Las plantas de Alcañiz, en un libro

Javier Carela ha recorrido miles de kilómetros a pie, en bici y en coche para identificar casi mil especies silvestres que crecen en la localidad que lo vio nacer y que, por extensión, son las que pueblan el valle del Ebro.

Javier Carela Quílez, en el vivero de plantas de jardinería de Alcañiz en el que trabaja desde hace tiempo.
Javier Carela Quílez, en el vivero de plantas de jardinería de Alcañiz en el que trabaja desde hace tiempo.
Heraldo

Tras la estela de los grandes botánicos que ha dado el Bajo Aragón, Javier Carela ha querido recoger en un libro las plantas silvestres de la tierra que lo vio nacer, Alcañiz. Su mente no pierde la referencia de las obras escritas en los siglos XIX y XX por Francisco Loscos Bernal, de Samper de Calanda, y José Pardo Sastrón, de Torrecilla de Alcañiz.


Fue su afición a la naturaleza lo que llevó a este ingeniero agrónomo que ahora vive de la jardinería a iniciar un proyecto que fue creciendo a medida que tomaba forma. "Yo quería hacer algo ágil y muy gráfico y al final han salido casi 1.000 páginas", explica. Pese a lo prolijo del trabajo, no están allí todas las plantas que existen aunque sí una gran mayoría. La obra, titulada ‘Plantas del Aragón árido’, verá la luz dentro de pocos días. Otro alcañizano, aunque afincado en Zaragoza, Carlos Muñoz, se ha hecho cargo del diseño del libro.


Aunque el trabajo de campo se ha hecho en el término de Alcañiz, las plantas que aparecen son, por extensión, las que se encuentran en todo el valle del Ebro. Es una vegetación acostumbrada a vivir con un régimen pluviométrico bajo y, por tanto, muy distinta a la que ofrecen las montañas pirenaicas.


Su obra recoge "rarezas" botánicas, como la ‘Logfia minima’, cuya presencia en la depresión del Ebro es excepcional y Carela la localiza en el monte Puig-Moreno. O la ‘Ophrys bilunulata’, escasísima en Aragón. La dirección 

https://www.facebook.com/plantasdelaragonarido permite conocer más sobre este trabajo.


Un "dineral"


Su empeño por recopilar en un libro información de plantas silvestres le ha costado, admite, "un dineral", al hacerse cargo él mismo de la edición. Pero el resultado le ha compensado. Además, el proyecto le ha permitido disfrutar del campo de Alcañiz, conocido por él desde niño, cuando era asiduo en las excursiones que organizaba el Colegio de los Padres Escolapios en el que estudiaba. Y es que Javier Carela adora Alcañiz. "Nunca me he planteado vivir en otro sitio. Tendrían que sacarme de aquí con bombas", dice.


Con vistas al futuro, Carela cree que su aportación servirá a generaciones venideras para medir los efectos del cambio climático, por ejemplo, si alguna de las plantas allí descritas desaparece. Todo se lo dedica a sus hijos: los miles de kilómetros recorridos a pie, en bici, en moto o en coche para identificar las especies, las muchas horas de trabajo y las noches sin dormir.