Gervasio: la fotografía comprometida

Exposición antológica que recoge la obra fotoperiodística del artista de Heraldo desde 1984.

Ciudad de Guatemala (Guatemala), Noviembre de 1990.  El día de difuntos: color y dolor.
Gervasio: la fotografía comprometida
Gervasio Sánchez

Hace un tiempo en una feria de arte, en la de Basilea, si no recuerdo mal, premiaban a alguna pareja de visitantes con un viaje y una comida en El Bulli de Ferrán Adrià; también hemos visto en el Guggenheim de Bilbao exposiciones de motocicletas fabulosas o desfiles de moda. La lista de estos acontecimientos podría ser más larga. A muchos les sorprenden estas cosas porque consideran que el arte tiene unas pautas inamovibles. No es algo nuevo, recordemos que hasta no hace mucho tiempo se hablaba de artes mayores y artes menores o decorativas y en consecuencia la cerámica y la orfebrería no podían pertenecer al selecto club de la pintura, escultura y arquitectura.


Si damos un breve repaso a la situación del arte actual, nos daremos cuenta que esas barreras se han diluido e incluso las reglas de clasificación de las manifestaciones artísticas también. Es interesante hacer notar que el arte de vanguardia nació con la intención de revolucionar la cultura y la sociedad. Kandinsky, Malevich y otros así lo creían. La Bauhaus unió el arte, la arquitectura y el diseño de objetos como un todo para mejorar la vida de los hombres. Sí es verdad que tras la II Guerra Mundial, algunos quisieron ver que el arte se situaba aparte de la realidad. Entre estos están los formalistas como Greenberg que pensaban que el arte se analiza al margen del contexto sociológico en que se desarrolla.


Arte, compromiso y documento


Desde este punto de vista en los museos no cabrían ni los coqueteos con la creatividad culinaria, ni las motos ni nada que perturbara la tranquilidad del arte.

Los museos, en su burbuja, en los que tampoco cabrían exposiciones como la de Gervasio Sánchez. La fotografía sí, pero la considerada artística; la que, además, se preocupa de los conflictos sociales, de las guerras, la que sacude la conciencia, la que grita la injusticia, mejor en otro lugar. Se trata de reminiscencias de los formalistas. La fotografía del fotógrafo que nos ocupa ha logrado entrar con justicia en los museos.

Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959), entre sus números premios, recibió en 2009 el Premio Nacional de Fotografía –Así el Ministerio de Cultura reconocía por primera vez la labor de un fotoperiodista- y de éste deriva esta exposición ‘Antología’ que itinera por distintos espacios y va acompañado de un extraordinario libro-catálogo que recoge interesantes textos y reproduce el conjunto de fotografías que conforman la muestra, centrada en cinco apartados: ‘América Latina’ (1984-1982), ‘Balcanes’ (1991-1999), África (1994-2004), ‘Vidas minadas’ (1995-2007) y ‘Desaparecidos’ (1998-2010). En su largo periplo vital, Gervasio Sánchez ha superado el calificativo de "reportero de guerra" y siendo fotoperiodista ha contribuido a que la fotografía documental española goce de un reconocido prestigio. Dice Sandra Balsells que el autor "es temperamento y pasión. Intención y empecinamiento. Inconformismo y rebeldía. Emoción y desgarro". Con estos componentes, nos ofrece la extensa visión de conflictos, de guerras, de odios, de desolación, que, además, quienes han sufrido sus consecuencias, han pasado a estar olvidados en su sufrimiento.


Además de personarse en los conflictos, el autor vuelve y comprueba las consecuencias y el lastre de los sufrimientos. Cuando le fue entregado el premio Ortega y Gasset en 2008, Gervasio Sánchez creó polémica porque acusó al Gobierno de España de la venta de armas a los países en conflicto a la vez que predicaba políticas de paz. En la inauguración de la exposición en Zaragoza, también dijo en su brillante discurso delante de las autoridades y los presentes lo mismo y que todos los gobiernos de la democracia habían practicado la política de venta de armas.


Gervasio Sánchez, a través de casi doscientas fotografías, plasma el dolor de las víctimas, la injusticia de los niños armados, las ciudades destruidas, las amputaciones como consecuencia de las guerras y de las minas, los cementerios, los muertos, las soledades, los desaparecidos, las reconstrucciones urbanas y las heridas que persisten. Todo ello en los apartados descritos y de forma cronológica, utilizando el blanco y negro y el color, siempre de la forma más conveniente y plástica para reforzar el mensaje y denunciar el cúmulo de injusticias de una humanidad que a pesar de pregonar la paz siempre ha estado en conflictos a lo largo de la historia. La pregunta es: "¿Así ha de seguir siempre?"


El intenso trabajo de campo de Gervasio Sánchez en distintas partes del mundo en conflicto y el concepto de abandono e indiferencia del mundo “civilizado” le lleva a plantear su trabajo en continuos retornos al lugar del conflicto y así seguir informando de las víctimas cuando ya no son noticia. Los efectos de las minas antipersona, las mutilaciones, las desapariciones forzosas, etc. Ahí queda el testimonio en una docena de libros ya publicados no para cambiar la realidad, pero sí para mostrarla, para reflexionar, para conmover conciencias, para impulsar un mundo mejor, para impulsar la paz, tan necesaria como difícil de lograr. Y como dice A. Muñoz Molina, "en el disparo de su máquina siempre hay denuncia y siempre hay poesía".