Pilar Ariza: "siempre me ha gustado lo que se sale de la línea contínua"

Alma de la gestión cultural de Zaragoza, vive "una segunda oportunidad" en el Teatro Arbolé.

Pilar Ariza: "siempre me ha gustado lo que se sale de la línea contínua"
Pilar Ariza: "siempre me ha gustado lo que se sale de la línea contínua"
Oliver Duch

Dice que ve la Cultura por tierra, que ese 21 % de IVA es una aberración y recuerda que ya lucharon por quitar el 18% en tiempos de Felipe González. Pilar Ariza, ‘Pirula’, es mucho más que una leyenda viva del teatro a la que la Zaragoza cultural le debe mucho, casi todo desde su gestión durante más de tras décadas en el Ayuntamiento. Precursora de la Red de Teatros Públicos y coordinadora de la misma, estuvo al frente del Teatro del Mercado, fue la sombra de Ángel Anadón, eterno director del Principal; consejera del Ministerio de Cultura con Carmen Alborch... y muy crítica, tanto que le lleva a decir que ningún gobierno de este país se ha interesado por la Cultura porque ésta es de gentes incómodas, pepitos grillos siempre molestos. Porque ella es así, inquieta y muy libre; soñadora con los pies en la tierra que siempre quiso volar y que lo lograba cada verano en Francia, donde iba a casa de unos amigos a aprender francés, y después, recién casada, en los setenta, en la Inglaterra más vanguardista, donde vivió cinco años y trabajó en una fábrica cosiendo pantalones y dando clases de español en un internado, pero donde tampoco abandonó ese teatro que descubrió de niña en la parroquia de Torrero, donde vivía. Y lo lleva tan dentro, que a sus 72 años sigue, "colaboro con el Teatro Arbolé, y ya no concibo la vida sin él, es un regalo en ésta época de mi vida, una segunda oportunidad", en lo que más le gusta, el teatro alternativo y las marionetas.


Lo dice sin nostalgia, pero manteniendo firme también el otro pilar fundamental sobre el que ha construido su vida: su libertad. Hija de militar, nació en Badajoz, vivió en Melilla y creció en Zaragoza y una obra en el Teatro Principal hecha con solo unas manos (‘Las manos de Eurílice’) le desvelaron una vocación que ya intuía con apenas 15 años, gracias, también, al hermano de una amiga, director del TEU, el teatro universitario, y que marcó su vida.


Desde entonces todo ha sido pasión por él y para él.

Recuerda, también, que fue una estudiante perezosa que comenzó Historia del Arte, y abandonó "pero creo que he acabado la carrera dos o tres veces a lo largo de mi vida, porque nunca he dejado de leer y de interesarme por la Historia, conocer cuál es nuestro pasado, que es fundamental para conocer el presente". Hizo después Enfermería, quiso ir de cooperante a Costa de Marfil y trabajó en el Provincial, pero lo dejó "porque nunca he soportado ver el dolor en el hombre".


Su vida en Inglaterra le devolvió a una España a punto de renacer, y por esas cosas que tiene la vida, o el destino, o lo que sea, un encuentro casual el mismo día de su regreso le llevó de nuevo al teatro y a la esencia misma de su vida. Hoy se vuelca en sus nietos y en Arbolé y solo añora no poder seguir husmeando y descubrir nuevos grupos que hagan disfrutar al público y ese sentir que ‘sí’, que ha acertado.


Intentar resumir la vida de esta mujer es imposible, porque gracias a ella hemos podido admirar antes que nadie a grupos después consagrados, como Tricicle, La Fura dels Baus, Dagoll Dagom..., "porque siempre me ha gustado buscar otras propuestas, arriesgarme, apostar, y me he movido mucho y creo que hay personas que nacen con una predisposición a ver, con ganas de aprender; no hay secreto, porque las cosas están ahí y consiste en encontrarlas. Y a mi me ha gustado todo lo que se saliese de la línea continua". Lo dice desde su vieja rebeldía, desde la convicción de quien reconoce que encontró a su marido en el teatro, porque éste le ha dado "lo que yo quería ser en esta vida, progresista, libre, creadora". Por ello, comenzó a ser actriz, "porque era una forma de salirme de los convencionalismos que existían en la vida cotidiana, porque a mis 18 años la dictadura estaba en pleno apogeo de las prohibiciones. Comencé en el Teatro de Cámara y en el Teatro Estable, pero nunca he servido para ser actriz, nunca". Y siguió el Teatro del Sable, "cuando se disolvió el de Cámara a causa de la censura, porque era imposible concebir que un texto saliese adelante; y luego ya estuve con el Estable hasta el año 1971, que me fui a Inglaterra", porque "mis padres no me educaron en esa ambición de libertad, porque ellos tampoco habían tenido esa educación, y salí y me mezclé con gente de la que succioné todo lo que pude, en el buen sentido, y tenía ganas de volar y marcharme porque el ambiente aquí era opresivo. Porque, ¿se imagina estar en el Pirineo en un bar perdido en la montaña, que vayas en pantalón corto y un agente de la autoridad se acerque a ti y te obligue a que te pongas uno largo? A mi me supuso tomar un decisión importante, porque no podía aguantar esa imposición".


Alma, corazón y vida


Su regreso fue proverbial para la Cultura zaragozana porque por esas cosas del azar, por su vehemencia a la hora de defender ante el Ayuntamiento la necesidad de municipalizar el Teatro Principal fue fichada para la gestión cultural. Era 1980. Desde entonces y hasta 2013, "me he dejado el alma, el corazón y la vida", dice. Con ella, fueron muchas las ocasiones en las que se colgaban carteles de ‘no hay entradas’ y fue cicerone indispensable para todo el que venía aquí, "y por aquí vinieron los mejores. Recuerdo el Rincón de Goya con mucho cariño, un espacio natural maravilloso, con sus actuaciones viendo la luna. Pasaron Camarón, Paco de Lucía, Leonard Cohen...". Grandes con los que hizo buena amistad, como con Nuria Espert, "porque en el teatro se hacen muchas amistades, suele ser gente muy estupenda que no se dedica al teatro por casualidad, sino porque tiene una sensibilidad especial". Y habla de Jeanne Moureu, "una mujer con una fuerza tremenda, cuya presencia lo llena todo, con los pies en el suelo, y que puede hablar de patatas fritas y parecer que te recita a Lope de Vega".


Así es Pilar Ariza, ‘Pirula’, que pide que le hagan las fotos en Arbolé, que tanto le recuerda a su mundo alternativo del Teatro del Mercado, y que termina reivindicando la experiencia como un plus tristemente olvidado en esta vida de hoy, acelerada y demasiado volcada en jóvenes aún por formar, recordando lo que Maya Plisetkaya, la gran dama de la danza rusa que fue directora del Ballet Nacional, le comentó, que una bailarina está en su apogeo a los 40, "porque ya tenido un recorrido vital, algo fundamental para poder expresar, sentir un personaje, porque ésta es la clave del éxito en este mundo del teatro o la danza...: hay que haber absorbido la vida para poder expresarla". Y vuelve de nuevo a su mundo de ahora, a su música clásica, a su teatro alternativo, sus marionetas, sus plantas... y sus adorados nietos.