El genocidio ignorado

Las víctimas de la primera gran matanza del siglo XX no fueron los judíos:1,2 millones de armenios muertos hace 100 años y Turquía sigue sin reconocerlo.

Huérfanos armenios
Huérfanos armenios

No hubo cámaras de gas ni hornos crematorios pero sí un propósito deliberado de aniquilación y un balance estremecedor: 1,2 millones de muertos, según los cómputos más templados. Lo que ocurrió hace un siglo en el corazón del Imperio otomano fue un genocidio en toda regla aunque por aquel entonces el término no había sido todavía acuñado. Basta acercarse al museo levantado en memoria de las víctimas en Ereván, la capital de Armenia, para percibir la magnitud de la catástrofe. El periodista Xavier Moret se confiesa aún conmovido: "Hubo ejecuciones en masa y una lista interminable de barbaridades, desde niñas crucificadas por ser cristianas a mujeres quemadas vivas". Pero la escena que no se le va de la cabeza se la contaron de viva voz: "Uno de los deportados se quejó porque iba andando por el desierto sin calzado, así que los turcos cogieron unas herraduras, se las clavaron en los pies y le dejaron medio desangrado en mitad de la arena diciéndole que ya podía empezar a andar".


Armenia y Turquía son dos países distintos pero entonces formaban parte de un Imperio otomano a punto de desmoronarse. "La conciencia de identidad de los armenios era fuerte porque tenían su propio idioma, su cultura y además eran mayoritariamente cristianos", explica Francisco Javier Capistegui, profesor de Historia de la Universidad de Navarra. "Las tensiones venían de tiempo atrás, desde 1896 ya hubo persecuciones por parte de los turcos que dejaron cientos de miles de víctimas". Las cosas se pusieron feas de verdad cuando estalló la I Guerra Mundial y quedaron en medio de dos enemigos: Rusia y el Imperio otomano. "La mayoría de los armenios se alistó por obligación en el bando otomano pero hubo muchos que se enrolaron voluntarios con los rusos".


Aquello terminó de inclinar la balanza hacia sus detractores. Los Jóvenes Turcos, la facción que se había hecho con el poder, concluyeron que había que poner fin al "problema armenio" y dictaron las primeras deportaciones masivas. Se calcula que había entre 2 y 2,5 millones: solo quedó medio millón. Los demás huyeron o fueron aniquilados. "Se utilizaron trenes para transportar a los deportados en una imagen que anticipó lo que ocurriría más tarde con los judíos", apunta el historiador. "Muchas órdenes de deportación encubrían ejecuciones puras y duras: según salían de los pueblos lo fusilaban". Los autores eran paramilitares de los Jóvenes Turcos, detalla el historiador Carlos Larrínaga, de la Universidad de Granada. Los que no eran directamente fusilados eran trasladados a campos de concentración en áreas desérticas donde morían. Y el mundo cerró lo ojos, enfrascado en un conflicto que dejó 20 millones de muertos.


Diáspora poderosa


Aquella cruel persecución llevó a que haya más armenios fuera que dentro del país, miles de personas que terminaron en Rusia, Estados Unidos, Francia e Irán, donde formaron comunidades con una gran influencia. Ocho de los doce millones que hay repartidos por el planeta forman parte de la diáspora. Todos tienen un fuerte sentimiento de identidad y se enorgullecen de conservar su idioma. Los descendientes idealizan su tierra y suelen llevarse un chasco cuando pisan por primera vez sus calles. "Es un país con pocos recursos económicos", aclara el periodista Xavier Moret, a quien le impactó el peso que el genocidio sigue teniendo en la memoria colectiva: "Pensaba hacer un libro de viaje, pero la matanza tiene aún tanta presencia que al final se ha colado entre las páginas". Entre los muchos testimonios de la masacre que recoge, destaca el de un hombre de 103 años que tenía 5 cuando los turcos mataron a sus padres y que conservaba un recuerdo preciso de la tragedia que marcó su vida.


En Ereván se conmemora el centenario del genocidio, cuyo inicio se fecha el 24 de abril de 1915, cuando las autoridades turcas ordenaron la captura de 235 armenios en Estambul. Quieren que el aniversario se convierta en el recordatorio de una de las masacres más desconocidas, al tiempo que confían en que se multipliquen las presiones para que los turcos reconozcan que sus antepasados llevaron a cabo un genocidio. El término fue acuñado en 1944 por un jurista polaco que perdió 43 parientes en los campos de exterminio nazis. Viene de ‘genos’, que en griego significa tribu o raza, y el sufijo latino ‘cidi’, del verbo ‘caedere’ (matar).


Aunque el Gobierno turco ha expresado sus condolencias a los armenios, siempre se ha resistido a admitir que fue una matanza planificada. El reconocimiento del genocidio, además, sería el detonante de una cadena de reclamaciones de dimensiones insospechadas. A las derivadas de posibles crímenes contra la humanidad habría que sumar la confiscación masiva de las propiedades de las víctimas, tanto de las asesinadas como de las que huyeron. Por ello, Turquía lleva tiempo esforzándose en amortiguar la resonancia del impacto: pese a que algunos países (26) han proclamado oficialmente que hubo un genocidio turco contra los armenios, la mayoría de la comunidad internacional prefiere mirar para otro lado. España, al igual que EE. UU., aliado preferente de Turquía, ha optado por no mojarse.