El escultor turolense Fernando Navarro sugiere 'Un viaje a la utopía' en la Lonja

Inauguró ayer una retrospectiva que recorre 40 años de carrera a través de 70 piezas

Fernando Navarro, ayer, junto a una de sus obras.
Fernando Navarro, ayer, junto a una de sus obras.
José Miguel Marco

Con un estilo personal, pero siempre en evolución, Fernando Navarro (Andorra, Teruel, 1944) es toda una referencia en la escultura aragonesa de finales del siglo XXy principios del XXI. Ha realizado numerosas exposiciones individuales pero popularmente es muy conocido por su obra pública, presente en numerosas localidades de la geografía aragonesa, desde Sabiñánigo a Calaceite, pasando por Agüero o Cuarte de Huerva. Su ‘Puesta de sol’, la monumental escultura que luce en los enlaces de Vía Hispanidad con la carretera de Madrid, es contemplada cada día por miles de zaragozanos.


Fernando Navarro ha echado la vista atrás y ha resumido su pasión escultórica en ‘Un viaje a la utopía’, la exposición que se inauguró ayer en la Lonja y que reúne 70 obras realizadas entre 1974 y 2014. Una muestra que invita al aplauso pero que tiene, también, mucho de descubrimiento. Ver reunida una selección tan amplia de la obra de Navarro no hace sino poner de relieve su compromiso con la creación.


Según aseguraba ayer Rafael Ordóñez, jefe del servicio de Cultura del Ayuntamiento de Zaragoza, "Navarro es sin ninguna duda uno de los artistas aragoneses más singulares de los últimos años años.Pintor, fotógrafo, escultor, autor de numerosos collages y escultor, su principal característica es que ha sabido conciliar y mantener activos algunos de los grandes recursos conceptuales del arte. En su obra pueden rastrearse gestos del dadaísmo, el surrealismo, el expresionismo, el arte mínimo y el pop, siendo siempre fiel a sí mismo. En cierta medida, su obra resume toda la centuria".


Fernando Navarro recorría ayer la Lonja con una chispa en los ojos, contento con lo que estaba viendo. Pero no se mordía la lengua al confesar: "Aquí estoy yo y mi relación con la escultura en los últimos 40 años. Pero reconozco que a mí me hubiera gustado más ser pintor. Y, más aún que pintor, escritor. Y creo que eso se nota en todo lo que he hecho".

En busca de la esencia

Su obra bebe en muchos manantiales y refleja, sí, su pasión por la pintura (a lo largo de todo el recorrido hay varias obras que son, en realidad, collages en tres dimensiones) y la literatura, presente en los títulos de algunas piezas y en numerosos guiños al lector, ya sea empleando retratos de Virgina Woolf o poniendo a sus obras títulos de libros de José Donoso, al que conoció en Calaceite.


El recorrido por la Lonja está articulado en salas o espacios consagrados a las distintas etapas creativas del escultor. Dan la bienvenida al visitante una selección de piezas realizadas a mediados de los 70, cuando empezó a darse a conocer como escultor tras entrar en el Equipo LT, que formaban el pintor Antonio de la Iglesia y el fotógrafo Luis Alberto Pomarón. El grupo contribuyó a renovar y agitar el panorama artístico zaragozano junto a Azuda 40, Algarada o Forma. Equipo LT había recibido su nombre de una revista que el grupo pensaba publicar pero de la que no llegó a aparecer ni siquiera el primer número. Se iba a titular ‘La Lorenza en el tejado’. Las obras de Fernando Navarro en aquella etapa eran volúmenes cerrados, cosidos con enormes grapas, y estéticamente jugaban con las texturas de óxidos y soldaduras.


"Cuando murió Franco me llegó el color", aseguraba ayer Navarro. Y a finales de los 70 los volúmenes cerrados desaparecieron y su estudio se llenó de chapas metálicas que componía y doblaba formando estructuras abiertas y ligeras, pintadas en rojo, negro, azul y amarillo.

Hasta la obra reciente

A mediados de los 80 inició una nueva etapa (también representada con espacio propio en la exposición) marcada por la fragmentación y el uso de la esfera. Y a finales de esa época llegó la depuración, el regreso al orden, la geometría y el concepto. Fue también cuando surgió, según lo definía ayer Ordóñez, el ‘verde Navarro’, un nuevo color para su paleta cromática. También llegó el blanco, y las esculturas basadas en la utilización de dos elementos iguales pero dispuestos especularmente.


En los 90, cuando buena parte de su producción se centró en el collage, realizó esculturas con cartón y madera, a las cuales incorporaba collages fotográficos. Y volvió a los volumenes cerrados. El recorrido se cierra con dos salas dedicadas a la obra reciente, muy distinta a la del comienzo pero con fuertes lazos de unión.

"Yo la escultura la utilizo como terapia –señalaba ayer Navarro–. Llegué a ella un poco por casualidad, pero enseguida no me pude desenganchar. Me fue atrapando. Ahora miro todo el camino recorrido y lo que veo es trabajo. Mucho trabajo".