Decepción con vistas al Mediterráneo

Más de 800 oscenses se desplazaron hasta Tarragona para animar a su equipo. Los que se quedaron en Huesca pudieron verlo en la terraza del Alcoraz.

Camacho saluda a los aficionados que esperaron la llegada del Huesca.
Camacho saluda a los aficionados que esperaron la llegada del Huesca.
rafael gobantes

La parte más alta del estadio fue la elegida por el Nástic de Tarragona para situar al casi un millar de aficionados que se desplazaron desde Huesca para presenciar en directo el partido. Lugar privilegiado para poder observar la costa, no tanto para alentar a tu equipo en una lucha desigual, ya que eran casi 13.000 las gargantas locales. Pero eso no impidió que los gritos de ‘Huesca, Huesca’ se impusieran en el ambiente en algunos tramos del encuentro, especialmente en la primera parte, cuando el partido pintaba más feliz para los de Tevenet de lo que luego se vio.


Ritmos de batucada recibieron los autobuses de ambos conjuntos. Muchos oscenses madrugaron para poder esperar la llegada del Huesca, que se hizo bastante de rogar –el equipo apareció sobre las 10.50–. Aunque los viajes programados llegaron incluso más tarde, a falta de un escaso cuarto de hora del pitido inicial.


Con el balón ya en juego y tras una buena primera parte, el gol de Lago Junior fue un jarro de agua fría para los oscenses, aunque la respuesta fueron bufandas al aire y aplausos. Un tanto todavía le daba el ascenso al Huesca. Había esperanza. Pero diez minutos después llegaría el segundo, y se alejaba la idea de acabar el domingo de celebración en la plaza de Navarra. El tercero fue el mazazo definitivo, que dejó sin ganas de aplaudir el de la honra, ya con el tiempo cumplido.


A pesar de ello, la despedida fue de ánimo, de esperanza ante la nueva oportunidad que se le presenta al equipo, que los jugadores agradecieron al termino del encuentro. «Estoy convencido de que juntos vamos a poder. Es un día difícil para nosotros y para ellos también, pero que tengan paciencia, que vamos a conseguirlo», aseguraba Fran Mérida.


Un mensaje extensible también al más de un centenar de aficionados de todas las edades que vieron el partido en la terraza del Alcoraz. El tercer gol fue demasiado castigo para muchos, que prefirieron evitarse los dolorosos minutos finales, pero con le espíritu también de que todavía queda una última bala.