Ciberguerra

El CNI contabilizó 38 ataques críticos contra la Administración en 2013, el doble que un año antes.
El nivel de alarma es "muy alto".

Ciberguerra
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Apagón. No se ve nada. No hay electricidad. Nada funciona. A oscuras, las personas emiten gritos de falso temor y hacen bromas. A los cinco minutos, se ponen nerviosos e intentan usar sus teléfonos, pero no hay red móvil. A las cinco horas, sufren ataques de histeria y se matan en avalanchas en los túneles del metro. A los cinco días, han muerto cientos encerrados en ascensores y grupos armados controlan recursos como el agua o la comida. En las calles hay pillajes a gran escala y enfrentamientos con la Policía. Muere mucha gente. En Estados Unidos hay 300.000 fallecidos. Si no es el fin de la civilización, se le parece. Afortunadamente no ha ocurrido, pero este apocalipsis es una recreación real proyectada por los jefazos de Washington sobre las consecuencias de un ciberataque que deja el país bloqueado. Podría pasar. La tercera guerra mundial será una ciberguerra, una peligrosa y silenciosa batalla que ya se ha empezado a librar.


De vez en cuando, se escuchan los ‘tiros’ de las escaramuzas, pero no es común. Las filtraciones del técnico de la Agencia de Seguridad Nacional de EE. UU. Edward Snowden, o el soldado Manning sobre las técnicas de guerra en Afganistán e Iraq y el espionaje estadounidense revelan la punta de un iceberg que la ciudadanía desconoce.


Estas últimas semanas, Estados Unidos y Corea del Norte se han enzarzado en el último conflicto visible. La Casa Blanca atribuyó (luego se ha comprobado que erróneamente) al régimen de Kim Jong-un de estar detrás de un grupo de ‘hackers’ que protestaba por la emisión de la película ‘The Interview’ (una parodia del líder norcoreano). Les acusaban de un ataque cibernético a las gigantescas redes de Sony, la distribuidora del filme, que paralizó el sitio de juegos en línea de la empresa (Playstation). Aunque al final, se ha responsabilizado del ataque a una exempleada de Sony cabreada tras ser despedida, según algunas fuentes, el asunto es un botón de muestra de lo que ocurre a diario en las redes.


El Centro Nacional de Inteligencia (CNI) reconoce 7.300 ataques a los sistemas informáticos de la Administración durante 2013. Varios ministerios y gobiernos autonómicos han estado en jaque y han sufrido intentos de obtener información confidencial. Casi 40 ataques se consideraron de nivel "crítico", el doble que el año anterior. Los incidentes no dejan de crecer apresuradamente. Hace cinco años, apenas llegaban a 200. Según fuentes cercanas a la unidad de ciberseguridad (un mando con 65 agentes), el país en el que se originan más ataques es China, pero el que más preocupa a España es Rusia.


China y Rusia. Los dos gigantes suelen aparecer siempre a la sombra de los ciberataques. Ya en octubre de 2010, la Agencia de Seguridad Americana detectó un asalto contra el Nasdaq y los investigadores concluyeron que los métodos eran muy parecidos a los que se usan en Moscú. Y cinco de los diez cibercriminales más buscados del mundo son oficiales del estado mayor del Ejército Popular Chino. Están acusados de mercadear con secretos, enviar códigos maliciosos y hacerse con información nuclear. "China es y será un problema, pero para Estados Unidos y otras muchas naciones la principal amenaza proviene de Rusia", subraya Enrique Fojón, subdirector del ‘think-tank’ de ciberseguridad Thiber.


Los rusos fueron los primeros en probar en sus carnes lo que era la ciberguerra. Sucedió en 1982, cuando supuestamente una agencia de seguridad norteamericana ‘hackeó’ los sistemas SCADA de control de los gasoductos y reventó la vía de Urengoy-Surgut-Chelyabinsk en plena Siberia con una explosión monumental equivalente a tres toneladas de TNT. Esta operación se considera el primer ciberataque a una infraestructura crítica en la historia. En España hay más de 3.000 que pueden ser blanco de terroristas o de otros gobiernos con fines poco amistosos. Presas, centrales eléctricas, térmicas y nucleares, aeropuertos, puertos, centros logísticos y de transporte… el Ministerio del Interior protege las redes de estos ‘talones de Aquiles’. La posibilidad de que ocurra algo no es remota y en el CNI el nivel de alarma ante posibles contingencias es a día de hoy "muy alto". "Con tiempo y dinero, todo, absolutamente todo, se puede atacar", admite el experto de Thiber. En realidad, la munición de la ciberguerra es la información. De toda la que utiliza el gobierno de EE UU para su toma de decisiones, más del 80% proviene de la red. La nueva guerra no se libra con misiles, sino a través de un sinfín de pequeñas operaciones. "Cada uno lucha por mantener su supremacía cultural, económica, industrial y militar, y para lograrlo usan lo que haga falta. Cada país persigue tener capacidad para defenderse, pero también para atacar. Es un juego disuasorio", explica Fojón. Aunque a veces se va más allá de lo disuasorio y se golpea duro. Como lo hizo la inteligencia israelí, una potencia mundial en este campo en 2007, cuando EE UU detectó que en una región perdida de Siria se establecían comunicaciones regulares con Corea del Norte. Cosa extraña. ¿A quién podía interesarle esa información? A Israel, su gran aliado en Oriente Medio. Unos días después, ocho aeronaves de su fuerza aérea bombardeaban un reactor nuclear que el régimen de Al Assad estaba construyendo en colaboración con Kim Jong-un.


Cobran fortunas


En 2010, una empresa bielorrusa descubrió lo que la empresa de antivirus Kaspersky definió como "un prototipo funcional y aterrador de un arma cibernética que conducirá a la creación de una nueva carrera armamentística mundial". Lo bautizaron como Stuxnet y desde hacía años, infectaba cientos de ordenadores en Irán. Según una información del ‘The New York Times’, Israel y EE UU habían creado el pequeño monstruo que confundía las lecturas de la temperatura de las centrifugadoras de uranio de la central de Natanz, en Irán, y que retrasó –si es que no lo saboteó definitivamente– el programa nuclear de Teherán.


En ese río revuelto de la información sensible en la red, se empeña en pescar una mezcla extraña de tipos que van por libre desde su casa, gobiernos más o menos democráticos, grandes corporaciones y grupos terroristas como Al Qaeda. Cada uno tiene sus agentes. Cobran fortunas y los fichan como verdaderas estrellas de fútbol. Los hackers españoles son de los mejores del mundo, pero la gran mayoría trabaja fuera. Los gobiernos y las empresas buscan a sus propios especialistas y si no los encuentran en casa, los buscan donde haga falta. Incluso hay naciones, como Estonia, que prepara embajadas de datos en el extranjero desde las que poder gestionar su país en caso de un ataque o invasión. La secretaría de Estado de EE UU admite que ya teme más la ciberguerra que el terrorismo convencional. La imagen de un país paralizado por un apagón total es remota, pero existe. "Hoy es más peligroso la ciberguerra que la guerra nuclear", apostilla el ciberexperto Enrique Fojón.