El Atlético pasa en los penaltis

Los colchoneros se clasifican para cuartos de final tras un partido de 120 minutos que mereció resolver con antelación.

La vida sigue siendo bella en el Calderón. Tras la victoria en la ida del Bayer (1-0), los penaltis resolvieron ayer un intenso drama de 120 minutos en el que el Atlético buscó más la gloria y el reconocimiento a su fe y entrega. El desenlace, tras los nervios, la incertidumbre y el miedo vivido, permitió seguir soñando a una afición que está emocionada con su equipo, que le permite soñar con retos que había olvidado. Su fútbol es de una belleza clásica, alejada de lo tradicional. Y es que el Atlético, vigente subcampeón europeo, ha elegido otros senderos para alcanzar la gloria. Y si es con Torres, que marcó el último penalti local, la felicidad es máxima.


Esos dichosos aficionados se sorprendieron horas antes al conocer que el aragonés Cani, con 69 minutos desde que llegó a rebufo de Torres, estaba elegido para protagonizar un rol principal en un día grande. Además del zaragozano, sin ritmo de juego, llamaba la atención la ubicación de Gámez como lateral izquierdo. Con ese argumento arrancó el primer acto. A la emoción habitual se le unió unos espectaculares efectos sonoros solicitados por Simeone. Los dos primeros córneres fueron celebrados como si el Calderón hubiese mutado en Ibrox Park. El duelo entró en la dinámica que gustaba a los alemanes, que interpretaban el papel de villanos por su posición de ventaja en la eliminatoria. Pese a agrupar a varias de las figuras con más capacidad técnica, la mezcla no funcionaba. El guión no era perfecto, ni mucho menos. De hecho, había agujeros pero no fueron aprovechados por Son. En uno de sus acercamientos se hizo daño Moyá. Un imprevisto, que hizo aparecer en el campo a un prometedor talento, relegado al segundo plano. Oblak quería ser el héroe del día, y lo sería, pero entonces apareció Mario para tapar de un plumazo las dudas que estaba generando en defensa. Un zurdazo que rozó en Toprak y entró en la red de Leno. Un botín entre tanto barrizal. Explosión de alegría y tensión en aumento. Tenía el Atlético una hora para conseguir otro gol, no parecía mal panorama para el espectador medio que disfruta viendo situaciones de nervios ajenas.Un Bayer encerrado

El entreacto sirvió para la charla habitual sobre la intensidad vista, la entrega y la incertidumbre del desenlace. Fútbol poco. Mucha emoción e intensidad. Apareció sobre el césped Raúl García. Su irrupción modificó el guión: aportó más vitalidad al juego local, aún poco fluido, y más peligro en área rival. Ambos parecieron olvidarse de que no marcar obligaba a media hora más de emoción. Parecía que solo las acciones a balón parado podían modificar el relato. El Bayer se encogía cada vez más.


Entonces Simeone llamó a Torres, que debutó en Champions como atlético. Se desató la locura pero su presencia no evitó el tiempo extra. Antes de que empezara, la afición madrileña animó a los suyos que estaban arremolinados en torno al Cholo junto al círculo central para luego exigirle una dosis extra de testiculina. Schmidt hizo dos cambios para cerrar con cinco atrás, amarrando la opción de los once metros. Leno aportó al plan de su técnico, basado en faltas tácticas, y frenó un disparo de Raúl García. Con tanto cansancio un error parecía más probable y decisivo que un acierto. Rolfes rozó la gloria con un obús lejano pero los penaltis figuraban en el inconsciente colectivo desde hacía muchos minutos. La grada cantó a Luis Aragonés y a Oblak, que paró el siguiente al fallo de Raúl. Tras completarse las sonrisas (locales) y lágrimas (visitantes) botó el Calderón, que olvidó sus miedos de prórrogas y penaltis.