La intrahistoria del miedo escénico
Música l Los accesos de pánico durante una actuación sufridos recientemente por JoaquínSabina y Pastora Soler son un fenómeno de raíces pedagógicas, psicológicas y coyunturales, que también tiene reflejo en el entorno aragonés
"En la aparición del miedo escénico hay muchos factores pedagógicos y psicológicos. Por ejemplo, la anticipación de situaciones negativas arruina un concierto; si el artista sabe que en media hora debe abordar un pasaje en la partitura que se le atraganta, ese miedo atenaza su interpretación desde el principio. Cree que va a fallar... y falla, además de arruinar su desempeño desde el principio. Es un problema con soluciones: la mejor es formarse y tocar a menudo". El músico aragonés Javier Zarza detalla estas reflexiones en su tesis doctoral La ansiedad escénica en músicos de Grado Superior y su relación con el optimismo disposicional. El trabajo se centra en la parcela clásica: existen divergencias con el entorno popular, pero hay situaciones extrapolables a uno y otro universo.
Zarza, que contó con los profesores Óscar Casanova y Santos Orejudo como directores de su estudio, revela un dato preocupante: el 33% de los 490 estudiantes de música de los seis centros docentes españoles que participaron en su investigación utilizaba sustancias para controlar la ansiedad, con especial incidencia de las benzodiazepinas. En contraposición a esa cifra alarmante, el estudio también arroja un guarismo esperanzador: el 55% de los casos de ansiedad escénica registrados se solventó con el control de ciertas variables:estímulo de la autoeficacia, trabajo en grupo, el hecho de aprender a equivocarse...
Otro músico aragonés, Alonso Martínez (profesor del Conservatorio de Jazz de Pamplona), opina que "alrededor de una actuación hay muchos factores de tensión: ojalá fuera solamente salir y tocar. Llegas a un sitio y el local es inapropiado, el equipo malo, el público está poco receptivo o se pasa directamente el tiempo hablando a gritos, se te exige desde el día en que cierras el bolo que lleves gente para aspirar al cobro... no es fácil. Además de las carencias formativas, España no está preparada en términos logísticos... ni en la importancia que se da a nuestra trabajo, que sigue asociándose a un mero divertimiento y en el que los profesionales no parecemos tener derecho a quejarnos;la música no es un mero disfrute, que también, sino una actividad compleja, rica y útil para la vida".
Casanova, músico y formador de formadores en la Facultad de Educación de la Universidad de Zaragoza, pone el dedo en otra llaga: la parcialidad de los objetivos actuales de los planes de estudios. "Hay que cambiar la aproximación a la música desde la base, de primaria a secundaria, de los centros reglados a los no reglados. No te pueden preparar solamente para ser concertista: hay que ir a lo que necesita el músico, a lo que pide la sociedad, en vez de perderse en cosas que no son útiles".
El más famoso fue en Zuera, en agosto de 2005: había anunciado su retiro temporal de los directos, pero esa noche (su mánager adujo cansancio extremo, y Copi volvió a ser el encargado de dar explicaciones ulteriores) solamente hizo cinco temas. Al día siguiente debía tocar en Cambrils, pero el concierto se suspendió.
En la parcela clásica, la huida del violinista madrileño Patricio Díaz antes de un concierto homenaje a Turina (en el ciclo de Introducción a la Música del Auditorio de Zaragoza) tuvo impacto nacional en marzo de 1999. Díaz, que acompañaba al pianista zaragozano Vicente Ariño, ensayó sin problemas una hora antes del recital, que había congregado a 2.000 espectadores... y acto seguido cogió un autobús a Valencia para visitar a su hermana.
Díaz estaba radicado en Nueva York, ciudad en la que un artista del calibre de Serrat sufrió un desagradable episodio en 1992 que se halla en las antípodas del miedo escénico: se quedó sin voz en la tercera canción de su concierto por un fuerte catarro... pero tras dar explicaciones a las 2.750 personas que llenaban el Lincoln Center, decidió limitarse a conversar y tocar, mientras el público coreaba sus canciones con devoción.