Cuántas veces hemos oído que los niños son como esponjas que lo absorben y lo aprenden todo con gran rapidez? A juicio de un buen número de educadores e investigadores, hasta los 3 años, los niños tienen una capacidad perfecta para asimilar la fonética y la gramática de varios idiomas a la vez; de los 4 a los 8, el aprendizaje se complica; y de los 8 en adelante, ya es difícil aprender por intuición. Otros expertos, sin embargo, aseguran que el aprendizaje precoz de una segunda lengua puede producir contaminación lingüística y retraso en el aprendizaje.

En la adolescencia, menor interés

Sea como sea, los padres de hoy en día tenemos bien claro que el dominio de otras lenguas es imprescindible para el desarrollo personal y profesional de nuestros hijos. ¿Hay alguno al que no le interese el futuro de sus hijos?

Con los pequeños no suele haber problema, pero conforme se aproximan a la adolescencia, por lo general, el interés por los idiomas se desvía hacia otros derroteros. Es el momento de actuar, de motivarlos, de darles mil razones –o más si es preciso– para convencerlos de que no pueden desaprovechar esta oportunidad, ya que, con el paso del tiempo, las responsabilidades irán creciendo –el trabajo, la universidad, los novios-as...– y el aprendizaje de los idiomas se hará más complicado si no se tiene una buena base.

El futuro, para ellos, lejano

Los intercambios para aprender idiomas en el extranjero o la academia de al lado de casa son siempre un buen punto seguido para reforzar lo aprendido en clase y avanzar conocimientos; incluso existen aplicaciones para chatear y aprender vocabulario desde el móvil.

Ahora, eso de su ‘futuro profesional’, a los chicos les queda demasiado lejos, pero podemos ir allanando el camino, haciéndoles ver que saber inglés, alemán, francés, chino... les abrirá muchas puertas, les permitirá viajar con comodidad y conocer diferentes culturas, hacer nuevos amigos; en definitiva: les proporcionará mayor seguridad en sí mismos para realizar esta y otras actividades; y un mayor nivel de tolerancia hacia los demás. Y, cuando se sabe un idioma, aprender otro es mucho más sencillo, porque el cerebro se acostumbra.

Iniciativas para todos

Una sugerencia: también podemos dedicar algo de nuestro tiempo libre a escuchar con nuestros hijos las canciones que les gustan, en su idioma original, e intentar traducirlas y cantarlas; lo mismo podemos hacer con las películas, con un periódico –qué elijan ellos el artículo o la noticia–, un cómic, el manual de instrucciones del último videojuego o, si nos sentimos con fuerzas y preparados, con un buen libro. Cualquier iniciativa será bienvenida.

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