Antártida: la fiebre blanca

Se cumplen 30 años de la presencia española en la Antártida. Tres décadas de investigación civil y militar en las que Aragón ha tenido papel protagonista y proporcionado recursos médicos y logísticos, en un espacio hostil donde la amistad y el compañerismo han sido la clave del éxito.

El coronel Jesús Sánchez Loureiro, durante su estancia en la base Gabriel de Castilla en la campaña 2005-2006.
El coronel Jesús Sánchez Loureiro, durante su estancia en la base Gabriel de Castilla en la campaña 2005-2006.
J.S.L

Los argentinos lo llaman ‘la fiebre blanca’, ese deseo de quedarse allí, en el continente helado. En mitad del silencio, de la nada, rodeados de hielo, de la naturaleza más salvaje. Una fiebre que atrapa a los científicos que allí acuden para realizar observaciones y experimentos, pero también a los militares que se esfuerzan por sostener la infraestructura de investigación. Fiebre de la que es difícil desprenderse. "Te dirán que el paisaje es espectacular, que el trabajo es gratificante, que la compañía es enriquecedora, que la experiencia es inovidable... Yo digo que eso es mentira. ¿Sabes por qué? Porque es aún mejor", sonríe el coronel del Ejército de Tierra Jesús Sánchez Loureiro, quien fuera jefe de la base antártica Gabriel de Castilla en la campaña 2005-2006 y director de la Oficina de la Campaña Antártica (OCA), en Zaragoza, desde 2006 y hasta 2013.

Se cumplen 30 años de aquella primera misión antártica, cuando un grupo de científicos españoles se lanzaron con urgencia y absoluta falta de experiencia a poner una pica en el continente helado. Empezaba así un sueño científico y logístico que, tres décadas después, es uno de los logros más sobresalientes del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), del Ejército español (Armada y Tierra) y en el que Aragón ha tenido y tiene un papel protagonista, con una larga lista de médicos y personal en las dos bases, una oficina de campaña ubicada en Zaragoza y un esfuerzo material y administrativo que aporta la zaragozana Agrupación de Apoyo Logístico 41 (Zaragoza), de la Brigada Logística (BRILOG). "Aragón siempre ha estado relacionado directa o indirectamente con las campañas antárticas, porque la Antártida es montaña, hielo y frío y muchos profesionales militares y médicos que allí han ido se han formado en la Escuela Militar de Montaña o tienen relación con las dificultades de nuestro terreno", destaca Sánchez Louireiro. "Son treinta años de éxitos en los que Aragón ha sido uno de los principales protagonistas".

Fue en 1987 cuando España instaló en la península de Livingston la que sería su primera base antártica destinada a la investigación, recinto gestionado por el CSIC y personal civil. Un año después, se abriría la base Gabriel de Castilla, también de investigación científica y a la que presta apoyo logístico el Ejército de Tierra. España era desde 1982 país observador del Tratado Antártico, que regula la actividad en el continente, y para ser miembro consultivo fue necesario impulsar la investigación y contar con bases nacionales que presentaran servicio a la comunidad científica. El coronel médico en la reserva Arturo Lisbona estuvo en la primera misión del entonces refugio Gabriel de Castilla, en la campaña 1988-1989, "la base Juan Carlos I se estaba montando y el Ejército de Tierra decidió construir otra base en la isla Decepción, volcán activo de enorme interés científico –recuerda Lisbona–. Cuando llegamos ni siquiera teníamos base, tuvimos que ocupar un viejo refugio argentino, única edificación que quedaba en el lugar después de la erupción del volcán en 1970, que destruyó las bases inglesa, argentina y chilena".

Se trataba de un barracón apenas alimentado por un generador, con una temperatura que nunca subía de un grado bajo cero en el dormitorio. "Allí nos quedamos los militares y la docena de científicos, nos despertábamos con escarcha en la barba y el bigote, no teníamos ducha ni cuarto de baño... Y aún así nadie se quejaba. Era un sueño tan increíble saber que estabas en la Antártida que se te olvidaba todo". Lisbona se ríe al recordar que "al no tener cuarto de baño, la isla Decepción era un enorme baño si había necesidad. Y vaya si la había, incluso en mitad de una tormenta horrorosa, con temperaturas bajísimas y sensación térmica de 30 grados bajo cero había que ir al baño. Cuando hay necesidad, hay capacidad de aguante".

Lisbona fue como personal de investigación en un proyecto sobre el calcio y la vitamina B, y regresó en la campaña 1990-1991, "cuando la base ya estaba en funcionamiento y contábamos con dos generadores. ¡Y una temperatura en el interior de 7 grados! Una maravilla". Pasó allí la Navidad, apenas pudo hacer una llamada telefónica de tres minutos a los suyos y, aún así, reconoce que hubiese vuelto más, muchas más veces. "Por circunstancias familiares me fue imposible regresar, pero lo hubiera hecho. A pesar del frío, de la epidemia de gripe que nos dejó a media base en la cama, a pesar de las incomodidades que tuviésemos. Es la fiebre blanca, te atrapa y ya no te deja".

ENTRA ARAGÓN. Los objetivos de la campaña antártica española son diversos: por un lado mantener la presencia de España en el territorio en cumplimiento de los acuerdos del Tratado Antártico; por otro, posibilitar los trabajos científicos. Pero otro importante objetivo es el desarrollo de proyectos de investigación y experimentación de interés para el Ejército de Tierra, como telecomunicaciones, pruebas médicas en situaciones extremas... Esta fue una de las razones para que en 1988 desembarcasen unidades del Ejército español en la isla Decepción y, un año después, se crease el refugio militar Gabriel de Castilla. Hubo que pasar casi diez años para recibir la denominación de base, una vez realizados trabajos de ampliación y adecuación. En la Gabriel de Castilla, el Ejército da, además, el apoyo logístico necesario para los 24 científicos que allí residen, cifra que puede superar los 40 en algunas jornadas. "Son tres décadas de misión antártica, lo que la convierte en la más antigua. Su coste es escaso pero recibe una gran difusión, es un escaparate magnífico para el Ejército, porque no hay un conflicto bélico y se resalta el esfuerzo científico militar, porque en la misión realizamos estudios de telecomunicaciones, instalaciones, sanidad, medio ambiente...", enumera el zaragozano Daniel Vélez, comandante de Infantería y jefe de base en la campaña 2016-2017.

La misión tiene, desde el principio, un marcado acento aragonés. La selección del personal militar que gestionará la base Gabriel de Castilla es decisión del jefe elegido, pero ser aragonés cuenta, y mucho. La preparación sigue un eje Madrid-Zaragoza y la OCA está en la capital aragonesa, al igual que el almacén logístico. "Solo por cuestiones prácticas, la misión necesita que uno de sus miembros esté aquí. Desde la oficina, se aconseja al jefe de base que al menos una persona de su equipo sea zaragozano", destaca Jesús Sánchez Loureiro.

Además, en la base Juan Carlos I muchos de los médicos allí destinados han nacido en Aragón o ejercido en la Comunidad. "El CSIC busca personal con experiencia en rescate de montaña o habituados a un clima hostil. Y los médicos del Alto Aragón cumplimos con ese perfil", señala Daniel Pérez, médico del centro de salud de Echo (Huesca). Por esa base han pasado médicos aragoneses como el especialista en medicina alpina Míchel Bernabé; Guillermo Bernués, médico de la localidad oscense de Plan... y esta campaña serán dos los aragoneses: en la primera fase estará el cirujano Pablo Castillo y, en la segunda, Daniel Pérez. "Tratamos, sobre todo, catarros, contusiones y sobreesfuerzos. Se hace mucho hincapié en la prevención y el personal de la base tiene un enorme cuidado porque es consciente de que un accidente grave será difícil de tratar a miles de kilómetros de un hospital". El doctor Pérez, ya acumula cuatro campañas de experiencia en la base Juan Carlos I "y este año será mi quinta. Tiene algo ese paisaje, esos meses de convivencia tan estrecha, que buscas volver. No siempre es fácil, todavía no hay un convenio para la movilidad de médicos, a veces tienes que pedir dos meses sin sueldo, buscar tú mismo un sustituto..., pero merece la pena. Es una medicina diferente en un espacio único".

DE IDA Y VUELTA. El comandante Daniel Vélez guarda los recuerdos más frescos de la experiencia, ya que regresó de la base Gabriel de Castilla hace apenas unos meses. Su larga carrera profesional le ha llevado a Kosovo o Afganistán, pero asegura que esta ha sido la mejor experiencia de su vida, "por la satisfacción del deber cumplido, por el paisaje tan increíble, y por las relaciones humanas que allí se crean. Lo que más me impactó fue esa amistad que se forja en la base. Es un recinto pequeño y estamos todo el día juntos. Uno de mis empeños como jefe fue que las comidas se hicieran en comunidad: desayuno, comida y cena. Y después de la cena, era el momento de disfrutar del ocio juntos, tocando la guitarra, jugando... Pasamos así Navidad, Nochevieja, Reyes... Y se forjaron amistades muy fuertes, con un grupo de Whatsapp que meses después sigue activo y en el que se organizan encuentros entre militares y científicos".

Esa unión entre dos mundos tan diferentes fue potenciada por el coronel Sánchez Loureiro en la campaña 2005-2006. Admirador de los trabajos del explorador polar Ernest Henry Shackleton, tomó de él la idea de organizar charlas científicas, para que los investigadores de la base Gabriel de Castilla contasen al resto en qué consistían sus trabajos. "Logramos entender así qué les había llevado a viajar a la Antártida, por qué tenían tanta insistencia en ir a un punto en concreto... Y hubo un día que uno de los científicos nos preguntó: “Bueno, ¿y vosotros no vais a contar nada?”. Nos sorprendió, la verdad, porque creíamos que nuestra función era secundaria, de apoyo logístico y experimentos militares. Pero en esa comunidad querían conocernos mejor, saber por qué había misiones en el exterior, por qué la logística es tan importante en el Ejército... Y se creó un respeto mutuo, un reconocimiento por ambas partes de que el trabajo que allí se realiza es en beneficio para la comunidad y para España. Que los dos son igual de importantes".

Un respeto que Sánchez Loureiro espera que se traslade a toda la sociedad y, por ello, la promoción de la campaña antártica fue uno de sus objetivos al frente de la Oficina entre 2007 y 2013. "Mucha gente aún no sabía ni sabe lo que hacemos allí, que España tiene dos bases científicas, donde se realizan trabajos punteros. Donde el Ejército, además, realiza una importante función de apoyo. Ahora, la Oficina de la Campaña Antártica organiza charlas en colegios e institutos, videoconferencias....". En esas charlas con niños y adolescentes, Sánchez Loureiro lanza siempre la misma pregunta: "¿Os gustaría estar también en la Antártida?", y todos responden que sí. "¿Y sabéis lo que están haciendo ahora los que estarán allí, dentro de diez años? Estudiar. Ahora mismo están estudiando, formándose, porque el nivel de excelencia de científicos y militares es el máximo". Según el coronel, "en realidad, la historia de la Antártida y su éxito se basa en la continua preparación de los que allí investigan, de un esfuerzo sostenido en el tiempo".

COLABORACIÓN. La presencia de Aragón en la Antártida no se reduce solo a las bases Juan Carlos I o Gabriel de Castilla. También hay científicos aragoneses en otros recintos, en colaboración con universidades de todo el mundo. Esta campaña, el zaragozano Domingo Sancho Knapik, investigador de Recursos Forestales del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA), viajará a la base polaca en la isla Rey Jorge, donde se dan las condiciones idóneas para la investigación. "Será un viaje en dos partes, la primera en enero de 2018 y la segunda en enero de 2019, para analizar los efectos del cambio climático en las plantas, en concreto en el movimiento del agua en su interior. Se trata de una oportunidad que se ha presentado a través de la Universidad de las Islas Baleares, que recibió la petición de la Universidad chilena de Concepción y pensó en el equipo del CITA", señala.

Reconoce sentir respeto ante la idea de pasar varios meses en la Antártida, "pero es el mejor lugar para poner sobre el terreno las técnicas de nuestro laboratorio. Conozco ya algunos que han estado y su experiencia me ha animado a seguir adelante".

Las bases españolas están relativamente cerca, a unas 20 millas de navegación, lo que sería una hora y media de trayecto. "Sin embargo, no suele haber visitas entre nosotros, la base Juan Carlos I tiene una relación más estrecha con otras instalaciones internacionales cercanas, como la base búlgara", señala el médico oscense Daniel Pérez. "Están a poco más de diez minutos de trayecto en zodiac y es habitual hacer visitas. La relación con los científicos y militares búlgaros es excelente, sobre todo por el trato humano que recibimos por su parte. Su generosidad en compartir sus víveres, en ofrecernos compañía y apoyo... Y pasamos con ellos el día de Navidad". Son jornadas difíciles, porque la familia está lejos, "aunque ahora resulta más sencillo –señala por su parte Daniel Vélez–. Tenemos vídeoconferencias, llamadas a diario... Recuerdo en Kosovo, en el año 2000, lo complicado que era hablar con la familia. Ahora hay menos distancias".

La campaña antártica 2017-2018 ya está en marcha. Los ocupantes de la base Juan Carlos I estrenarán nuevas instalaciones, cuya remodelación ha costado 16 millones de euros, y que permitirá duplicar su capacidad y dar espacio a 50 personas. Se espera que la primera fase parta el 26 de diciembre.

Los ocupantes de la base Gabriel de Castilla marcharán antes hacia la isla Decepión, en las primeras semanas de diciembre. Y la conexión aragonesa vuelve a ser importante en el equipo. El jefe de base es el coronel Valentín Carlos Benéitez, que estuvo destinado en Cuartel General de la Jefatura de Tropas de Montaña (Jaca). El responsable de logística será el comandante zaragozano Miguel Ángel Sancho Herranz, y el responsable de Navegación, el también zaragozano subteniente Emilio José Verdasco Sánchez. El brigada David Salvador Alcázar y el cabo 1º Daniel Ceballos forman parte del regimiento de Pontoneros.

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