Primeros problemas en la aventura de Javier Zardoya al Polo Norte Geomagnético

El zaragozano Javier Zardoya narra para Heraldo.es su viaje al Polo Norte Geomagnético.

Barco en las inmediaciones de Ilulissat, donde flotan icebergs desprendidos del glaciar.
Barco en las inmediaciones de Ilulissat, donde flotan icebergs desprendidos del glaciar.
María Valencia Basaldua

Tras abandonar el continente europeo saliendo de Copenhague, volamos hasta Groenlandia. La puerta de entrada es la localidad de Kangerlussuaq, donde tedremos que hacer noche esperando la conexión que nos lleve en distintos vuelos internos hasta Upernavik, punto de reunión de todos los expedicionarios y nuestro barco, el Northabout.

A los tres miembros de la expedición que salimos de Madrid se nos ha unido en Copenhague el ingeniero aeronáutico español Manuel Mallo, con amplia experiencia en travesías por zonas árticas y travesías de montana.

Kangerlussuaq es un poblado de apenas 500 habitantes construido al pie del aeropuerto, el verdadero cordón umbilical que lo conecta con el mundo exterior. La localidad, trazada en cuadrícula sobre una ladera arenosa, esta formada por un centenar de casas prefabricadas de madera.

Su población, a pesar de que ha recibido inmigración en los últimos años procedente del tirón turístico, todavía conserva muchos rasgos inuits. El poblado muestra con orgullo su vinculación con las bases aéreas norteamericanas que proliferaron a lo largo y ancho de Groenlandia durante la Guerra Fría al tratarse de un territorio clave entre las dos potencias mundiales de la segunda mitad del siglo XX, EE. UU. y URSS.

La segunda etapa en suelo groenlandés es la localidad de Ilulissat, donde reclutamos al quinto miembro de la expedición, Aitor Basarrate, instructor de buceo y navegante experimentado. Allí, las líneas aéreas groenlandesas nos jugaron una mala pasada y por "problemas técnicos" nunca explicados cancelaron nuestro vuelo previsto hasta Upernavik donde nos esperaba el barco. Ante la imposibilidad de seguir viaje al menos hasta el dia siguiente decidimos conocer el lugar, asentado en un precioso fiordo de la costa oeste groenlandesa.

Con algo menos de 5.000 habitantes es la tercera ciudad en importancia del país, y cuenta con una superficie similar a la extensión de toda la comunidad autónoma de Aragón.

Las 24 horas de luz al dia en el verano ártico producen estos primeros días ciertas distorsiones en el sueño y alimentación, pero tienen el beneficioso efecto de poder salir a cualquier hora del dia y disfrutar de los rayos un sol blanquecino y algo débil que contrasta con el colorido contraste de las casas groenlandesas.

Las horas pasan despacio mientras esperamos el siguiente vuelo que nos acerque hasta el destino final.

Diario de Javier Zardoya

1. Arranca la aventura hacia el gran norte

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