Oleg Artémiev, cosmonauta: "Una nave espacial huele como el armario de la abuela"

Miembro de la Agencia Espacial Rusa (Riga, 1970), ha permanecido 169 días en el espacio. Ayer lo contó en una charla en el Caixaforum de Zaragoza.

Verla de lejos, ¿ayuda a comprender la Tierra?

Por supuesto Ayuda a entender que todos pertenecemos a la misma nación, todos somos terrícolas. Las fronteras las dibujan las personas, pero desde el cosmos no existen. Y nosotros vivimos en la estación como una gran familia.


En la Estación Espacial Internacional, ¿es donde mejor se llevan rusos y estadounidenses?

Creo que mejor que en cualquier otro sitio. Hemos tenido una convivencia muy estrecha con los americanos y jamás hemos tenido ni la más mínima discrepancia.


Conseguir ir al espacio, ¿es más bonito o más costoso?

Es difícil. Hay que tener mucha motivación. Mi preparación duró 11 años, pero hay quien está 18 o 22. Lo más complicado es esperar tu turno y, mientras, estudiar y estudiar. La técnica evoluciona muy rápido. Y tenemos pruebas de selectividad. Son 150 exámenes y caducan cada tres años.


Y luego está lo físico.

Los exámenes físicos se repiten con frecuencia y hay que estar preparado. Y también está la familia, que tiene que apoyarte y sacrificarse para que puedas ser astronauta.


Y que se pasa 170 días esperando que vuelva.

Hablaba cada día por teléfono con mi mujer. Y los domingos teníamos una conferencia tipo Skype de 15 minutos y podía ver a mi hijo.


Su misión espacial, ¿ha sido muy especial?

Gran parte de nuestro trabajo es el de un mecánico. Se necesita mucho mantenimiento para que la estación siga en el aire. También trabajamos para que dure más y pueda volar desde la órbita hacia otros planetas. Los planes de un astronauta son muy rígidos.


He visto fotos suyas afeitándose en la nave. ¿No es más fácil cortarse cuando no hay gravedad?

Yo me afeitaba en la Tierra con cuchillas desechables, y allí no podía llevarlas. Hubiera necesitado muchas y son difíciles de limpiar. Así que me pasé a una maquinilla eléctrica que además aspira los restos.


Por cierto, hay quien considera de gravedad gastarse tanto dinero en experimentos espaciales...

Es infinitamente más barato que una guerra. Si en los últimos 20 años hubiera reinado la paz, ya hubiéramos llegado a Marte y a planetas más lejanos del sistema solar.


Y ¿cómo ha sido la vuelta? ¿Le ha cambiado mucho la experiencia?

El protocolo obliga a estar seis meses de rehabilitación si has estado seis meses en el espacio. Esta semana he pasado los exámenes médicos y dijeron que puedo volver a subir al cosmos. Si no, podría volver a mi trabajo en la corporación Rocket and Space Energia, dedicada a producir cohetes espaciales.


Usted, ¿prefiere estar en las alturas o tener los pies sobre la tierra?

La verdad es que nosotros estamos un poco apartados de la vida, la vida real fluye por otro camino.


¿Son un poco marcianos?

Fíjese: durante el año, tenemos un mes de vacaciones, pero no se llaman así, sino ‘sanatorio’. Es más o menos un tratamiento de rehabilitación y preparación física.


En ‘Expediente X’ decían que la verdad está ahí fuera. ¿Qué hay ahí fuera, ahí arriba?

Es una sensación muy rara, empiezas a comprender la Tierra como un organismo vivo. La ves por la ventana, pero no puedes sacar la foto que refleje lo que estás viendo. Mucha gente que sube arriba empieza a creer en Dios.


¿Lo imaginaba así?

Uno no puede prepararse para ese tipo de sensaciones. Y todo el que ha volado quiere volver a hacerlo.


Una pregunta que nos hacemos en España: ¿a qué huelen las nubes?

Fuera, respiras puro oxígeno, te da una sensación de frescura. Y el olor en la nave es curioso, no del todo desagradable, pero un poco rancio. Se asemeja al de una despensa vieja, al armario de la abuela, hay muchos armarios y objetos. Sin embargo, cuando sales al espacio abierto y regresas, en la nave aparece un olor maravilloso a ozono.