La revolución de Tsipras

Conoció a la madre de sus hijos durante un encierro estudiantil con 17 años, prefiere su moto al coche oficial y le gusta ser fotografiado debajo de un retrato del Che Guevara. El líder de Syriza simpatiza con Izquierda Unida y coquetea con Podemos.

IU, su aliada en España Tsipras ha buscado compañeros por toda Europa y dice que en España su aliado natural es IU, a pesar de sus paralelismos con Podemos. Para Cayo Lara, Syriza es «sinónimo de soberanía, dignidad y democracia» en el país más castigado
La revolución de Tsipras
Fernando Alvarado/Efe

Cuando Alexis Tsipras concede una entrevista y se cita con los periodistas en la sede del partido, en el último piso de un edificio que se alza en el barrio de Ambelokipoi, en el centro de Atenas, le gusta que le fotografíen debajo de un retrato del Che Guevara. El político griego aprovecha el magnetismo del revolucionario, su poder icónico. Y tal es su devoción por el guerrillero, que uno de sus dos hijos carga con el nombre de Ernesto por una especie de ofrenda que Alexis y Peristera, su mujer, han hecho al comandante. Ante este guiño, los medios de comunicación se apresuraron a rebautizarle como el Che Guevara griego. Pero poco tienen que ver. Alexis Tsipras (Atenas, 1974) ni fuma ni tan siquiera jugaría con un habano.


Las encuestas, que hierven a dos semanas de las elecciones generales en Grecia –convocadas para el día 25–, le encumbran como futuro primer ministro de un país zarandeado por la crisis. Y desde esas ruinas emergió la figura de un joven desconocido, que con 40 años parece llamado a gobernar la nación. Tsipras ha conducido a Syriza (Coalición de Izquierda Radical) al pico de la política desde la nada.


Tsipras fulminó el bipartidismo en la elecciones europeas –fue la fuerza más votada–, una proeza que tuvo su eco en España con Podemos. La conservadora Nueva Democracia aún resiste el pulso y no se le puede descartar, pero los socialistas del Pasok se han desmoronado por completo ante la fuerza con la que ha irrumpido este flamante líder, que ha impuesto un discurso demoledor contra la troika. Porque el candidato de Syriza hasta se ha atrevido a echarle un pulso a la ‘musculosa’ Angela Merkel proponiendo una revisión de la impagable deuda de su país con UE. También es verdad que la canciller no se arruga y ha amenazado con mandar a Grecia fuera de la eurozona.


El éxito de este ateniense de 40 años no es nuevo: un joven carismático, con un rostro amable y cuidado, que utiliza la retórica para dar vuelo a un discurso revolucionario que resuena en un país roto por la economía. Sus argumentos calan en una sociedad esquelética, donde el desempleo alcanza a un tercio de la población y los salarios han caído un 38% desde que la crisis abrió sus fauces. Los griegos están tristes, no ven salidas, y los casos de depresión se han disprado un 272% de 2008 a 2013. Y los suicidios, un 44%. Grecia se derrumba.


¿Y quién es este nuevo adalid de la revolución?


Alexis Tsipras es un ingeniero civil que se graduó en 2000 por la Universidad Técnica Nacional de Atenas.

La rebeldía le conmueve desde la adolescencia, cuando con 17 años organizó la ocupación de su instituto, un encierro para protestar contra las reformas educativas del ministro Vasilis Kontogiannopoulos. Allí, durante aquellos días de agitada reivindicación, se enamoró de Peristera Baziana, la joven activista que ahora aparece a su lado, tan normal, tan sonriente en las fotografías que recogen sus éxitos en las urnas.


Como en 2006, cuando se presentó como candidato a la alcaldía de Atenas y fue el tercero más votado con el 10,5% de las papeletas. El mejor resultado hasta entonces de Syriza, una alianza entre varios partidos políticos de la izquierda entre los que se encuentra Synaspismos, formación que preside Tsipras desde 2008, cuando, con 33 años, se convirtió en el líder político más joven de la historia reciente de Grecia.


Tsipras se forjó en las juventudes comunistas del KKE. Y dirigió a la chavalería de Synaspismos entre 1999 y 2003, tiempos en los que era habitual verlo al frente de multitud de protestas contra la globalización. De allí subió los peldaños que conducían al comité central del partido, pero nadie le tomó realmente en serio hasta que dio el golpe en los comicios atenienses de 2006. En 2009 ya era diputado nacional y a principios de 2014 condujo a Syriza al triunfo en las elecciones europeas.


En España recuerda a Podemos y Pablo Iglesias, cuando, en realidad, es al revés, pues Syriza apareció diez años antes. Alex Tsipras conoce muy bien las reglas del juego y se ha perfilado como un astuto estratega. Este antiguo comunista, que cuelga en las paredes de su despacho los retratos del Che y Salvador Allende, ha ido evolucionando, como percibe el politólogo Óscar Santamaría. "Es un líder forjado en el activismo estudiantil, con dotes de buen comunicador y con un sentido pragmático de la política: ha ido modulando y suavizando sus posiciones a medida que crecían sus expectativas electorales, intentando no caer en contradicciones, al menos de bulto".


Cierre de filas


Pero el gran rival de Tsipras, como de su amigo Pablo Iglesias, es la política del miedo que azuzan tanto sus antiguos aliados de la izquierda –que se escindieron de Syriza–, como la derecha, así como los poderosos de la Europa del euro que temen un efecto contagio por el sur del continente. Todos ven con recelo su ascenso y deslizan que sería un error darle el poder a un líder capaz de pedir la suspensión temporal de los pagos y una quita parcial de la deuda. Tsipras no se arruga y dispara con bala: "La amenaza para Europa no es Syriza, es Merkel" o "Han salvado a los bancos y han destruido a la sociedad (refiriéndose a la troika): pura barbarie".


Su fuerte, de hecho, es hacer frente a la troika y culpar a la UE de fracasar con Grecia en su experimento de shock neoliberal. "Con la política de Merkel, el sur de Europa necesitará perpetuamente nuevos préstamos", augura. Santamaría, experto en campañas electorales y director de Asesores de Comunicación Pública, cree que ese pulso con la canciller le favorece. "La presión alemana no hace más que beneficiar a Syriza, provocando un un fenómeno conocido en política como ‘cierre de filas’:estrechar los vínculos y reforzar el apoyo en torno al líder cuando éste es atacado, sobre todo cuando esa amenaza viene de fuera. Si encima viene de Alemania y la troika, el efecto boomerang podría ser demoledor".


Pero fuera del foco político, donde refuerza su imagen como faro de los desfavorecidos, sorprende en sus visitas a Bruselas, Berlín o Fráncfort como un hombre sensato y afable. Siempre con su aspecto tan impoluto, con su barba tan bien rasurada, su peinado impecable y sus trajes sin corbata. Tsipras, que prefiere su moto al coche oficial para callejear por la caótica Atenas, tampoco se olvida de hacer guiños a los creyentes: mantuvo un encuentro con el papa Francisco, visitó en verano al Monte Athos, donde están los 20 monasterios ortodoxos, y acaba de asistir a la celebración de la Teofanía (principal festividad de la navidad ortodoxa). Aunque no oculta que es ateo.


El políglota Tsipras ha estrechado las manos de los principales líderes de la izquierda europea. En España insiste en que los hermanos de Syriza están en Izquierda Unida, pero confluye con Pablo Iglesias, con quien se cruza tuits elogiosos augurando el inminente inicio de la revolución en el Viejo Continente.


La duda ahora es si el día 25 vencerá al miedo que planea sobre Grecia y se convertirá en el hombre que acabó definitivamente con las dinastías políticas de su país. Entonces tendrá el reto de liderar la recuperación de un país desahuciado. También es verdad que las encuestas no le dan una mayoría tan contundente como para poder gobernar en solitario. Pase lo que pase, el discurso que ofrezca al final de la jornada electoral acabará como siempre: "Buena suerte y buena lucha".