HERMINIA MARTÍNEZ 'SERAFINA'

''El Tubo es mi vida, me moriré aquí''

La cigarrera y su cigarro.
''El Tubo es mi vida, me moriré aquí''
CARLOS MONCíN

Yo pensaba que en la última página del HERALDO solo salían personajes importantes. Artistas y futbolistas, mujeres guapas y gente así. No sé por qué tiene tanto interés en hacerme preguntas.

Claro que tengo interés en hablar con la cigarrera del Tubo, un icono de la Zaragoza de siempre.

No sé a qué fin quieren hacerme tantas fotos y tantas preguntas ahora, después de tantos años. Yo soy una señora mayor. Ya tengo 84 años y llevo 65 vendiendo tabaco. Truene, llueva, haga cierzo o pegue el sol.

Eso es, ya me va entendiendo. Verá qué retrato más bonito podemos hacerle en este rincón del periódico.

No sé, no sé. Ya ve que estoy muy mayor.

Yo la veo fenomenal.

Me levanto temprano, a las 7.00 en punto de la mañana. Ahora vivo en Nuez de Ebro con mi hijo Alfredo, que me cuida muy bien. A las 8.00, cojo el autobús y me vengo para Zaragoza. Mi hijo se levanta cuatro horas antes, pues trabaja repartiendo congelados. Voy a Zaragoza sola. Desayuno en la plaza de España y, después de leer el HERALDO, voy al Tubo, me pongo el delantal y empiezo a vender tabaco, que es lo mío.

Y así todos los días del año.

Ahora Alfredo no me deja trabajar los domingos. Dice que tengo que descansar. Yo le hago caso, aunque le digo que El Tubo es mi vida, que me moriré aquí, que el día que no me vean será porque me habré muerto. Solo he faltado cuatro días al puesto. Fue cuando murió mi hijo Serafín, que era guardia civil. Falleció en un accidente. Tuve cinco hijos, de los que todavía viven tres.

Dicen que no fueron cinco, que tuvo más hijos.

Es que adopté a varios, pero hijos tuve cinco. Me casé con Serafín. Era más vago que todos los funcionarios juntos.

Me va a meter en un lío como siga largando así, Serafina.

Mi marido no trabajó en su vida. Tenía una enfermedad crónica de pulmón. Yo tuve que sacar la familia adelante. Primero nació Adolfo, que murió a los 20 días de nacer. Luego, llegaron Armando, Javier, Serafín y Alfredo.

No me ha dicho por qué le llaman Serafina cuando su nombre real es Herminia.

No se lo he dicho porque no me lo ha preguntado.

Ahora se lo pregunto.

Me llaman Serafina por mi marido, por el padre de mis cinco hijos. Hijos tuve más, pero fueron adoptados: Toño, Juan Carlos, Jesús... Ahora está conmigo José, que me ayuda a montar el puesto todos los días.

¿Por qué los adoptó?

¿Qué iba a hacer? Alguien tenía que darles cariño y ayudarles. Uno era hijo de un camarero del Plata, otro de un limpiabotas, otro no sé... He luchado lo que he podido por ellos. Recuerdo los años que limpiaba el Plata de 7.00 a 10.00. Luego, montaba el puesto y vendía hasta las 22.00. Después, volvía al Plata a limpiar hasta las 00.30. Y todo para cotizar unos añicos y cobrar ahora una pensión de 500 euros. ¿Qué le parece?

Qué me va a parecer. Vamos, madre coraje, siga hablando, que yo me siento incapaz de preguntar.

Ahora estoy muy contenta. El otro día fui pregonera de las fiestas del Tubo con Mary de Lis, Marga Castillo y Corita Viamonte.

¡Cómo iba de hueca en la carroza, eh! Con tanto reconocimiento, ya se le habrá pasado el disgusto por el follón de la historia del contrabando de tabaco.

Pero si yo lo más raro que he vendido fueron condones, y eso era en los tiempos de Franco, cuando estaban prohibidos.

Ahora que tiene fiesta los domingos, irá a misa para purificar los pecados...

No voy a misa, pero voy al bingo, que es parecido.

Con la Iglesia hemos topado, Serafina. Pare el carro, que volcamos.

De verdad, creo en Dios y en la Virgen del Pilar.

Yo le digo que usted irá al cielo, que bien se lo ha ganado.

No lo sé, pero en mi vida no he hecho otra cosa que trabajar y luchar por todos mis hijos.