pinturas están ‘in situ’, "hechas polvo, ¿o es la sinopia, la huella que queda tras el arranque de las pinturas? Algo se arrancó porque en la web del museo aparece un grupo de becarios de restauración trabajando con fragmentos".