Elegir no es renunciar

Esto no es un artículo de opinión. Es, más bien, un servicio público. Quiero informar a quien pueda interesar de que los bebés lloran, mucho. Y durante sus primeros meses de vida hay que estar pendiente de ellos 24 horas al día. Luego la cosa se relaja un poco, crecen y aprenden a comer solos y a atarse los zapatos, pero aun así exigen atención casi constante.

Debido a esta circunstancia, cuando tienes un hijo tu vida cambia radicalmente: no duermes, apenas tienes tiempo para ti y es muy complicado ir al cine, a la peluquería o salir el sábado hasta las tantas.

¿Les parece que todo esto es muy obvio? Sí, eso pensaba yo también, pero entonces empecé a ver cómo proliferaban las autodeclaradas ‘malas madres’ y los libros y artículos en los que muchas mujeres confiesan que se arrepienten de haber tenido hijos. También habrá padres que se sientan así, pero se les oye menos.

Me da la sensación de que todas estas mujeres estaban convencidas de que tener un hijo iba a teñir su vida de rosa pastel y que la felicidad iba a inundar cada segundo de su existencia. Y claro, no.

Ahora nos cuentan que vivían escondidas y marginadas, pero que eso se va a acabar. Salen del armario y gritan al mundo que son muchas, que lamentan ser madres y que nadie tiene derecho a reprochárselo.

Yo pienso en sus hijos, que van a crecer sabiendo que sus madres preferirían que no existieran. No soy experta en psicología, pero alguna relación parece haber entre los vínculos materno-filiales y la psique de los vástagos.

Nadie te obliga a ser padre. Es una elección, y siempre que elegimos dejamos cosas por el camino. Cuando decides tener hijos no renuncias a nada porque –se supone– sabes dónde te metes y te apetece el desafío. Si no es así, no tengan niños, serán más felices sin ellos.

Al resto, a quienes afrontan con ganas este lío de la paternidad, déjenme contarles un secreto: habrá días malos, sí, pero también habrá momentos tan divertidos, tiernos y maravillosos que harán que no entiendas cómo podías vivir sin el amor y las risas de tu hijo.