-

"Fui la tercera mujer que entré en la cartuja de Aula Dei, con 14 años"

Cristina Camín, en la sede de su empresa de transporte, en Zaragoza.
"Fui la tercera mujer que entré en la cartuja de Aula Dei, con 14 años"
P. F.

Los cartujos de Aula Dei -que ahora quieren trasladarse a un nuevo monasterio en Navarra- no permitieron la entrada de mujeres al centro hasta 1998. Los monjes de la Orden de los Cartujos llevan una vida de recogimiento y austeridad en Aula Dei. Hace doce años, se inauguró un paso subterráneo desde el exterior hasta la iglesia para permitir que hombres y mujeres accedieran a contemplar las pinturas murales de Goya.

Cuenta la historia oficial que hasta 1998 solo tres mujeres habían podido entrar en el recinto: la infanta Isabel (en 1912 o 1913), en una visita que hizo a Zaragoza; la restauradora Teresa Grasa (en 1978-79), cuando trabajó en la recuperación de las pinturas de Goya; e Inés Lafuente (en 1993), secretaria judicial que entró para tomar declaración al prior en relación con una querella.

Pero otra mujer -y pudieron ser más- entró en la Cartuja unos años antes. Fue por error y sin saber muy bien dónde se metía, pero Cristina Camín puede presumir de ser la tercera mujer que pisó este recinto religioso, en 1990. Esta zaragozana de 33 años ha recordado su anécdota juvenil con Heraldo Abierto.

"Mi padre tenía una empresa familiar de transporte de grúas y yo le acompañaba a veces en el camión. Aquel día fuimos a llevar una máquina a la cartuja de Aula Dei. Yo tenía 14 años y ni sabía que había pinturas de Goya ni que estaba prohibida la entrada a mujeres", reflexiona Cristina, que ahora está casada, tiene dos hijos y ha heredado el negocio de su padre junto a su hermana.

"Entramos sin problemas -recuerda-. Había que tirar de una soga y sonó un timbre. Salió un monje a abrirnos y entramos con el camión. Llevábamos una excavadora para unos albañiles que estaban haciendo obras en el monasterio. Era invierno y yo iba tapada. Cuando mi padre estaba descargando la máquina, sonó el teléfono que teníamos en el camión y yo fui a atenderlo. Cuando estaba hablando, se me acercó un monje y me preguntó si era una chica. Sí, le dije. Se puso nervioso y me contestó que ahí no podían entrar mujeres".

Cristina lo recuerda ahora entre risas, pero en aquel momento le impresionó mucho. "Se me llevaron andando por unos caminos. Entramos en un caserón y me encerraron en un cuarto hasta que mi padre terminó su trabajo, durante 15 o 30 minutos. Era una habitación grande con muebles antiguos, había una mesa muy bonita y sillas talladas", cuenta. "Uno de los monjes me dijo que esa noche iban a recibir un castigo por mi entrada. Me dijeron que hasta entonces solo habían entrado la reina (en referencia a la infanta Isabel) y una restauradora de arte. Así que yo fui la tercera", señala.

"Fue todo tan rápido que lo recuerdo como una película. No me enteré bien de lo que pasaba. Años después, se lo cuento a mi familia y a mis amigos. Ahora que sí se puede, no he vuelto a entrar en la cartuja de Aula Dei", afirma. Su hermana y ella llevan el negocio de transporte de grúas y maquinaria. Cristina se encarga de la gestión de la oficina, en el barrio de Miralbueno.

Como visitante excepcional, Cristina también lamenta la posible marcha de los cartujos. "Me gusta que estén aquí, por mi recuerdo personal, y porque es parte de nuestro legado cultural e histórico", afirma.