¿Hijos desobedientes? Pautas para el cambio

Una de las tareas más difíciles para los padres es que los hijos nos obedezcan. La clave está en conseguir, sin forzarles, que ellos quieran quieran hacerlo. No es fácil, pero se puede lograr.

Tenemos que asegurarnos de que comprenden nuestras instrucciones.
Tenemos que asegurarnos de que comprenden nuestras instrucciones.
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Si sabemos más que ellos, si los queremos con locura, si todo lo hacemos por su bien… ¿por qué no nos hacen caso?, ¿por qué no nos obedecen? “Una de las tareas más difíciles para los padres es que los hijos nos obedezcan”, afirma Mercedes Jiménez Vera, psicopedagoga y maestra de educación especial. Y, para conseguirlo, o por lo menos para intentarlo, Mercedes insiste en que es muy importante “no forzar a los chavales para que sigan al pie de la letra nuestras instrucciones”. Lo que tenemos que conseguir, continúa Mercedes, es que “estas instrucciones se conviertan el algo fácil de cumplir y, por supuesto, que ellos quieran hacerlo”. El razonamiento es tan lógico que hasta parece sencillo y alcanzable; no obstante, Jiménez nos ofrece algunos consejos útiles.

Simplificar las reglas. Debemos explicarles qué significa cada una de ellas y anotarlas en una lista. También anotaremos lo que ocurrirá cuando estas reglas se cumplan y al revés, cuando se rompan. Estos límites deberán ser comprensibles y, sobre todo, inflexibles. Paso a paso. A los niños les resulta difícil recordar varias indicaciones juntas o realizar grandes tareas. Por ello, hay que pedirles que hagan las cosas paso a paso, dándoles las indicaciones de una en una, a medida que vayan finalizando cada actividad. Frases simples y cortas. Tenemos que asegurarnos de que comprenden nuestras instrucciones; lograr que nos presten atención y hablarles mirándoles a los ojos. Lo mejor es decirles con voz clara y calmada qué es lo que queremos, con oraciones simples y cortas. Luego, pedirles que nos repitan, en voz alta, lo que tienen que hacer. Solo así nos aseguraremos de que nos han escuchado mientras les hablábamos y de que nos han entendido bien. Utilizar el sistema de puntos. Se trata de un modelo de premio mediante el cual el niño gana puntos cuando se porta bien y los pierde cuando se porta mal. Por ejemplo, puede acumular puntos por ordenar su cuarto y perderlos por no hacer la tarea. Al final de la semana, puede recibir un premio en relación con la cantidad de puntos que haya acumulado. Corregir, inmediatamente. Cuando no obedecen, debemos corregirles inmediatamente después de producirse la conducta negativa; si no lo hacemos así generaremos en el niño un sentimiento de rencor y frustración. Retirada de la atención. Cuando su comportamiento sea inadecuado no hay que prestarles atención, sobre todo cuando se trata de conductas agresivas con él mismo o con los demás. Los niños soportan muy mal que se les ignore y así comprenderán que su conducta, no funciona. Tiempo fuera. Podemos recurrir al aislamiento o técnica del ‘tiempo fuera’: inmediatamente después de que el niño haya mantenido un comportamiento incorrecto, hagamos que pase unos minutos en un rincón o en cualquier otro sitio aburrido, donde no pueda encontrar nada estimulante. No se trata de imponer esta situación como algo negativo, sino como una oportunidad para que el niño se calme. Conductas violentas. Estas técnicas que hemos comentado, debemos aplicarlas después de una advertencia y solo para detener conductas violentas. Si nuestros hijos se niegan a marcharse al lugar de aislamiento, es conveniente aumentar un minuto extra el castigo por cada minuto que se retrasen en cumplirlo. Además, hay que advertirles de que si abandonan o salen del aislamiento, antes de que se les permita hacerlo, el tiempo empezar a contar de nuevo. Refuerzo positivo. Este tipo de técnicas requieren que los padres prestemos atención a las conductas adecuadas o positivas de nuestros hijos, que, normalmente, suelen pasar desapercibidas. Es importante felicitar a los chavales inmediatamente después de que hayan hecho algo bueno, como, por ejemplo, hablar sin gritar, y debemos hacerlo muy a menudo, ya que, si solo recriminamos y reaccionamos ante sus conductas negativas, los niños se seguirán portando mal, puesto que percibirán que esa es la única forma de llamar, de captar, nuestra atención.

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