Zaragoza... ¿la harta?

Apenas un 4% de las frutas y verduras que comemos se produce en la huerta zaragozana, que ha perdido el 90%de su superficie tras ser urbanizada y reconvertida en pastos. Hacen falta nuevos hortelanos, pero cada vez es más difícil encontrar tierra fértil para poner en marcha un proyecto agrícola.

Huertos de alquiler en Zaragoza
Huertos de alquiler en Zaragoza
TERESA MARTÍN

No hay otra zona más fructífera, más productiva ni que cuente con mejores alimentos, pues es la región más privilegiada, más fértil y mejor situada", rezaba una crónica anónima de la Zaragoza musulmana. La ciudad del Ebro, por su clima benigno, su abundancia de agua y los continuos lodos que aportaban las crecidas del río, gozaba de una huerta tan fructífera que era apodada "la harta". Así de saciados y bien surtidos estaban sus habitantes. De las miles y miles de hectáreas de tierra fértil de entonces apenas quedan 11.000, y el 80% está dedicado al cultivo de la alfalfa. "Y eso que la población zaragozana no ha hecho más que crecer y crecer, pero no ha sido así la producción de frutas y verduras, hasta el punto que de las casi 70.000 toneladas que comercializó Mercazaragoza en 2014, apenas 3.000 procedían de nuestros campos. 67.000 fueron importadas de otros países", destaca Olga Conde, del servicio de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Zaragoza, que trabaja para recuperar el esplendor de la huerta mediante un proyecto de implantación de hortelanos en las inmediaciones de la ciudad. Se trata de un proyecto de formación de horticultores que forma parte del programa de desarrollo rural Life + de la Unión Europea. "La intención es demostrar que se puede crear una nueva generación de hortelanos que pueden crear una agricultura que aporte alimentos de cercanía, con buen sabor y calidad, para crear además puestos de trabajo". Una idea de sentido común que se puso en marcha el pasado año y que ya ha formado a 37 hortelanos (29 hombres y 8 mujeres) que participan en el programa formativo de la Escuela Agrícola Verde, creada en la Torre de Santa Engracia (Movera) y que actualmente se encuentra en la fase de acompañamiento y tutorías junto a los ingenieros agrícolas que imparten sus conocimientos.


En los planes del Ayuntamiento estaba concluir el curso, conseguir dos hectáreas de tierra fértil para cada agricultor, y empezar así la creación de la red de huertas Kilómetro Cero, que aportará hortalizas a mercados de toda la ciudad. "Pero la realidad ha sido otra –admite Olga Conde–, porque esa tierra, esas 11.000 hectáreas fértiles, no están disponibles. Y es debido a la expansión del urbanismo en los últimos años y al monocultivo de la alfalfa". Apenas quedan hectáreas destinadas a la huerta en Zaragoza: de las 2.600 hectáreas de 2003 apenas quedaban 300 en 2013. "La mayor parte de la tierra agrícola se dedica a la alfalfa por diversas razones:el precio de esta materia prima ha subido mucho en los últimos años y actualmente se exporta en su mayoría a los Emiratos Árabes, de manera que los productores tienen la cosecha vendida antes incluso de sembrar". Pocos propietarios se deciden a arrendar o vender sus tierras a estos nuevos agricultores, "porque les resulta más cómodo seguir alquilando los terrenos a los cuatro o cinco grandes empresarios que controlan toda la producción de alfalfa en Zaragoza –continúa Conde–. Y la Unión Europea tampoco ayuda mucho, porque ofrece un mensaje de doble dirección. Por un lado defiende la necesidad de demostrar que las ciudades pueden autoabastecerse con sus huertas, y por otro favorece con las subvenciones de la Política Agraria Comunitaria (PAC) el cultivo de forrajes. Y los cambios de la PAC de este año han obligado a los productores a arrendar incluso más tierras, lo que ha dejado a los nuevos agricultores sin apenas terreno".


Del tomate al ganado


En palabras de Jorge Hernández, responsable de Slow Food Aragón, "Zaragoza ha perdido en un siglo el poder de los alimentos. Actualmente producir comida supone una gran riqueza, pero la mala gestión o la incapacidad de ver las posibilidades de futuro nos han llevado a perder primero el poder de la hortaliza. Después, el poder del azúcar. Finalmente, el poder de la harina. Actualmente importamos casi todo y consumimos producto de muy baja calidad". Lo cierto es que desde hace ya un siglo la huerta zaragozana está en declive. Según Luis Germán, catedrático de la Universidad de Zaragoza, del departamento de Historia Económica, "nunca hemos tenido una industria de transformación de los productos de huerta, como en La Rioja o Navarra. Zaragoza se centró en la producción de azúcar en la primera mitad del siglo XX. Por otro lado, a nivel regional la huerta nunca tuvo un gran peso económico, ha sido siempre la ganadería y el cereal la principal fuente de riqueza. Y los cambios a partir de los cincuenta cambiaron todas las estrategias: se dejó de producir la remolacha para azúcar, y los regadíos se ocuparon por frutales. Y en los sesenta llegó capital norteamericano y se impulsó la ganadería con grandes mataderos. Al mismo tiempo, el consumo de carne aumentó en Aragón y muchos de los campos se transformaron para producir forrajes".


Los nuevos proyectos. 


El Ayuntamiento de Zaragoza ya ha encontrado algunas parcelas de tierra y confía en contar con varios agricultores implicados al 100% el año que viene. El siguiente paso será la distribución y venta de los productos "porque actualmente no existen los canales adecuados. No existe una estructura eficaz", advierte Mónica Herrera, técnico de Agroecología del Centro de Estudios Rurales y de Agricultura Internacional (Cerai). Para Herrera, "no tiene sentido aumentar la producción si no se consume esa fruta y verdura de calidad aquí, por lo que los esfuerzos pasan por crear una entidad colectiva, una central de abastecimiento que facilite la comercialización", similar a la Red de Huertas que propone el Ayuntamiento.


Ya existen proyectos que funcionan y que demuestran que el negocio es viable, al menos para la exportación. Es el caso de Gardeniers, proyecto social de Atades que desde hace tres años cultiva agricultura ecológica de temporada en una finca de ocho hectáreas en Alagón, donde trabajan 10 personas. "El mercado local empieza a crecer y se pueden hacer cosas muy interesantes –considera Félix Arrizabalaga, gerente de Atades–. Antes el cliente era el ecologista y ahora es el ciudadano que busca productos buenos para la salud y con el sabor de siempre". Gardeniers ampliará este verano su huerto en otras ocho hectáreas y prepara una nave envasadora que permita aprovechar los productos y ponerlos a la venta todo el año. "Hasta ahora había que enviar la producción a Navarra o Cataluña para envasarla, a un precio tan alto que casi nos obligaba a vender al doble. Ahora podremos envasar nosotros mismos y la planta será lo bastante grande para que otros productores de agricultura ecológica de Aragón la aprovechen y envasen sus productos. A precio de coste, claro está, nuestro objetivo es la economía social y creemos que juntos ganamos todos". Esa filosofía empresarial ha sido clave para la concesión esta semana a Gardeniers del premio Aragón, Empresa y Futuro, que conceden Ibercaja y HERALDO, en la categoría de empresa social. Y esa apuesta también les ha abierto la puertas a mercados como el danés o el alemán, donde se favorecen las relaciones con este tipo de proyectos. Y ya están en negociaciones con distribuidores de productos ecológicos de Bélgica y Holanda. Exportan sobre todo verdura de invierno, porque en los países más fríos resulta imposible de cultivar. "No ha sido fácil empezar, ni mantenerse. Los apoyos de las autoridades aragonesas han sido mínimos. Por eso dependemos del mercado exterior", reconoce Arrizabalaga. Por eso agradecen propuestas como el programa Life del Ayuntamiento. Así como la creación de establecimientos de venta... "Supone cambiar el sistema actual, que apenas genera puestos de trabajo y riqueza por otro más productivo, sano y lógico. Porque no es lógico que lo que comemos venga de países a miles de kilómetros teniendo aquí la tierra y los conocimientos. –destaca Olga Conde–. La alfalfa ocupa casi todas las tierras, pero no aporta puestos de trabajo. Una huerta sostenible y próspera supondría empleo. Ganaríamos en todos los sentidos".