Moby Dick
El zaragozano Javier Zardoya narra para Heraldo.es su viaje al Polo Norte Geomagnético.
Si estamos de acuerdo en que los más grandes novelistas de la historia fueron los españoles junto a los rusos, también podríamos afirmar que desde su fundación, los Estados Unidos de Norteamérica se subieron al podio literario por méritos propios. Herman Melville sobresale entre estos úlitimos, gracias a que entre otras joyas, parió Moby Dick, esa maravillosa metáfora de la obsesión humana contra los dioses de la naturaleza.
Durante estas últimas horas el hielo del estrecho de Nares se ha convertido en nuestro Moby Dick. Seguimos al acecho todos sus movimientos a través de los partes de hielo. El último nos dio una esperanza y nos lanzamos de nuevo al ataque, pese a que los lugareños de Siorapaluk decían que quedaríamos atrapados por el hielo.
La climatología, que se observa con cierto desdén desde otras latitudes, es el elemento sustancial en esta parte del mundo. De una forma u otra, predomina sobre la vida diaria. Estas gentes conocen muy bien sus movimientos. Su supervivencia y sustento dependen de ello.
En nuestro trayecto hacia el norte, rumbo allá del cabo Alexander, donde dejamos el otro día a nuestro oponente, nos detuvimos en un iceberg plano de color azulado. Lo anclamos al Northabout y bajamos a él. Hicimos algunos agujeros en su superficie en busca de agua y comprobamos que era salada, dejando ver su origen de banquisa polar.
Casi a medianoche llegamos al cabo Alexander. El islote rocoso que le antecede nos recibió furioso, con vientos de casi 40 nudos que movían al Northabout a su antojo. Moby Dick había echado mano de sus armas. Nos hemos refugiado en un recodo de la costa esperando que amaine el temporal. De momento, la pelea sigue en tablas.
Diario de Javier Zardoya
1. Arranca la aventura hacia el gran norte
2. Primeros problemas en la aventura
4. Rumbo al reino de los hielos
