Carlos López Otín: "Me preocupa que la universidad se quede convertida en una academia"

catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo, el científico aragonés defiende una universidad exigente y dotada de recursos, que estimule la investigación.

Carlos López Otín, durante su reciente visita a Zaragoza.
Carlos López Otín: "Me preocupa que la universidad se quede convertida en una academia"
Aránzazu Navarro

-¿Cómo está la investigación en España? ¿Es optimista o pesimista con lo que ve?

No soy pesimista porque no es una característica consustancial a mi persona. Soy optimista. Lo que percibo es que el talento es el bien que mejor repartido está en el planeta. Hay talento en todos los sitios: en Asturias, en Aragón, en Harvard, en Stanford... Y esa fuerza que da la renovación de las generaciones, con su afán por aprender, es lo que me hace ser optimista. Otra cosa son los compromisos institucionales, en los que quizá no se aprecia suficientemente (a veces no se aprecia nada), que el futuro, y más en el tiempo que se nos avecina, va a estar basado en el conocimiento, la ciencia, la tecnología y las humanidades. Un país sin ciencia es un país que se queda parado. Solo aprovechando el talento tendremos la posibilidad de desarrollarnos.


-Usted es profesor universitario y dirige un laboratorio de investigación en la Universidad de Oviedo, ¿cómo ve a las nuevas generaciones?

El futuro se percibe hoy con inquietud, no tanto por falta de gente que quiera dedicarse a la investigación sino porque si no se vislumbra un mínimo de esperanza en el futuro, la gente se va. Yo formo parte de una generación que tuvimos la gran suerte de que nos abrieran la universidad para investigar, para que pudiéramos desarrollar nuestros primeros proyectos a edad temprana. Creo que dio resultado y ha permitido la creación de una generación de investigadores que ha hecho muchas y buenas aportaciones al país.


-¿Cree que es posible canalizar, aprovechar el talento sin unos mínimos recursos (económicos)?

El dinero es importante, por supuesto. Y en la universidad se percibe la sensación de que se está quedando todo parado, que invertir no parece que sea una prioridad. Me preocupa la posibilidad de que la universidad llegue a convertirse en una academia que se dedique simplemente a ofrecer títulos a los que allí acuden, con un umbral de exigencia bajo (para que haya más movilidad). Me preocupa que universidades como Zaragoza u Oviedo, con una grandísima tradición y que han desarrollado labores de formación importantísimas, estén en un periodo de tanta incertidumbre. Yo creo que la universidad pública debe tener un compromiso de sostenimiento (financiero) público.


-¿Se ha resentido su trabajo por la crisis?

Nuestro laboratorio va bien; tiene recursos. Los proyectos internacionales en los que estamos colaborando tienen una dimensión grande, no se resienten por las crisis, son a largo plazo y las inversiones están solidificadas. Algunos laboratorios podemos mantener el nivel de actividad que deseamos, pero si pensamos en el conjunto la inquietud es clarísima.


-¿No siente un poco de envidia del sistema anglosajón de mecenazgo y financiación privada de las universidades?

Bueno, yo pienso que cada cual debe encontrar su lugar en el mundo. Para muchos de nosotros quizá hubiera sido más fácil quedarnos en el extranjero, y probablemente tendríamos más facilidades. Yo no me quejo nunca de esto porque elegí voluntariamente quedarme en España y en un sitio pequeño como es la Universidad de Oviedo. Para mí cubre todo lo que creo que debe ser un profesor universitario: la labor docente (exigente, comprometida y que te permite estar en contacto con las nuevas generaciones que se renuevan año tras año) y la faceta investigadora y de transmisión de conocimientos.


-¿Le preocupa la fuga de cerebros y las repercusiones que estos abandonos puedan tener para la investigación en España?

Yo tuve la suerte, hace 27 años, de que en la Universidad de Oviedo me ofrecieran la oportunidad de crear un laboratorio para desarrollar mis ideas científicas. Y con mucho esfuerzo y la ayuda de un grupo de extraordinarios estudiantes, discípulos y colaboradores hemos intentado salir adelante. Ahora, lo que me gustaría es que los más jóvenes tuvieran esa misma oportunidad de desarrollar su carrera científica en España si así lo desean. Y la verdad es que en la actualidad no es una tarea fácil. Espero que pronto podamos volver a recuperar el impulso que en años pasados comenzó a tener la ciencia española y que ahora corremos el grave riesgo de perder. No debemos olvidar nunca que un país sin investigación es un país sin futuro y sin influencia.


-De los últimos trabajos de su laboratorio, ¿de cuáles se siente más satisfecho?

Respecto a los mejores descubrimientos de nuestro laboratorio, todas y cada una de nuestras contribuciones científicas, por modestas que hayan sido, nos han permitido sentir la emoción de descubrir, una de las mejores sensaciones que puede experimentar el ser humano. Por eso, siempre se tiene un recuerdo imborrable de cada una de estas contribuciones, pese a que algunas puedan tener mayor trascendencia que otras. Si atendemos a los que han tenido más repercusión en los últimos meses, citaría el artículo de Cell sobre ‘Las claves del envejecimiento’ (‘The hallmarks of aging’), el descubrimiento de nuevos genes causantes de enfermedades como el melanoma hereditario o la muerte súbita.