NOVILLADA

Luis Miguel Castrillón ilumina el albero de La Misericordia

Martín Campanario fue volteado por su segundo toro.
Luis Miguel Castrillón ilumina el albero de La Misericordia
TONI GALáN / AGP

Y se hizo la luz. Se encendieron los focos a la muerte del segundo novillo para iluminar la irrupción en el nuevo y resplandeciente albero de la plaza de Luis Miguel Castrillón, un ilusionante novillero llegado de donde se hace el mejor café, de Colombia.


Gustó, y mucho, en La Misericordia. Apoderado por el maestro José Antonio Campuzano, cayó de pie entre la afición maña. Todo despacito, sin aturullarse en ningún momento. Bien con el capote y mejor con la muleta. Entendió a la perfección al buen tercero, a la postre el mejor de la tarde, un novillo encastado y repetidor que se llevó de premio la ovación del respetable en el arrastre.


Castrillón le instrumentó una faena llena de hondura y clase donde destacaron una serie de naturales profundos y ligados. Muy clarividente delante de la cara del novillo. Perdió los máximos trofeos con un pinchazo arriba y una estocada baja. Pero se llevó una oreja.


Con el de la jota, un grandullón parado, mirón y de evidente peligro, enseñó su otra arista novilleril, la de la valentía y la voluntad. Susto incluido. Quizás faltó bajarle algo más la muleta. Sabiendo que detrás de la puerta no había premio, se tiró a matar por derecho. Vergüenza torera. Está más que merecida su repetición el día 3 de octubre. Apetece volver a verle.


El oscense Martín Campanario topó con un primero que apenas se tenía en pie. El novillo quería repetir pero la flojera de piernas no le dejaba. Asentadas las zapatillas en el albero y dándole cierto sitio, consiguió sacarle unos muletazos estimables. Con la tizona mal, con el descabello peor. Un mitin. El presidente le salvó la vida al aguantar el tercer pañuelo. El que hizo cuarto se partió un pitón al besar la arena y volteó al oscense. Blandeó. No se confíó con la muleta y decidió abreviar. Otro sainete con los aceros.


El segundo de la tarde, primero para Álvaro de Miguel, fue igual de flojo que su antecesor pero desarrollando cierto peligro que, por momentos, llegó a poner en ciertos apuros al novillero. Lo despachó como el que viene y va. Sin gracia alguna. Pinchazo y estocada.


El quinto se lastimó, mejor dicho, lo lastimaron para la lidia con uno de esos capotes que salen por arte de birlibirloque de los burladeros, concretamente del burladero de picar. Los siguientes pasajes acontecidos en el ruedo mejor nos los ahorramos. Un quinto bis, de nombre 'Ladrón', rajado antes de empezar. Con los cuartos traseros pegados en tablas hizo pasar las de Caín a la cuadrilla en el tercio de banderillas. Pasadas en falso y mucha saliva que tragar.


El animal no quería nada y el novillero no pudo más que justificarse en terrenos de chiqueros. Poco público en los tendidos y menos aún a la hora de la muerte del sexto. Demasiada prisa en salir de la plaza, como si fueran a quitarnos la cena. Otros nos quedamos disfrutando hasta del último segundo.