Muere la bailarina rusa Maya Plisetskaya, gran diva del ballet clásico del siglo XX

Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2005, obtuvo la nacionalidad española por carta de naturaleza.
Creo el Ballet Imperial Ruso con el que llevaba a los escenarios clásicos como ‘Cascanueces’ o ‘Don Quijote’.

Maya Plisetskaya, en 2005, obtuvo en premio Príncipe de Asturias de las Artes.
Maya Plisetskaya, en 2005, obtuvo en premio Príncipe de Asturias de las Artes.
Félix Ordóñez/reuters

La gran bailarina de ballet clásico rusa Maya Plisetskaya falleció ayer víctima de una crisis cardiaca a los 89 años, anunció el director del teatro Bolshoi Vladimir Urin.


"Falleció a causa de una grave crisis cardiaca. Los doctores lo intentaron todo, pero no pudieron hacer nada", dijo Urin, citado por la agencia de prensa rusa TASS, precisando que había sido informado por el marido de la bailarina, el célebre compositor ruso Rodión Shchedrín.


Era no solo "el cisne", el "mejor" que "se deslizó" por un escenario, sino una "mujer que nunca rompió la ley, porque nunca la conoció", aseguró su agente y amigo desde hace 50 años, Ricardo Cue.


Con solo 18 años fue elegida primera bailarina del Bolshoi, la única en el mundo en lograr a tan temprana edad un puesto de tanta responsabilidad.


Plisetskaya viajó en 1983 con el Bolshoi por primera vez a España, donde ofreció algunas de las mejores piezas de su repertorio; dirigió lo que luego se convirtió en Compañía Nacional de Danza (CND) de 1987 a 1990, y 10 años más tarde, en noviembre de 1993, obtuvo la nacionalidad española por carta de naturaleza.

Grácil, enigmática, arrolladora, con una energía y una mirada que no desvelaba su edad, vivaz y de verbo fácil, la que fuera directora del Ballet Clásico Nacional de España no escondía lo que pensaba.


"Si en España hubiera un buen conjunto con grandes bailarines, grandes pedagogos y coreógrafos, y con buenos sueldos, evidentemente, nadie se iría de aquí", dijo en una entrevista justo antes de recibir un homenaje en el Teatro Real, en la que alabó las cualidades de los bailarines españoles.

Atraída por España

Siempre reconoció que su interés por España le venía desde niña, cuando interpretó ‘Don Quijote’, un amor que dejó plasmado en su autobiografía ‘Yo, Maya Plisetskaya’. "Este país es hermoso", decía mientras afirmaba que todo lo español le gustaba.


Dedicada a ofrecer conferencias y clases magistrales, le costó abandonar los escenarios a pesar de su edad, a los 82 años. Un férreo entrenamiento diario y el tesón de permanecer activa le llevaron a realizar una de sus grandes actuaciones, el día de su 75 cumpleaños, en una gala homenaje en el teatro que la vio nacer como bailarina, el Bolshoi de Moscú, con dos mini-ballets creados por el coreógrafo francés, Maurice Bejart.


Con una infancia difícil en la que vio morir a su padre fusilado por Stalin, al tiempo que su familia fue declarada "enemiga del pueblo", siempre reconoció el apoyo y la ayuda de su marido, el compositor Rodion Schedrín, sin el que confesaba "no hubiera podido salir adelante".


Condecorada por el presidente de Rusia, Vladimir Putin, con la Orden al Mérito, no dudó en apoyar la reelección del presidente Boris Yeltsin, en 1996, a pesar de que hasta entonces se había mantenido alejada de la política activa.


Venerada y aclamada por bailarines de todo el mundo, recogió con satisfacción y orgullo el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2005, con la satisfacción impregnada en el rostro al recibir tan prestigioso reconocimiento. Plisetskaya creó el Ballet Imperial Ruso con el que, cada Navidad, regresaba simbólicamente a los escenarios con clásicos como ‘Cascanueces’, ‘El lago de los cisnes’ o ‘Don Quijote’, obras en las que siempre brilló, además de con ‘Carmen’ de Bizet-Schedrín.


Siempre atenta a cualquier innovación, y conocida por su rechazo a los convencionalismos academicistas, le gustaba ver cómo los jóvenes bailarines realizaban nuevas versiones de ballets clásicos, argumentaba que le gustaría "que algún día alguien componga con la música del ‘Lago’ una pieza completamente nueva".


La bailarina consideraba que cada movimiento debía conmover el corazón, dejar una emoción en el alma, y sentenciaba "hay que bailar la música, no seguirla".