Mindfulness en tres minutos

La práctica del mindfulness nos permite un estado de conciencia plena en el que somos capaces de disfrutar
del momento que estamos viviendo. Centrarse en el presente es una de las claves de la felicidad.

A través de la concentración y el mindfulness disfrutamos del presente
A través de la concentración y el mindfulness disfrutamos del presente
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El mindfulness , o atención plena, consiste en centrar nuestro pensamiento en lo que está ocurriendo en el momento presente, sin trasladarnos al pasado ni al futuro; y sin juzgarlo, es decir, sin que nos moleste lo que nos viene a la cabeza ni nos quedemos ‘pegados’ a ello. Se trata de «un estado de la mente que todos los seres humanos poseemos de modo natural, pero que no tenemos desarrollado», afirma Javier García Campayo, psiquiatra y profesor del Departamento de Medicina, Psiquiatría y Dermatología de la Universidad de Zaragoza.


El filósofo francés René Descartes lo dijo hace ya cuatro siglos: «Me he pasado media vida preocupándome de cosas que no han ocurrido». Si estamos pensando en los recuerdos del pasado o en el futuro, no vivimos los chispazos del presente. Para Francisco Royo, psicólogo, «siempre nos podemos concentrar. Precisamente el mindfulness hace que sea posible convertir en felices los momentos desagradables  -la cola del supermercado, un atasco...-. Si los transformamos en instantes de vivencia plena del presente son emocionalmente muy agradables y muy intensos».


En tres minutos y siguiendo estos pasos, es posible tener una autosesión de mindfulness:


Donde estés. El mindfulness puede practicarse en cualquier momento y lugar. En sólo tres minutos, es posible realizar un pequeño ejercicio: primero, nos sentamos, apoyamos las plantas de los pies en el sueño por completo, mantenemos una postura erguida, con la espalda recta, y dejamos descansar las palmas de las manos sobre los muslos.


Cinco sentidos. Cerramos los ojos y nuestra atención se dirige a las sensaciones que percibimos del mundo exterior. Empezamos por los sonidos, escuchando los ruidos que llegan a nosotros; después, con el tacto, sentimos el aire que entra por la ventana, el calor del sol en la cara, quizá hasta notamos nuestros latidos en las palmas de la manos. Comenzamos a fijarnos en los olores que nos llegan, y en los sabores, a través del retrogusto de lo que hemos comido.


Respiración: Nos centramos en la respiración. Vemos pasar nuestros pensamientos sin juzgarlos y sin pararnos en ellos; si uno nos ‘engancha’ usamos como ancla para volver a la concentración el aire que entra y sale por nuestra nariz, abandonando otros pensamientos. Si estamos en grupo, escuchamos los sonidos de los otros y sentimos una conexión con ellos. Poco a poco, volvemos a centrar la atención en el exterior y abrimos los ojos.

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