De la emigración al turismo de autor

Desde la pequeña parroquia de Trabau, en Asturias, un joven ha convertido en sustento su pasión por la naturaleza, en una tierra donde el tiempo no se ha detenido.

De la emigración al turismo de autor
De la emigración al turismo de autor
Efe

El sueño de Víctor era regresar a la pequeña parroquia asturiana de Trabau, pero para trabajar y para quedarse; volvió, y lo hizo con una amplia formación turística y en nuevas tecnologías para ofrecer "experiencias" en contacto con la naturaleza y "viajes de autor". El sueño se ha cumplido.

Víctor García tiene sólo 24 años y está convencido de que su empeño en vivir y trabajar en Trabau tiene un coste, el de sacrificar en parte las relaciones sociales o ir a contracorriente de otros jóvenes, pero duda si ponerle el calificativo de ventaja o el de inconveniente: "Eso depende en gran medida de la actitud con la que estamos dispuestos a afrontarlo".

"Cuando eliges algo, no sabes lo que te estás perdiendo, pero tienes claro lo que estás ganando y disfrutando", ha señalado Víctor García, quien valora sobre todas las cosas la sensación "de libertad" que le proporciona vivir y trabajar en un entorno donde siente que tiene sus raíces y donde antes lo habían hecho sus antepasados.

Pero Víctor no sólo ha incorporado al negocio del turismo de naturaleza algunos de los conceptos más modernos del sector (el de turismo "tranquilo" o el de "ecoexperiencia") sino que se ha convertido, junto al familiar que le enseñó -a los once años- el oficio, en el único "cunqueiru" en activo, y hoy fabrica en el mismo torno de madera que durante siglos usaron sus antepasados piezas de artesanía que complementan la rentabilidad del negocio.

Desde su "Rincón cunqueiru" ofrece experiencias en contacto con el lado más escondido de la naturaleza y asistido por modernas tecnologías, desde juegos interactivos que implican y atrapan a los niños hasta aplicaciones de realidad aumentada.

Guía a los turistas en excursiones para tratar de avistar al oso, en salidas nocturnas para escuchar el aullido del lobo, les ayuda a interpretar los secretos y la importancia del agua en una tierra donde todavía mueve molinos o les hace sentir cunqueiros tallando la madera con el viejo torno de pedal.

A esos antiguos recursos, que él no percibe ni como viejos ni como anticuados, ha sumado ahora las modernas herramientas, convencido de que las nuevas tecnologías pueden resultar muy útiles para que las futuras generaciones descubran, conozcan y valoren la naturaleza y el mundo rural y para que el legado de sus antepasados perdure en el futuro.

Y para Víctor, seguir e interpretar las huellas y los hábitos del oso pardo -dónde ha dormido, dónde ha comido, en qué árbol se ha rascado-, escuchar durante la noche los aullidos o adentrarse en el misterioso y apenas transitado hayedo del Monasterio de Hermo puede resultar tan excitante como ver a esos animales.

Víctor aprovechó el dinero que su familia percibió de los Fondos Mineros, destinado a la reconversión de las cuencas, para completar su formación y sus estudios de inglés en Escocia e Irlanda, y a su regreso impulsó las "ecoexperiencias".

Así logró que su incipiente empresa obtuviera numerosos reconocimientos, no sólo por la incorporación de las modernas tecnologías al negocio, sino por, o sobre todo, explotar y rentabilizar un modelo turístico plenamente compatible con la protección y la conservación del medio natural.

De hecho, trabaja y colabora en numerosas actividades de educación y sensibilización ambiental, en proyectos de conservación de las especies más emblemáticas (el oso o el urogallo) o en la elaboración de censos.

"La simbiosis entre paisaje y paisanaje ha sido durante siglos la que ha modelado este paisaje, estas montañas", ha manifestado Víctor García, quien asume la obligación "moral y sentimental" de que cualquier proyecto impulsado en esta tierra sea sostenible desde el punto de vista de la conservación, pero también "rentable" para asegurar que las personas pueden seguir viviendo en este entorno.

Nada de lo que hace, ni las excursiones a medida, ni las rutas interpretadas, ni los eventos que organiza para recuperar instrumentos musicales o costumbres ancestrales, ni el hospedaje, tendría sentido sin las modernas tecnologías, sin internet, sin las redes sociales, unas redes que pueden ser muy útiles -ha dicho- como altavoz del mundo rural.

Así, desde la pequeña parroquia de Trabau, empotrada en el corazón del Parque Natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias, Víctor ha convertido en sustento su pasión por la naturaleza, en una tierra donde, aunque a veces pudiera parecerlo, el tiempo no se ha detenido.

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