En busca de Goya y de los cielos despejados

Los viajeros chinos se sienten atraídos por el genio de Fuendetodos, la historia del Trovador de la Aljafería, el paisaje... y los churros.

Son clientes especiales con gustos especiales. El abismo cultural que separa a China de Zaragoza se manifiesta en lo que demanda el turista que llega de este país oriental. De la capital aragonesa se sienten atraídos, como casi todos los viajeros que llegan, por la figura de Goya y su obra, por la Aljafería y por el mudéjar. Pero también tienen gustos algo más específicos. Acostumbrados al cielo oscurecido por la contaminación de las grandes ciudades chinas, adoran los paisajes con cielos despejados –en eso el cierzo ayuda–. Es habitual ver grupos tomando fotos del Ebro desde el puente de Piedra, y algunas visitas incluso se desplazan hasta el Monasterio de Piedra.


Poco dados al turismo de playa y sangría, allá por donde pasan se interesan por la historia y la cultura. En Zaragoza, entran en el Pilar y en la Seo, pero sobre todo se detienen en la Aljafería. Allí se fijan en la poco explotada historia de la torre del Trovador, escenario del drama romántico que escribió Antonio García Gutiérrez y que Giuseppe Verdi transformó en ópera inmortal en 1853. Los guías locales han adaptado sus relatos a estos visitantes, tanto a sus gustos como a los conocimientos culturales con los que llegan. "No se les puede hablar del mudéjar como a alguien de aquí", ejemplifica Inmaculada Armisén, directora del Patronato Municipal de Turismo. Encuentran a Goya en el Pilar, pero también en el museo recientemente bautizado con este nombre, en el hotel homónimo –el primero en tener el certificado Chinese Friendly– y, los grupos pequeños, en la cartuja de Aula Dei.


También les atrae la gastronomía, los productos como el jamón, el aceite o el vino y las comidas saludables con presencia de verduras. Como capricho, eligen los churros de la plaza de Sas, que consumen en cantidades considerables. Acostumbrados a un ritmo de vida muy distinto al mediterráneo, al visitante chino le llama la atención la vida en la calle, las terrazas de los bares, el tapeo y el comercio tradicional.


Según apuntan fuentes del sector turístico, se trata de un cliente "agradecido", pero también "buen negociador". "Atornillan bien con los precios", añaden las citadas fuentes.