10 pautas para que nuestros hijos adquieran buenos hábitos

El aprendizaje de los hábitos por parte de los hijos va mucho más allá de la pura adquisición de una conducta. El hábito es una actitud ante la vida.

Es importante adaptar las rutinas al tiempo, al espacio y a los cambios familiares.
Es importante adaptar las rutinas al tiempo, al espacio y a los cambios familiares.
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Atarnos los cordones de los zapatos, ser puntuales o decir por favor y gracias son hábitos que tenemos tan asumidos que ni tan siquiera somos conscientes de ellos. Tal vez, por eso, a menudo se descuida o no se incide lo suficiente en al adquisición de estas herramientas que, como explica la psicóloga y pedagoga Cinta Alegret Colomé, son los primeros aprendizajes de nuestros hijos, que afianzados les facilitarán la vida en el futuro. “Padres y educadores -comenta Cinta- deberíamos tomar conciencia de que el aprendizaje de los hábitos por parte de nuestros hijos va mucho más allá de la pura adquisición de una conducta. El hábito es una actitud ante la vida; forma parte del carácter y de lo que somos. En definitiva, nos potencia como personas y nos ayuda a ser felices”. ¿Cómo podemos ayudarles a adquirirlos y, sobre todo, a conservarlos? Estas son las 10 pautas que recomienda la psicóloga: Mejor adquirirlos antes de los 6 años. Es cuando mayor plasticidad cerebral existe: absorben como esponjas. El niño tiene la capacidad de aprender con más rapidez, fluidez y naturalidad que un adulto. A través del hábito se estimula al niño a crecer en todas sus dimensiones: motora, cognoscitiva, social, emocional y ética. La caja de herramientas. Los hábitos son los primeros aprendizajes sobre los que se construirán otros en el futuro. Son la 'caja de herramientas' que les acompañará siempre y que facilitará la vida de nuestros hijos. La riqueza del contenido de esta caja determinará cómo se enfrentarán a nuevas experiencias. Los básicos e imprescindibles. Estas herramientas son hábitos básicos de conducta como: alimentación, sueño, higiene, vestido y vida social. Hábitos mentales de: persistencia, pensar de forma flexible, escuchar con atención o estar abierto al aprendizaje continuo. Hábitos emocionales: seguridad, autoconfianza, optimismo o empatía. Y por último, y muy importantes, los hábitos éticos: responsabilidad, generosidad o sensatez. Estamos entrenando las virtudes. Aumentan la confianza. El niño necesita límites que le den seguridad y autoconfianza. Él solo no puede dar respuesta a la cantidad de estímulos que recibe. El hábito le ayuda a estructurar la realidad y su personalidad. Descubre qué puede conseguir por sí mismo y hasta dónde puede llegar. Aumenta su autoconfianza y se siente más feliz. El compromiso de los padres. Somos nosotros los que dirigimos la acción y los que enseñamos a nuestros hijos. Para ello es necesario tener claros nuestros valores y ser coherentes con ellos. Ir los dos a una, respecto a lo que queremos para nuestro hijo, y aceptarlo tal y como es desde el amor. La rutina diaria. Sé perseverante y flexible. Repite la rutina todos los días y guíale hasta que la realice de manera automática. Es importante adaptar las rutinas al tiempo, al espacio y a los cambios que pueda haber dentro de la familia. Ser flexibles, en un momento determinado, favorece la capacidad de adaptación del niño. Secuencia del aprendizaje. Debemos secuenciar el aprendizaje de menor a mayor dificultad en función del momento evolutivo del niño. Los pequeños objetivos son muy importantes. Recompensa de los pequeños logros. Esto provoca autoconfianza en ellos y fija el aprendizaje. La gratificación debe ser proporcionada al logro, y no basarla en lo material, para no crear malos hábitos. Descubre, con qué disfruta y comparte esas actividades de juego con él. De esta forma, estrecharás vínculos afectivos y favorecerás la comunicación con tu hijo. Es importante sacar a ese niño que todos llevamos dentro. Motivar desde el buen humor. Muestra ilusión, motívale desde el humor. Transmítele con tus palabras y con tu sonrisa que lo va a conseguir. Utiliza un lenguaje positivo y coherente, que lo que dicen tus palabras lo exprese tu cuerpo. Si crees que el niño puede alcanzar lo que deseas, al final, acabará consiguiéndolo. Y siempre, siempre, el ejemplo. El ejemplo es la principal clave. Si quieres que tu hijo haga algo, hazlo tú primero.

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