España se descuelga de la ciencia europea

La pérdida de más de 11.000 investigadores y de 2.000 millones de inversión hunden los resultados.

Pese a los recortes generalizados, la respuesta a la crisis en Europa se planteó desde dos perspectivas opuestas. Algunos países apostaron por potenciar su investigación y ahorrar en otras partidas, y otros incluyeron la ciencia entre sus medidas de ahorro. En España, aun con las llamadas generalizadas a cambiar el modelo productivo, se optó por lo segundo; una decisión que frenó en seco un impulso de décadas por transformarse en una sociedad basada en el conocimiento. Y aunque algunas consecuencias aparecieron de inmediato, otros de sus efectos, como la caída de la producción científica, afloran ahora.


En España, la I+D representa aproximadamente el 1,2% del total de la economía del país -el turismo más del 10%-. Unos 13.000 millones de euros anuales de los que la mitad corresponde al sector privado. El resto se reparte entre financiar la investigación en las universidades y otra ciencia pública. En su momento álgido, 2010, se invertían casi 2.000 millones de euros adicionales en una proporción similar, el equivalente a dos décimas más del PIB -1,4% en total-. El sector había crecido un 50% en una década, en un intento por superar su retraso endémico y alcanzar lo antes posible la media europea, de algo más del 2% pero en constante ascenso. En los tres años siguientes, la brecha con el continente se reabrió hasta el nivel de 2003.


La lista de los que apostaron -o no- por la ciencia es casi un cliché. Alemania destina casi un 2,9% de su PIB a la investigación y, aunque de una buena parte se encarga el sector privado, su esfuerzo público casi duplica en proporción al español. En el mismo periodo, Francia ha mantenido relativamente estable su inversión -del 2,2% del PIB- impulsada por las empresas aunque con una reducción del gasto de las administraciones. Bélgica, Holanda y la mayoría de países nórdicos ampliaron su inversión en I+D en la crisis.


Italia, que llegaba con un retraso mayor -dedicaba un 1,26% de su PIB- ha mantenido su inversión estable y ha rebasado a una España en caída. Finlandia, el país que lidera el esfuerzo en investigación del continente, mantiene su posición pese a haber pasado de un 3,94% del PIB en 2009 a algo más del 3,3% en 2013 -el último dato disponible-.


"No podemos seguir así", protesta Nazario Martín, presidente de la Confederación de Sociedades Científicas de España (Cosce). "Cada año que no se decida apostar por la investigación es un año que perdemos y que tendrá consecuencias. Se hace buena ciencia, pero nos estamos yendo al vagón de cola". Algunos efectos ya se notan. El país ha perdido más de 11.000 científicos, casi uno de cada doce de los que investigaban en 2010. Y ha sido expulsada de varios consorcios mundiales como la Iupac -principal institución de la química-, la IODP -de estudios oceánicos- y la ICDP -de estudios geológicos- por falta de pago de las cuotas.


La falta de oportunidades ha provocado que muchos jóvenes investigadores emigren. Aunque no existen cifras oficiales, sí se sabe que la edad media de los científicos en plantilla crece sin parar. En el CSIC, la principal fuente de I+D de España, ya supera los 52 años porque apenas pueden incorporar nuevo talento. Las ayudas Ramón y Cajal, destinadas a contratar doctores en centros de investigación, se han reducido a una cuarta parte. "Este es el efecto más doloroso", argumenta José Carlos Gómez Sal, rector de la Universidad de Cantabria y responsable del área de I+D+i de la Conferencia de Rectores (CRUE). "Los investigadores no se sienten respaldados en sus carreras, lo que ha provocado un desarraigo importante. Si seguimos así, el daño puede ser irreparable". Muchos, indica, se van a países donde les ofrecen estabilidad como Alemania, Suiza o Israel.Del noveno al décimo puesto

Aunque el PP incluía en su programa electoral una apuesta por mejorar la transferencia tecnológica e impulsar la colaboración público-privada, durante la legislatura también se ha desplomado. Desde los más de 700 millones de euros que consiguió en 2010 ha caído a 533 millones.


A 2013, todos los indicadores pintan un cuadro de retroceso salvo uno, que tiene trampa. Durante la crisis, la producción investigadora española creció. Según las métricas de Scimago, ese año se publicaron más de 76.200 artículos en revistas académicas; el mejor dato de la historia del país. Ya entonces, muchos lo calificaron de espejismo. "La ciencia es un proceso lento y los resultados de los recortes tardan más en llegar", asegura Francesc Solé Parellada, catedrático emérito de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) y vicepresidente de la Fundación CyD. "La ciencia tiene asociada una cierta histéresis; si recortas hoy, se nota con años de retraso", apunta el presidente de Cosce. "Si quieres publicar en revistas importantes tienes que mandar trabajos de alto nivel, que exigen trabajos muy largos, de muchos meses".


Recientemente se publicaron los datos de producción científica de 2014, el primer año con crecimiento de la economía española desde 2009. Con ellos, y a contracorriente, afloró el más lento de los efectos de los recortes. Los investigadores españoles publicaron 71.795 artículos, 4.500 menos que un año antes y al nivel de 2011. España, que ha sido la novena potencia científica del mundo durante buena parte de este siglo, ya está en décima posición. Europa se escapa.

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