¿Tienen que cargar los hijos con los fracasos de sus padres?

¿Qué hijo no ha escuchado eso de: “Tú llegarás donde yo no pude llegar”. Anhelar que los hijos logren metas que nosotros nunca alcanzamos puede impedir que consigan sus propios sueños.

¿Quién no ha soñado con un hijo médico, arquitecto, ingeniero...?
¿Quién no ha soñado con un hijo médico, arquitecto, ingeniero...?
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Los padres siempre quieren lo mejor para sus hijos, está claro. Pero, a menudo, cargamos su mochila con nuestros sueños y con ellos, sin querer, también con todas nuestras frustraciones. ¿Qué hijo no ha escuchado alguna vez eso de: “Quiero que tengas todo lo que yo no tuve?" o “Tú llegarás donde yo no pude llegar”. “Como adultos, todos hemos tenido sueños, en ocasiones, rotos por las circunstancias de la vida. Y como padres, nuestra máxima es eliminar para nuestros hijos esas barreras que dieron al traste con nuestras ilusiones”, afirma Antonio Reloba Castro, educador social. Pero, sin embargo, como él muy bien explica, "anhelar que los hijos alcancen aquellas metas que nosotros nunca logramos puede representar una barrera para que ellos alcancen sus propios sueños". Así pues, la pregunta que debemos hacernos, según el educador es: "¿Tienen los hijos la obligación de enmendar los fracasos de los padres?". Y estas son algunas de sus respuestas y recomendaciones: Asumir los fracasos. Para no proyectar nuestros fracasos en nuestros hijos, lo primero que debemos hacer es ser conscientes de ellos. Puedes escribir, con sinceridad, en un folio aquello que nunca conseguiste y compartirlo con tu pareja. Piensa en eso que tu hijo lleva meses diciendo que no le gusta y que hace obligado. ¿Aparece en tu lista? La comunicación con la pareja y con los hijos garantiza el medio ideal para expresar lo que queremos de ellos y lo que ellos realmente quieren. Nuestros gustos y los suyos. Normalmente, queremos transmitir a nuestros hijos las aficiones, gustos, profesiones... que desarrollamos. Practicar con ellos aquello que dominamos y en lo que somos expertos nos proporciona seguridad. Pero no siempre tienen que gustarles nuestras habilidades: ¿qué tal si los gustos se van alternando y hoy eligen ellos y mañana nosotros? Escuchar con el oído y con la vista. Nuestros hijos no quieren defraudarnos y por eso suelen realizan actividades que no les gustan. Si verbalizan ese disgusto, debemos escucharles. Puede ser que sin pronunciar palabra, con sus escusas, su apatía, su desgana... es decir, con su cuerpo, nos estén diciendo mucho. Anota en un papel las actividades de tus hijos y el día de la semana, y a qué hora les duele la cabeza o la barriga. ¿No te parece raro que siempre coincidan con las clases de piano?, sin ir más lejos. Compartir aficiones. Intenta buscar la manera de hacer lo que os guste a ambos. Compartir aficiones creará un lazo afectivo y un medio de comunicación que te servirá como medio para conocer sus necesidades, gustos, miedos, preocupaciones… Una agenda demasiado apretada. Prepara un horario semanal con las actividades que realiza tu hijo. Ahora, suma las horas libres que le quedan: ¿sorprendidos? Son niños y, por mucho que mires por su futuro, si no tienen tiempo para jugar o hacer vida social y familiar les faltara algo muy importante en su vida. Chantaje emocional. «Si no vas a clase de piano, mama se pondrá muy triste...». Recuerda que acudir a las actividades programadas no tiene nada que ver con nuestros sentimientos hacia ellos. Nuestro amor está por encima de que cumplan o no con una serie de objetivos. Si sienten que nada puede romper nuestro cariño paternal tendrán una seguridad emocional que les reforzará la autoconfianza y la autoestima. Tiempo para ellos y para la familia. Con el horario que has organizado, comprueba el tiempo que disfrutáis en familia, qué actividad habéis realizado todos juntos. Ese tiempo personal y familiar es necesario. Ten en cuenta que, cuando crezcan, ya no compartiréis ese tiempo familiar: estarán con sus amigos, en el cine... Consultar con profesionales. El profesor, el orientador escolar nos pueden informar sobre cómo es nuestro hijo fuera del entorno familiar, cuáles son sus habilidades académicas y hacia dónde puede orientar sus estudios. Habla con ellos y ten en cuenta esa información. Actitud positiva. Si reforzamos con actitud positiva esa actividad que tanta ilusión les hace a nuestros hijos, reforzaremos el éxito de la actividad. Ayudarles a conseguir una meta les enseñará a terminar aquello que empezarán en el futuro. Gestionar el fracaso. Como padres estamos obligados a comprender que nuestros hijos también tendrán sueños rotos. Podemos minimizar el impacto emocional, pero también es una lección de vida aprender a gestionar un fracaso, un "no",  la capacidad de frustración... En estos casos, estar a su lado y darles nuestro amor será la única tirita para curar su herida.

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