Mamá, apúntame a clase de robótica

Los robots pisan fuerte en la oferta de actividades extraescolares. Con ellos, se consigue mucho más que afianzar conceptos académicos: estimulan el trabajo en grupo, fomentan la creatividad y refuerzan la autoestima. En esta nueva asignatura, llevarse deberes a casa es un placer. Los niños se aficionan tanto a crear máquinas ‘obedientes’ con sus propias manos, que muchos acaban pidiendo kits de robótica como regalo de Reyes.

Tecnología y creatividad, en manos de los jóvenes participantes en las actividades de Etopia Kids, en Zaragoza.
Mamá, apúntame a clase de robótica
Mikael Ericsson

Rojo para avanzar. Con el verde, gira a la derecha y con el azul, a la izquierda. Órdenes muy sencillas para un resultado hipnótico: un pequeño robot de Lego decodifica la lista de colores y traza un recorrido perfecto en su camino.


Este humanoide ha sido construido por alumnos de Primaria que asisten a clase de robótica. Con unas simples instrucciones, los niños programan sus robots para recorrer un circuito, transportar objetos o participar en un combate de sumo. La actividad, realizada en los talleres que imparte la empresa Tecnicrea de Madrid, es sencilla, según explica la monitora Beatriz Fernández: "Con un sensor de movimiento y otro que reconoce el color de la cinta negra que demarca el ring, les resulta muy fácil y divertido montar un combate de humanoides". Y el ingenio de los niños supera en muchas ocasiones las expectativas de los monitores. "Un alumno sugirió añadirle a la mano robótica que hicimos para Halloween un sensor de ultrasonidos para que se moviera solo si alguien se acercaba y así fuera más terrorífica. Fue una gran idea", cuenta Fernández.


La robótica educativa ayuda a niños y adolescentes a encontrar respuestas adecuadas a los problemas, desarrollar su creatividad y trabajar en grupo. También afianzan conceptos de física y matemáticas sin darse apenas cuenta. ‘Aprender jugando’ no es solo un lema atractivo para una campaña publicitaria de navidad; es el mejor modo de aprender.


Existen actividades para todas las etapas. "Con niños de Infantil se fomenta el aprendizaje en lengua y matemáticas; y con los de Educación Primaria buscamos que respondan a preguntas de este tipo: ¿qué es la gravedad?, ¿cómo se calcula la velocidad?, ¿cómo se genera la electricidad? A los estudiantes de Secundaria y Bachillerato los iniciamos en la programación, diseño y control de robots", cuenta Félix R. Cañadillas, director de Crea Robótica Educativa, una ‘spin off’ del Robotics Lab de la Universidad Carlos III. Para los más pequeños, desde los 3 años, existe Bee-Bot, que también funciona programando una serie de pasos sencillos que lo lleven a un destino, por ejemplo el número 4 del tablero, o la casilla de color verde.


Pese a ser tan pequeños, "les fascina controlar el movimiento de la abeja a su antojo y se plantean retos cada vez más complicados", cuenta Miguel Melgar, director de la empresa tinerfeña Droiding de robótica educativa.


educar, no solo enseñar Para Andreu Camps, responsable de la empresa zaragozana Avanza Tiempo Libre, el objetivo es educar, no solo enseñar. "Cada vez más pequeños tienen acceso a móviles, tabletas, juguetes interactivos u ordenadores. Pretendemos que aprendan pronto cómo funcionan las cosas que les rodean, que entiendan por qué el coche de mamá y papá aparca solo sin chocarse o por qué el aspirador se va por su cuenta a la estación de carga cuando le queda poca batería".


El experto en pedagogía en robótica Arnaldo Héctor Odorico, de la Universidad de Buenos Aires, afirma que uno de los factores más interesantes es que la integración de diferentes áreas "se da de manera natural. Los estudiantes simulan fenómenos y mecanismos que son representaciones ‘micro’ de la realidad".


Según Odorico, implantar la robótica en la educación académica es positivo porque los estudiantes "se acostumbran al uso de vocabulario especializado, son capaces de seleccionar las piezas y los materiales adecuados para cada actividad, se especializan en sus propios intereses y construyen estrategias para la resolución de problemas a través del método científico de ensayo y error".


El valor del error


El error tiene un gran valor pedagógico y la robótica lo explota como método de aprendizaje. "Durante las primeras sesiones, si los niños no conseguían que su robot actuara como querían, se frustraban. El aprendizaje por experimentación, prueba y error, es fundamental para que exista un verdadero aprendizaje. A día de hoy, ellos mismos prueban su programación, detectan si hay algún error e inmediatamente, de forma automática, lo revisan, corrigen y solucionan", señala la monitora Fernández.


La cultura del esfuerzo es fundamental. "Los niños compiten entre sí de una manera sana y divertida, pero para llegar a esas competiciones tienen que trabajar mucho, y ese valor del esfuerzo se está perdiendo en nuestra sociedad", lamenta Camps.

"En un drama japonés, un actor le pregunta a otro: ‘¿Alguna vez te has esforzado suficiente como para poder decir que no tienes talento?’. Creo que una gran parte del talento proviene del esfuerzo, y que con eso basta para construir un robot", apunta Juan G. Victores, investigador del Robotics Lab de la Universidad Carlos III de Madrid.


"Más deberes, por favor"


Todos los entrevistados coinciden en lo obvio: los niños quieren divertirse. Y es precisamente esa la razón por la que esperan la hora de robótica durante toda la semana e incluso desean llevarse deberes a casa. "Todos los niños han puesto un kit de robots de Lego en la carta de los Reyes Magos", asegura la monitora Beatriz Fernández, cuya empresa imparte clases de robótica con esta marca.

En Avanza cuentan que, al principio, los niños ven los resultados "como si fuera magia o algún tipo de brujería y no saben exactamente qué van a hacer en el curso pero, una vez empiezan, lo único que quieren es aprender más, hacer cada vez robots más complejos que realicen más tareas, desmontarlos y hacer uno nuevo aún más grande y mejor".


Para ellos es un juego, "pero sin darse cuenta están aprendiendo, ya que los retos que plateamos en clase aumentan sus capacidades de decisión, concentración, resolución de problemas, trabajo en equipo y planificación de tareas", agrega Cañadillas.


La apuesta en favor de este tipo de enseñanza por parte de los centros educativos y de las asociaciones de padres y alumnos es crucial. "La actitud de los colegios está siendo muy buena. Cada vez cuesta más unir a los jóvenes en actividades, precisamente por culpa de la tecnología: móviles, redes sociales, internet... Nosotros pretendemos que tecnología y jóvenes estén cara a cara, que hablen, que trabajen, que aprendan juntos y, lo más importante: que se diviertan", comenta el responsable de la empresa zaragozana Avanza Tiempo Libre.