Jardiel Poncela: el teatro o la vida

Víctor Olmos se aproxima a la biografía definitiva de este dramaturgo que murió arruinado.

Víctor Meneses
Jardiel Poncela: el teatro o la vida

Monumental rastreo el de Víctor Olmos, periodista, biógrafo e historiador de la prensa, para dar cuenta de la excepcional pasión literaria y sobre todo teatral de Enrique Jardiel Poncela (1901-1952). No sorprende por ello que busque con su libro una "biografía definitiva", según él mismo confiesa. Se trata en cualquier caso de una indagación exhaustiva y minuciosa no tanto desde una perspectiva literaria como histórica, en la que describe a veces con tensión novelesca la turbulenta relación de Jardiel con su tiempo. Olmos da cuenta detallada de los logros y los fracasos de un dramaturgo, novelista y poeta que se escapa casi sin pretenderlo de cualquier etiqueta. Su corta vida fue más que nada un enorme testimonio de entrega a la escritura, una persecución desaforada del éxito.


Clasista y conversador en política, de moral disoluta en su vida y en su obra (fue padre de cuatro hijos de otras tantas mujeres sin casarse nunca), en los años republicanos se le tildó en ocasiones de superficial, mientras que después la censura franquista tachó o corrigió a menudo sus diálogos teatrales e impidió la reedición de sus novelas hasta 1960. No puede negársele que fuera vanguardista decidido en las formas y a menudo también en la consideración de los temas, renovador por antonomasia de la comedia en España.


Fue, en definitiva, un hombre de teatro desde todos los puntos de vista, como empresario, director de escena y sobre todo escritor, que vivió (y se desvivió) por que sus creaciones lograran siempre un punto más de sorpresa, de innovación, de ingenio. Un riesgo que con frecuencia no entendió el público ni agradeció la crítica. De éxitos clamorosos a rotundos fracasos, o viceversa, pasaba Jardiel en pocos meses. Particularmente ingratos fueron sus últimos años -enfermo, arruinado y abroncado en los estrenos- hasta el punto de que dejó escrito con amargura: "Mi muerte es un asesinato colectivo".


Víctor Olmos revisa los comentarios críticos que merecieron cada una de sus piezas y así se percibe desde dentro las tensiones estéticas y morales que provocaron sus títulos. Se constata paso a paso cómo Jardiel se convierte en un fenómeno literario excepcional pero también cómo se desmorona al final de su vida. Jardiel construyó su propio público, y él era muy consciente de ello, pero un público que no siempre pudo o supo seguirle en sus constantes vueltas de tuerca. En ocasiones, se le acusó de reiterativo, en otras de excesivamente avanzado en el tratamiento de las relaciones amorosas, el gran tema de su toda su producción. Con todo, nunca le faltaron detalles de reconocimiento o consuelo. Fernando Fernán Gómez le envió a su domicilio discreta y diariamente un sobre con dinero en los momentos finales y más amargos. Alfonso Sastre, entonces joven autor ya de ideas contrapuestas a Jardiel, decía de él en 1949 que constituía "el fenómeno teatral más importante de España desde hace muchos años" y "el único que ha conseguido que la juventud entre en el teatro". Olmos dedica su último capítulo a repasar las ediciones, reposiciones, homenajes o reconocimientos que ha merecido la obra jardeliana hasta nuestros días. Y todo parece indicar que la posteridad ha sido más generosa con las creaciones de Jardiel que lo fue su propio tiempo. Y es que el empeño teatral de Jardiel Poncela, con sus limitaciones y encorsetamientos, constituye un episodio literario fuera de lo común en España y los recientes estudios o reediciones invitan a pensar que su obra sigue en muchos sentidos vigente.


Resulta curioso recordar que Jardiel mantuvo siempre una relación cercana con Aragón. Su padre, Enrique Jardiel Agustín, periodista y ocasional escritor, era natural de Quinto de Ebro. Ahí pasó Jardiel Poncela los veranos de su infancia y juventud e incluso algunas temporadas dedicadas a la agricultura y a la caza; ahí está enterrada su madre. Tal vez por ello, el dramaturgo, más agnóstico que creyente, se obsesionó a última hora por acudir a la Virgen del Pilar en busca de su salud perdida. Incluso se propuso componer un poema en honor de la Virgen que pretendía que fuera "lo mejor que haya escrito en mi vida".


La publicación del estudio de Olmos ha coincidido en las librerías con otro trabajo (reseñado aquí por el poeta Miguel Ángel Yusta) dedicado a Jardiel, ‘Jardiel y la risa inteligente’ (Dolce Robles), de Enrique Gallud Jardiel, nieto del dramaturgo y estudioso de referencia de su obra desde hace años. Las dos investigaciones se complementan, sin duda, porque la producción jardeliana admite de buen grado enfoques distintos. La edición de Renacimiento que comentamos destaca por su pulcritud y cuidado e incluye un sugerente álbum de fotos de Jardiel Poncela, su familia y amigos.