«Estoy en silla de ruedas, pero sigo pedaleando»

El ciclista y escritor Diego Ballesteros presentó su libro '12.822 kilómetros: de Zaragoza a Pekín' y hablamos con él.

Sentado, pero dispuesto a tomar la salida de nuevo.
«Estoy en silla de ruedas, pero sigo pedaleando»
ESTHER CASAS

Yo pensaba que aquí salían estrellas, deportistas de primera fila y gente importante.

Pues eso sacamos hoy, deportistas y gente importante: usted.

Yo no juego en la Champions, ni salgo por la tele, ni firmo autógrafos...

¿Cree que los que salen en la tele, que los futbolistas y sus coches de lujo, que las supuestas estrellas que pasean por los lugares de moda de la ciudad y no conocen ni el idioma que se habla en la ciudad son verdaderos deportistas?

Veo que usted diferencia el deporte del negocio.

Hablaremos de deporte verdadero, de su peripecia vital.

Cambia todo de la noche a la mañana. El año pasado por estas fechas estaba entrenando para una carrera de Estados Unidos, la 'Race Across America'. Comenzó el 9 de junio en San Diego (California) y terminaba cerca de Nueva York. Eran 5.000 kilómetros 'non stop', sin descanso.

¿Sin descanso?

Éramos un equipo de cuatro: Raúl Calavia, César Velilla, Toño Escartín y yo, y nos relevábamos. El accidente llegó al realizar un relevo.

Cuéntenos, amigo.

Estaba en mitad de la prueba, en Kansas. Había pedaleado toda la noche. Amanecía. Erán las 7.00. Hablé con el coche de apoyo para que se adelantera porque ya había acabado mi relevo. Entonces, un joven conductor de 22 años se despistó buscando algo en la guantera de su coche y me arrolló. Me levantó tres metros en el aire.

No sé qué preguntarle... Pero quiero seguir escuchándole.

No pude hacer nada por evitarlo. Tras el golpe, yo estaba consciente, pero no tenía movilidad en las piernas. Luego, llegaron 20 largos días en un hospital americano, más de un problema con los seguros.

Y un diagnóstico que chirría.

Algo así como lesión medular a la altura de la dorsal 12. Por falta de riego en la médula, la lesión subió hasta la dorsal 5. La lesión me afecta del pecho hasta los pies.

Porque está aquí delante su novia, Ana... Me dan ganas de darle un abrazo, oiga.

Ahora continúo con mi recuperación, aunque sin posibilidad de volver a andar y, como ve, intentando no perder la sonrisa.

La risa es el único tranquilizante sin efectos secundarios.

He pasado siete meses muy duros de rehabilitación.

La gente de Barbastro, la de Aragón, se ha volcado.

Es cierto. El accidente me ha permitido comprobar la sensibilidad de las personas. Ha habido conciertos, partidos de fútbol de homenaje, muchísimo cariño...

¿Por qué eligió esta vida?

Le he encontrado sentido a la vida a través del deporte. Y voy a seguir haciendo ciclismo: 'hand bike', que se impulsa con brazos y manos. Estoy en silla de ruedas, pero voy a seguir pedaleando en la vida.

Y también escribiendo.

Acabo de presentar en Zaragoza el libro '12.822 kilómetros: de Zaragoza a Pekín'.

Entiendo que el asunto del libro responde al enunciado.

Acertó. En el año 2008, recorrí 14 países desde Zaragoza a Pekín.

Buen hombre, ¿cómo le dio por vertebrar semejante locura?

Fue en 2005, en el Himalaya. En una expedición alpina pensé que podría unir Zaragoza, sede de la Expo, y Pekín, sede de los Juegos Olímpicos.

Un montón de siglos después, Marco Polo, a lomos de una bici.

Curiosamente, seguí la ruta de la seda. Menudo viaje: España, Francia, Mónaco, Italia, Croacia, Serbia, Bulgaria, Grecia, Turquía, Irán...

¿También Irán?

Sí, y por cierto, con todo lo que sale por la tele, y los policías no llevan pistola ni nada en Irán. Luego, Uzbekistán, Kirgizistán...

¿Debe ser complicado el gentilicio de Kirgizistán, no?

Ni idea. Si me deja, sigo.

Vamos ahí.

Y, finalmente, China.

No tengo ninguna duda de que participará en la primera carrera ciclista con meta en Marte.

Y yo no tengo duda de que usted asistirá de enviado especial.