¿Intolerante a la lactosa? No deje de tomar leche

Proliferan las personas con intolerancia a la lactosa. Estudios recientes señalan que esta dolencia se puede superar para no dejar de tomar lácteos, necesarios para la absorción de vitaminas y calcio por el organismo.

La intolerancia a la lactosa, una de las más frecuentes, puede provocar malas digestiones y otras molestias.
La intolerancia a la lactosa puede provocar malas digestiones y otras molestias.
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En las estanterías de los supermercados no paran de aparecer productos sin lactosa, ante la proliferación de personas a las que les sienta mal la leche. Un malestar que se suele interpretar como intolerancia o alergia a la lactosa.

Pero ¿qué es la lactosa? “Es un disacárido que está formado por dos moléculas carbono e hidrógeno”, explica Marilourdes de Torres Aured, coordinadora del Comité Científico de ADENYD (Asociación Española de Enfermeras de Nutrición y Dietética).

El proceso de la digestión hace que al intestino delgado lleguen los nutrientes en moléculas pequeñas para que las pueda absorber. Estos son la galactosa, glucosa y fructosa, en el caso de los carbohidratos de cadena larga. Para separar las moléculas de carbono e hidrógeno de la lactosa, y que puedan ser absorbidas por el intestino delgado en forma de galactosa y glucosa, necesitamos una enzima, la lactasa, con ‘a’. Si nuestro organismo ha dejado de producir lactasa, resultará imposible ‘partir’ las moléculas de la lactosa, lo que puede producirnos “digestiones pesadas y diarrea porque el intestino delgado no la puede absorber”, señala De Torres, quien también es responsable de la Unidad Funcional de Dietética y Nutrición del Miguel Servet.

Paradójicamente, la evidencia científica está demostrando que la solución no es dejar de beber leche: “En los últimos años, varios estudios han demostrado que, si se deja de tomar leche, la enzima lactasa puede desaparecer totalmente, mientras que, si seguimos ingiriendo leche, en dosis más pequeñas para que no nos siente mal, la enzima puede recuperarse”, afirma De Torres, que ha participado en el equipo investigador de algunos de estos estudios. Hay molestias que se presentan porque el individuo es ‘malabsorbente’ o ‘maldigestor’ de la lactosa, pero no intolerante por falta de lactasa, según las pruebas funcionales.

En estos casos, “se puede tomar medio vaso de leche con repostería; jamón de york que contenga trazas de lactosa,… así poco a poco se va corrigiendo la intolerancia”, explica esta experta. “El enzima lactasa es muy listo, si no tiene trabajo se va, hay que estar en guardia para que no se marche, hacerle trabajar”, advierte.

La lactasa es una enzima que producimos en la infancia para digerir la leche materna y que se puede ir perdiendo al hacernos adultos. De hecho, no existe entre los adultos asiáticos, africanos, o nativos americanos. Se piensa que en algún momento histórico de hambruna en Europa, sus habitantes lograron mantener la lactasa para poder alimentarse de la leche de los mamíferos. Supuso entonces una ventaja evolutiva, que hemos ido manteniendo, pero que a veces desaparece bajo nuestra carga genética ancestral.

Pero es una ventaja que conviene conservar, y por eso es importante tratar de corregir la intolerancia porque “los lácteos son fundamentales para que el organismo pueda absorber la vitamina D y el calcio”, subraya De Torres. Algo que no se logra con las leches vegetales, de las que la enfermera dice que “son bebidas vegetales, no leche; y no la sustituyen como alimento ya que estas bebidas vegetales no fijan el calcio ni la vitamina D”.

Eliminar los lácteos, un error 

“En los últimos años se está diciendo que la leche es perjudicial y que debe ser retirada de todas las dietas, sin ninguna evidencia científica”, reitera De Torres. “Eliminar los lácteos en la dieta puede reducir la ingesta diaria recomendada de calcio y vitamina D. No es fácil obtener el calcio adecuado sin la ingesta de lácteos”, subraya, y añade que la intolerancia real a la lactosa presenta una baja incidencia en la población y que “se trata y controla perfectamente” por los especialistas en digestivo.

Además, no hay que temer miedo a tomar leche aunque la lactosa no nos siente bien porque lo que nunca podremos sufrir es un ‘shock’ alérgico. “No existe la alergia a la lactosa, sólo la intolerancia que nos puede generar diarrea o náuseas pero nunca una reacción alérgica”, afirma De Torres. “Los casos de alergia se dan a la caseína de la leche, que es la proteína de la leche, pero no a la lactosa”, aclara.

“En casos de intolerancia real, diagnosticada por el especialista mediante la prueba funcional correspondiente (hidrógeno espirado) el único lácteo que puede ingerirse es el yogur, ya que al fermentarse la leche, la lactosa se convierte en ácido láctico (que no necesita enzima lactasa para su síntesis) y los pocos restos que queden de lactosa, se los comen literalmente las bacterias lácticas de la microbiota intestinal del individuo” concluye De Torres.

El próximo 26 de septiembre, a las 16.00, se celebrará una charla sobre intolerancia a la lactosa en el Colegio de Enfermería de Zaragoza (Calle Bretón, 48).

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