Arte y creatividad, el mejor capital

Tres proyectos alrededor del circo, la música y la fotografía inauguran la Semana contra el Racismo.

En la Casa de las Culturas de Zaragoza, la celebración de la Semana contra el Racismo es algo así como su gran fiesta anual, un momento de encuentro para poner al día de qué forma la convivencia le está ganando terreno a la discriminación. Su responsable, Mercedes Nicolás, recordó ayer que desde 1998 se viene celebrando esta actividad en Zaragoza. Y cada año, con un tema diferente. En esta edición, ‘El arte como herramienta de transformación y cambio social’.


Cuatro invitados reflexionaron sobre este argumento, pero la imagen que mejor resumió la idea de que el arte transforma a los seres humanos la ofrecieron nueve alumnos del colegio Nuestra Señora del Carmen y San José y su profesora Rebeca. Minutos antes de que empezase la mesa redonda, ellos ensayaban los números circenses que iban a mostrar al público.


Las acrobacias y los malabares con sus propias zapatillas fueron el mejor preámbulo posible. Y eso que como reconocía Javier Gracia, de la Escuela de Circo Social del Casco Histórico, "no se pretendía en ningún momento hacer una exhibición prodigiosa de técnica sino que los chicos se lo pasaran bien y disfrutasen". Y vaya si lo consiguieron. Demostraron sus habilidades y se llevaron la mejor recompensa posible: una gran ovación.


Javier explicó que esta peculiar escuela empezó a funcionar en 2012 en los barrios de San Pablo y la Magdalena. "Hemos conseguido que haya actividades regulares relacionadas con el circo durante todo el curso y en dos colegios, el Carmen y San José y Tenerías, se han incorporado como una extraescolar". Más de 100 niños de decenas de nacionalidades trabajando técnicas de danza y teatro, acrobacia, equilibrios y malabares. Eso sí, todo centrado en el juego, tal y como demostraron durante su actuación.


Al artista, docente y gestor cultural Sergio Muro no le resultó difícil hablar del arte como motor de cambio social. Es a lo que se dedica desde hace tiempo, pero le gustaría que "llegase mucho más a los colegios porque tiene esa capacidad para transformar a las personas y a la propia sociedad". "El verdadero capital está en la creatividad de la gente", sentenció.


Incluso desde una visión del mundo capitalista, abogó por dar un mayor impulso a los proyectos de educación creativa. "Un tiempo de crisis como el actual lo que implica, entre otras muchas cosas, es un momento de oportunidades, y ahí es donde las empresas deberían incidir más porque hacen falta trabajadores creativos para dar respuestas distintas".


La fotógrafa Ana Palacios ofreció una visión diferente, la que ella vivió durante dos meses en Uganda en un proyecto de la ONG In Movement. "Niños en riesgo de exclusión social trabajando la pintura, la fotografía o el baile, no para conseguir artistas, sino para ganar en autoestima y seguridad fomentando un pensamiento crítico". De esta forma resumía su experiencia en Kampala y aunque al principio no creía demasiado en el proyecto, ayer hacía una valoración muy distinta: "Les acompañé en sus rutinas durante dos meses y el hecho de que aprendiesen estas disciplinas ha marcado una diferencia clarísima en su educación respecto a otros niños".


El círculo de este acto inaugural de la Semana contra el Racismo se cerró con el protagonismo de un nuevo argumento artístico: la música. En el Casco Histórico se creó el año pasado la Orquesta Social, un proyecto educativo, comunitario y participativo que en muy poco tiempo ha crecido mucho. Su responsable, Ludmila Mercerón, se acercó con unos cuantos alumnos a la Casa de las Culturas para ofrecer unas pinceladas de su talento emergente. Han partido de la percusión; están evolucionando hacia arreglos melódicos sencillos y el tiempo dirá si llegan a niveles musicales más complejos. El camino por recorrer es largo pero la ilusión de estos jóvenes artistas seguro que les ayudará. Lo dicho, el arte como herramienta para el cambio social y la transformación.