Muere Lola Pardo, una espía aliada
Canfranquesa, de 88 años, fue designada por el jefe de la aduana francesa, Albert Le Lay, para llevar secretos de la Resistencia entre Canfranc y Zaragoza
"Ha sido fulminante, se nos ha quedado en los brazos", comentó su yerno, quien le realizó maniobras de reanimación hasta que llegó la ambulancia sin poder evitar su muerte. El funeral y el entierro de Pardo, que nació en Canfranc hace 88 años, se celebrarán hoy a las 16.00 en la catedral de Jaca.
El pasado octubre, el Ayuntamiento de Canfranc y la comarca de la Jacetania homenajearon a la fallecida, a las familias Astier y Le Lay y a Simone Causaubone por haber contribuido a la lucha por la libertad frente al nazismo en los años de la contienda mundial. Pero ella no pudo acudir por su estado de salud y estuvo su hija Lola Bonilla para recoger una placa de recuerdo.
El acto multitudinario coincidió con las primeras jornadas históricas, que se celebraron en octubre ante el monumento inaugurado el año pasado. Se reconoció el valor de los miembros de las redes establecidas en Canfranc para ayudar a cientos de personas perseguidas por los nazis, en su mayoría judíos, que lograron poner su vida a salvo pasando por este enclave fronterizo.
"Llevé secretos y no lo conté"
El silencio que guardó 60 años se rompió el 27 de abril de 2002 en la estación de Canfranc durante la presentación de un libro sobre el paso del oro nazi por la frontera aragonesa. "Donde usted pone el punto y final, yo puedo contarle la continuación de la historia porque colaboré con mis hermanas con monsieur Le Lay en llevar secretos de los aliados", comentó Lola Pardo.
Durante varios encuentros, ella contó que el jefe de la aduana francesa (condecorado por la Resistencia y los gobiernos de Francia y Estados Unidos) les explicó que iban a llevar correspondencia clandestina y les avisó que era peligroso. "Nos pidió que, si nos detenían, no debíamos decir nunca nada. Mi hermana Pilar era muy miedosa y por eso me pedía que le acompañara (Lola tenía 17 años) porque yo era más echada para adelante", agregó. Los documentos iban escondidos en cajas escondidas en la faja y se los llevaban a otro contacto en Zaragoza, el páter Planillos, un cura militar. La red resistió hasta que la Gestapo alemana persiguió a Albert Le Lay en septiembre de 1943 desde Canfranc hasta Madrid.
Lola y sus hermanas recibieron en medio de la euforia al jefe de la aduana francesa a su regreso en 1945 porque habían contribuido a la libertad con la red de espionaje. Por suerte no fueron detenidos en medio de toda la vigilancia que tenían encima. Los alemanes controlaban la estación desde 1941 para vigilar el tránsito de oro nazi a cambio del wolframio, y desde noviembre de 1942 hubo una brigada de las tropas de Hitler destinada allí.
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