Consejos para 'negociar' con los adolescentes

Si ayer teníamos sentado a nuestra mesa a un chaval encantador; hoy, de repente, se nos ha ‘metido’ en casa un completo extraño.

En la adolescencia, la comunicación deja de ser fluida y natural con los padres.
En la adolescencia, la comunicación deja de ser fluida y natural con los padres.
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¿Pero... de dónde ha salido este niño? ¡Qué cosas se le ocurren! ¡Está insoportable, no hay quién hable con ella! Está claro que la brecha generacional crece y con ella la dificultad que experimentan muchos padres a la hora de asumir el cambio que sufren sus hijos en la adolescencia. Si ayer teníamos sentado a nuestra mesa a un chaval encantador; hoy, de repente, se nos ha ‘metido’ en casa un completo extraño.


La psicóloga zaragozana Yolanda Cuevas explica que “durante esta etapa, los hijos pierden el interés por estar con los padres; la comunicación deja de ser fluida y natural para transformarse en un interrogatorio con monosílabos como respuesta, sin contar -continúa- con que comienzan a cuestionar cualquier norma o decisión”. También sugiere que “no estaría de más que recordáramos nuestra propia adolescencia y nos esforzáramos en poner en práctica el diálogo y la flexibilidad. Los adolescentes se harán adultos y los padres habremos sido su modelo a seguir”.


¿Qué podemos hacer? Yolanda Cuevas apunta que comunicarse con los adolescentes puede resultarnos algo menos complicado si seguimos estos sencillos consejos. A estas edades, los chavales necesitan su propio espacio. Debemos entender que nuestros hijos necesitan su propio espacio y que el modo de comunicarse cambia. No hay que forzarles a que expliquen sus problemas o preocupaciones. Es mejor ser flexibles y esperar el momento oportuno para conversar y dialogar. Escucha sus opiniones, son importantes. Hay que incentivar, potenciar su papel dentro de la familia. Tenemos que escuchar con atención sus opiniones. Así, les ayudaremos a sentirse importantes y facilitaremos su participación. Busca el momento adecuado. Ante los conflictos es conveniente saber encontrar el momento adecuado para comunicarnos. Evitar alzar la voz e imponer nuestro criterio a la fuerza, ser flexibles, negociar y establecer prioridades es vital en esta etapa. Y, cuando los padres están separados, es primordial esforzarse por compartir la información, las normas y los límites que se imponen a los hijos para evitar los chantajes. Los padres no somos sus amigos. Los padres no son amigos de sus hijos. Los amigos aconsejan y los padres tienen el deber y la obligación legal de tomar decisiones referentes al bienestar y desarrollo de sus hijos. No obstante, ser padres no es incompatible con que exista una relación afectiva y de confianza. Compartir sus aficiones. Hemos de tener en cuenta que los padres somos siempre el mejor ejemplo para los hijos. Por eso es muy importante compartir con ellos, desde niños, aficiones, lectura, deporte, conversaciones, sentimientos y desarrollar en ellos el espíritu de la curiosidad. Mensajes positivos y respeto. Transmitirles mensajes positivos, tratarlos con respeto, no ridiculizarlos ni ponerles etiquetas, no solo influye en su autoestima, sino que sirve de ejemplo para que emulen los comportamientos más deseables. Tenemos que aprender a pedirles perdón. Escuchemos con atención; ayudémosles a expresar sus sentimientos desde niños; rectifiquemos, si nos equivocamos, y no tengamos miedo a pedir perdón. Estas condiciones posibilitan el mejor clima para ofrecer confianza y generar comunicación. "Porque sí"... ya no sirve. Es mejor explicarles las razones de por qué les pedimos algo y evitar expresiones del tipo: «Porque te lo digo yo», «porque soy tu padre», «porque sí», «mientras vivas en esta casa...» y darles un margen de decisión. Límites claros y negociación. Tienen que aprender a diferenciar el grado de importancia de las cosas, ya que no puede haber reglas para todo. Debemos permitirles que participen en la negociación de nuevas normas; y que, cuando estas se formulen, sean claras y aplicadas de forma razonable y consistente. Los límites tienen que quedar siempre claros. Normas y castigos consensuados. El castigo debe estar siempre establecido con anterioridad, como consecuencia de no haber seguido una norma consensuada previamente. Debemos ser justos en su aplicación y que su ejecución no sea arbitraria y no dependa de nuestro estado de ánimo.

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