Carlos Munilla: "somos un susurro, un rumor,y quien lo escucha quizá luego se hace preguntas"

En medio de la sobreabundancia del país destacan sus bolsas de pobreza, donde trabajan los misioneros.

Carlos Munilla (abajo a la derecha), con amigos japoneses en Osaka.
Carlos Munilla: "somos un susurro, un rumor,y quien lo escucha quizá luego se hace preguntas"
C.M.

Cambió el balón de fútbol por la sotana, cuando dejó a los 24 años el equipo de Teruel por las parroquias de Alfamén y Longares. Reconoce ser "de vocación tardía", pero firme. A sus 35 años, Carlos Munilla ha decidido ampliar aún más su vocación y marchar hasta Osaka, en Japón, donde reside desde marzo. "No fue mi primera opción, cuando piensas en misiones ves África, Latinoamérica... ¿Qué necesidades puede haber en Japón, una sociedad que lo tiene todo?Comparados con otros pueblos, donde apenas tienen para comer y caracen de las necesidades más básicas, los japoneses no precisan de nuestra ayuda. O eso creía yo". Pero Carlos Munilla ha descubierto que la misión está más allá del lugar, porque tiene que sobre todo con las personas. "Ya al llegar aquí descubres que la misión sí es importante, cuando te cuentan que cada año se suicidan 32.000 personas. Algo pasa en Japón para llegar a una cifra tan elevada, y ves que llevan un ritmo de vida muy acelerado, con un consumismo exacerbado, y una gran falta de libertad individual".


La misión de Osaka lleva más de 60 años, los primeros misioneros llegaron durante la reconstrucción tras la II Guerra Mundial y la devastación de Hiroshima y Nagasaki. "Se empezaron entonces a crear guarderías, y todavía nos dedicamos a ello. Pero la misión va más allá, porque atendemos a inmigrantes (llegan de Filipinas, Perú, Paraguay o Bolivia). Y trabajamos en bolsas de pobreza, que también existen en Japón". Pero los misioneros tienen otro trabajo más sutil, casi invisible, y que Carlos Munilla define como "un murmullo, un susurro, y quien entra en contacto con nosotros se hace preguntas y se interroga. Y quizá pueda ver esa tensión que hay en Japón entre la tradición y la ola de neoliberalismo, una tensión entre su pasado espiritual y la tecnológica. La transformación social de los últimos 60 años en Japón ha sido tan enorme que parte de la población ha olvidado esa riqueza".


El fenómeno ‘Hikikomori’


En Japón no hay malaria o paludismo como en el Congo, pero sí sufren una enfermedad denominada ‘hikikomori’, una especie de aislamiento social agudo que afecta a más de tres millonesy es casi exclusiva de este país. "En este país, si no entras en el ritmo de la sociedad te acabas aislando y entras en depresión psicológica. La presión social es tremenda porque es más importante el sentimiento colectivo que la individualidad, y eso es producto del enorme esfuerzo que tuvo que hacer el país para resurgir tras la II Guerra Mundial. Solo con gran disciplina y esfuerzo y radicalidad se pudo crear el país que es ahora, y muchos no pueden seguir esa presión educativa, social o laboral", resume el misionero. "La misión no se reduce ni a promocionar la educación ni a la ayuda social, todo se abraza".


Con su trabajo diario, los religiosos realizan un diálogo continuo con los japoneses, un encuentro a varios niveles (con la población, con grupos pro derechos humanos, con otras religiones) gracias al cual van dejando el poso, la creencia de que más allá de la expectativa social la libertad individual es posible. "Aquí somos minoría los cristianos, y es bueno sentirse minoría, porque te hace estar más abierto, cambiar el chip. A comprender que Europa no es el ombligo del mundo, que también nosotros hemos olvidado parte de nuestra riqueza y que hemos de abrirnos a otras culturas precisamente para conocer la nuestra".