¿Por qué los tatuajes son permanentes?

Llegan hasta la epidermis y es casi imposible hacerlos desaparecer.

Un tatuador, el plena faena.
Un tatuador, el plena faena.
Pixabay

De niños, nos poníamos calcomanías. Ahora, nos hacemos tatuajes. Los segundos están tan de moda que casi es difícil encontrar a alguien que no tenga alguno.

Pero antes de recurrir a esta decoración corporal hay que tener en cuenta que son para siempre. No como las viejas calcomanías, que tardaban siglos en irse del todo y dejaban un halo de roña en nuestros antebrazos, pero acababan por desaparecer.

Los tatuajes, una vez hechos, permanecerán con nosotros de por vida. ¿Cómo lo consiguen? Porque se aprovechan del comportamiento de nuestro organismo ante los cuerpos extraños.

Los tatuadores, con su aguja, atraviesan la capa exterior de la piel -la dermis- y llegan hasta la epidermis, donde queda depositada la tinta. Cada pinchazo supone una pequeña herida, que pone en marcha el sistema inmune. Así, la zona se llena de macrófagos, un tipo de glóbulos blancos que se encargan de devorar los cuerpos extraños. Al 'comerse' la tinta, los macrófagos se tiñen, al igual que los fibroblastos, otras células que acuden a la zona para ayudar a la fabricación de nuevos tejidos para curar las heridas. Así, todas esas pequeñas células teñidas se quedan en el lugar donde se ha producido el tatuaje, haciendo casi imposible su desaparición.

Solo mediante largos y costosos procedimientos con láser puede conseguirse que un tatuaje desaparezca. Y hay colores -como el amarillo o el púrpura- que son casi imposibles de borrar. Por eso, no es nada recomendable tatuarse el nombre de un novio o una novia. Que ya se sabe que a veces el amor de tu vida dura menos de lo que pensabas y luego no hay manera de quitarlo de tu piel...

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