¿Has vuelto a perder los nervios con tus hijos?

Si nosotros no somos capaces de controlarnos, ¿qué ejemplo les estamos dando como padres? Cuando gritamos... ellos gritan.

Debemos aprender a detectar rápidamente en nosotros mismos los síntomas del descontrol para poder frenarlo.
Debemos aprender a detectar rápidamente en nosotros mismos los síntomas del descontrol para poder frenarlo.
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“Estos críos me sacan de quicio”: frase inequívoca y premonitoria que delata que estamos a punto de ‘perder los nervios’. La casa está manga por hombro, el pequeño berrea, los mayores no hacen caso ni a la de tres, parece que hablamos en chino; nadie colabora... ¡y eso que el curso no ha hecho más que empezar…!

Un ejemplo pésimo como padres

Casi din darnos cuenta, además de los nervios hemos perdido el control y ya no hablamos... gritamos y estamos a punto de decir cosas de las que luego, seguramente, nos arrepentiremos. Y si nosotros no somos capaces de controlarnos, ¿cómo vamos a enseñar a nuestros hijos a que se autocontrolen? Cuando gritamos... ellos gritan, y les estamos dando un ejemplo pésimo como padres.

Identificar los signos del descontrol

Y no digamos nada, si la discusión es ya personal, cara a cara, con uno de ellos. Ante estas situaciones, los expertos dicen que debemos aprender a detectar rápidamente en nosotros mismos los síntomas del descontrol para poder frenarlo –la alteración no es instantánea, es un proceso–. Y que es mejor dejar pasar un par de horas para tranquilizarnos antes de decirle a nuestro hijo lo que le tenemos que decir, enfadados –el socorrido "cuente hasta diez"–.

Resistencia a cumplir las normas

Debemos estar preparados para hacer frente de forma tranquila y serena a la resistencia que oponen los chicos a cumplir las normas; y si es necesario repetir las cosas cien veces -de manera convincente pero sin gritar y con un "por favor" por delante-, pues se repiten; así nos aseguramos de que ha quedado bien claro nuestro mensaje. Ofrecer incentivos positivos en lugar de amenazar: "Cuando recojas tu habitación podrás salir con tus amigos", es una buena táctica.

Cortar en seco, buena táctica

Si la discusión corre el riesgo de enquistarse y su objetivo es minar nuestra paciencia para conseguir salirse con la suya, ‘cortar en seco’ suele ser lo más apropiado para romper una dinámica inútil que no conduce a ninguna parte. Los chicos también sufren lo suyo durante estas ‘peleas’ con los padres, por eso intercalar algún mensaje de cariño durante o al final de la ‘contienda’ del tipo: "Aunque nos hemos enfadado, sabes que te queremos muchísimo", contribuye bastante a poner las cosas en su sitio. Y, en ocasiones, sin querer, son ellos los que pagan los platos rotos, sin culpa alguna, víctimas de nuestro estrés y de nuestras frustraciones. Entonces: hay que pedirles perdón.

Pensar por anticipado

En teoría, los padres somos más listos que lo hijos porque nos avala la experiencia y los conocemos muy bien, así que deberíamos aprender a pensar por anticipado ­–a verlas venir– y a diseñar estrategias para buscar soluciones a los conflictos; y si en esta búsqueda participan los hijos a través del diálogo y de la conversación pausada y tranquila... si no la guerra, habremos ganado una gran batalla en ese siempre difícil camino hacia la paz familiar.

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