La seducción de la nieve, el encantamiento de los adultos

Ver caer los copos o despertarnos y encontrar la calle blanca nos llena de felicidad y no llegamos a entender el porqué.

Los paisajes blancos fascinan a niños y adultos.
Los paisajes blancos fascinan a niños y adultos.
Pixabay

¿Quién no ha soñado con despertarse, abrir la ventana y que esté todo blanco? Quizás no sea un deseo solo de los más pequeños, sino también de los adultos y los motivos se encuentran muy alejados de que nuestro jefe nos diga que nos da fiesta.

Ver caer los copos a través de la ventana, sosteniendo una taza de café y abrigados con un calentito pijama, quizás sea una de las situaciones que más placer nos pueden dar. La nieve nos da paz, ya que al contrario que la lluvia cae en silencio y con calma.

Nos maravilla. Nos recuerda todo de lo que es capaz la naturaleza, lejos de la tecnología y de todas aquellas cosas que utilizamos cada día. Tanta fascinación puede generarnos, que podemos quedarnos encantados mirando a través del cristal o incluso ir a buscar, ya sea en coche o andando, el lugar más alto para verlo todo blanco.

Asimismo también nos conecta con nuestro niño interior. Emoción es lo que sentimos al pensar en pisarla y en un completo niño nos convertimos cuando vemos aparecer a un amigo y pensamos en tirarle una gran bola, incluso sin guantes, porque nos olvidamos del frío como lo hacen los más pequeños.

Es una oportunidad para ponernos el gorro, los guantes, la bufanda y ese plumas que solo ve la luz en ese momento, pero que estamos deseando ponernos para abrigarnos y salir a la calle. Espontaneidad e imaginación son otras dos emociones que sacamos a relucir. Improvisamos un trineo con cartones o con el propio abrigo, hacemos guerras de nieve o fabricamos muñecos de nieve de los que nos sentimos orgullosos como si nos fuesen a poner una pegatina al salir de clase.

Pero sobre todo, la grandeza de la nieve es que nos hace felices. Une a las personas, ya sea en el calor del hogar o en el parque que no pisábamos desde que éramos pequeños.

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