Kjaerstad: pulsión de hielo vital

Nórdica presenta en españa una gran novela: ‘el seductor’

Portada de 'El seductor'.
Kjaerstad: pulsión de hielo vital
Nórdica

Hay varias maneras de ver una obra. Que se pueda analizar desde diferentes perspectivas da idea del trabajo que ha llevado escribir la novela. Y lo que ocurre con ‘El seductor’ (Traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo) es que se puede destripar desde un punto de vista sexual, o desde el afectivo, o desde el social o todavía desde más ángulos. De lo que no queda duda, y aunque fue escrita en noruego hace veinte años y no había teléfonos móviles, es hoy en castellano al ser traducida, novedad y novela actual porque de lo que trata es universal y atemporal. Como dice su autor, Jan Kjaerstad, en la solapa del libro, la literatura no refleja la realidad, es la realidad. Y a partir de esa declaración de intenciones tan frontal como honesta entrega un texto no solo amplio en extensión. Se bifurca en el tiempo, se adentra en la pulsión, no solo la sexual, se traza el bosquejo de la mente que toda persona atesora y entonces el lector entra en su yo de la mano de esta novela.


Con escenas que podrían llevarse al cine pero que dada la vastedad de la obra, trasciende una pantalla plana y se introduce en los recovecos, en las arrugas que todo lector tiene para contarle de todo menos una milonga. Una realidad echada en largo y tiento, que convulsiona de forma épica en el partido de tenis del protagonista con su suegro, por poner un ejemplo de lo que da este libro. Una fuerza suplementaria para comprender al hombre exitoso que repasa su vida y por tanto muestra sus fallas y aunque no lo desee, los cimientos de su carácter. Punto para el autor que ya solo por eso merece la pena ser leído. Si además el lector se da, recibirá un set de realidad en forma de verdades que parecen llegadas por casualidad cuando en verdad son por causalidad. Así que con el punto, el set y el descubrimiento –porque muchas veces la ceguera mental es peor que la visual–, de lo que constituye a la persona, en este caso a Jonas, el protagonista; la lectura de esta novela declara en voz baja pero indeleble lo que es Noruega, o lo que es una sociedad occidental o un continente que para no ir a la deriva lee obras como estas, de las que amplían campo sin apocalipsis, dan aire sin abrir ventanas y dan posibilidades que derriten a la persona-hielo que todos creemos ser. Y derrite porque en unos capítulos aplica el soplete de la sinceridad mental para luego hacer de otro capítulo, el cubito de hielo que necesitamos cuando sufrimos un percance. Lectura bastón por lo que ayuda a comprender al ser humano aunque sea a través del barniz de la fama que el trabajo de Jonas le ha dado. Sí, ‘El seductor’ seduce, pero no deja a nadie con cara de bobo ni al otro con cara de listillo. Acierto máximo para el autor que con la primera novela de su trilogía volcada al castellano ha dado un buen revolcón al lector que no quiere ver la realidad. Aunque se llame literatura.