Se acabaron los termómetros de mercurio. El Parlamento Europeo jubila esta semana definitivamente estos medidores que se basaban en la dilatación del mercurio, un metal pesado, tóxico y peligroso para la salud. A más de uno se le habrá roto alguna vez un termómetro en casa y habrá jugado con las pequeñas bolitas plateadas. El juego es peligroso y las autoridades sanitarias aconsejan no tocar directamente el mercurio, ni en pequeñas cantidades.

Europa ya prohibió su fabricación en 2007 y, a partir de este viernes, se impide también su venta en las farmacias. Hace ya tiempo que los termómetros digitales venían sustituyendo a los de mercurio, inventados por el físico alemán Fahrenheit, en 1714. Los médicos advierten de que el mercurio puede dañar el sistema nervioso y afectar al oído, al habla, al movimiento e incluso llevar a la muerte.

En los hospitales llevan varios meses retirándolos, como en el Miguel Servet. En el principal hospital de la Comunidad, a lo largo de este año se han ido sustituyendo los termómetros de mercurio por los digitales. El centro sanitario trata los viejos medidores como residuo químico.

Imposible reciclarlos

¿Y qué hacemos con los termómetros de mercurio que tengamos en casa? Pues nada. Al menos, no hay una respuesta oficial sobre qué hacer con ellos. El mercurio es un residuo tóxico y los servicios públicos de recogida no lo aceptan.

En el departamento de Medio Ambiente de la DGA se lavan las manos y apuntan que la recogida de residuos urbanos es competencia municipal.

En los puntos limpios -dependientes del Ayuntamiento de Zaragoza- no aceptan residuos peligrosos. En la página web municipal informan de que en caso de duda, hay que llamar al teléfono 010. En este servicio de información recomiendan “guardarse el termómetro en casa hasta que salga algún tipo de campaña de recogida, por ejemplo, en farmacias”.